El año 2016 es un año “redondo” para Ballesteros, ya que no sólo celebra sus 150 años de vida sino el 70º aniversario de su templo. Construida a imagen y semejanza de la Estancia Jesuítica de Santa Catalina, la iglesia San José fue inaugurada el 19 de marzo de 1946 para el cumpleaños 80 del pueblo
No es frecuente encontrar iglesias coloniales en pueblos nacidos a la vera del riel. Mucho menos que, desde su concepción, dichos templos revivan la tradición telúrica de un país, casi en contraposición con la “modernidad ferroviaria” que las engendró. Y bien, la iglesia San José de Ballesteros es una honrosa y fabulosa excepción a la regla.
Erigida en 1946 bajo las directivas del arquitecto porteño Carlos Alfredo Rocha, podría decirse que su construcción es un sentido homenaje a la Estancia Jesuítica de Santa Catalina, levantada por la Orden al norte cordobés en 1754.
Estas influencias se perciben no sólo en el remate de su torre única sino también en el campanario, la mampostería y la cúpula colonial con linterna. Sin embargo hay otros dos elementos que emparentan a la iglesia de Ballesteros con el legado histórico del país en tiempos de su fundación.
El primero es la veleta con forma de carreta sobre la cúpula, símbolo inequívoco del Camino Real que diera a luz a su hermano mayor, Ballesteros Sud.
El segundo elemento fue descripto por doña “Muninga” Cáceres (mítica docente del pueblo) en un cuaderno, acaso con la intención de servir como borrador para un futuro libro. Lo copio textual. “El hermano de Antonio Sánchez Partierra (ingeniero a cargo de la construcción) se llamaba Ricardo, y era miembro de la Comisión Renovadora del Cabildo Histórico de Buenos Aires. De tal modo que consiguió un ladrillo del viejo Cabildo para ser colocado en el altar mayor, donde aún se conserva”.
Fue Ricardo Partierra también quien donara los fabulosos vitrales que, rodeando la nave, narran la vida de Nuestro Señor Jesucristo. Una historia en diapositivas reveladas por el sol del ocaso al caer la tarde, en postales de un fabuloso azul cobalto y rojo rubí.
Siete años de construcción
La piedra fundamental del templo se colocó el 12 de octubre de 1939 en la esquina de Roque Sáenz Peña y Avenida San Martín, solar donado íntegramente por la familia Caballero (a quien se le debe una reparación histórica por la apropiación ilegal de su casona en dicha esquina, durante la última dictadura militar). El párroco ballesterense de esos tiempos era Francisco Compañy y durante la ceremonia se hizo presente monseñor Fermín Lafitte. Ese día, además, se repartieron tarjetas postales impresas a todo color, cuyo motivo era el dibujo de la iglesia terminada. El templo se inauguró siete años después, el 19 de marzo de 1946 para las fiestas patronales, siendo aún Compañy el párroco (fallecería tres años después). Un detalle para nada menor es que las obras del templo comenzaron en la Intendencia del doctor José Lafourcade, coincidiendo con uno de los momentos de mayor esplendor de Ballesteros y de sus obras emblemáticas. Sin embargo, la iglesia vería la luz durante el mandato de Emeterio Samamé.
Setenta años después de su inauguración, la iglesia San José luce su fachada imponente por encima del caserío en la llanura. Y me pregunto qué hubiera pensado el padre Compañy si hubiera podido ver este momento. Porque el templo que mandó construir, para que fuera el más importante y querido del pueblo, aún lo sigue siendo, perla colonial de la pampa gringa y patrimonio irrenunciable de una comunidad que, sin ninguna ordenanza previa, hace tiempo que la declaró su orgullo.
Iván Wielikosielek