Fundado el 1 de abril de 1966 por seis mujeres, el Conservatorio Superior de Música Felipe Boero cumple sus Bodas de Oro. Su actual director, el pianista Germán Ruiz, hizo un repaso por la historia de una institución en la que dieron sus primeros pasos Liliana Felipe, Sol Gabetta, Andrea Arese y Liliana Camana
Su historia podría contarse en fotogramas, como un documental de cine mudo. Sólo que en este caso, cada toma es un pasaje musical congelado en el tiempo, como un acorde que no se resolverá jamás. Se podría empezar, por ejemplo, con la pianista Gladys Ruiz dando un concierto en vivo para Canal 2 a fines de los años 60. O con Irene Timacheff tocando a cuatro manos con una quinceañera Liliana Felipe en un acto del 69. O anexar fotos de sus seis mujeres fundadoras (todo un “orgullo de género” que jamás se menciona en los actos del 8 de marzo): Esther Amblard de Alonso, Perla Baccari de Buteler, Irene Timacheff de Gabetta y Gladys Ruiz (pianistas); Susana Vittone (secretaria) y Alicia Rodríguez (auxiliar de servicios). Más acá en el tiempo, el documental podría continuar con los más brillantes conciertos. El de la pianista Andrea Arese volviendo a su Villa con su esposo, el violinista salvadoreño Carlos Elías; o la performance del dúo Gíntoli-Panizza; o alguna presentación de la orquesta de cuerdas de la casa dirigida por Fabricio Valvasori. Y podría finalizar con un paneo por las distintas sedes, desde calle Entre Ríos 749 a Mendoza 720, o de la ex-Casa Sobral (donde funcionara durante 27 años) hasta el actual domicilio de bulevar España 1174. Pero al unir los fotogramas, uno comprueba que todos los conciertos son uno y que los músicos de diversas épocas están frente a una misma partitura, con los instrumentos afinados en el tono de una misma idea: la de darle a Villa María su primer “fábrica de músicos”. Y lo que también se comprueba en la película es que, amén de las diferencias edilicias, el Conservatorio siempre fue un único palacio de la música; ese cuya arquitectura tenía sentido mientras bajo su cúpula sonaba aquel concierto que empezó hace medio siglo y aún no se detuvo. Y deja entrever más fotogramas hacia el futuro en una partitura que no tiene fin.
Germán Ruiz, historiador de su segunda casa
Todas estas fotos no son la fantasía gráfica de este cronista; sino imágenes contantes y sonantes que utilizó el propio Germán Ruiz para su libro “El Conservatorio Superior de Música Felipe Boero”, publicado el año pasado por ediciones “El Mensú”.
Además de ingresar como estudiante de piano a los 12 años, Germán fue sobrino de una de las fundadoras, Gladys Ruiz, por lo que él mismo es también “historia de la casa”.
-¿Escribiste el libro especialmente para estas Bodas de Oro?
-No exactamente. La idea surgió hace unos años cuando empecé a investigar por qué se les llama “conservatorio” a las escuelas de música. Y muchos capítulos de ese libro me sirvieron luego como tesis universitaria, ya con más rigor investigativo.
-El libro tiene fotos, decretos, actas, pero también entrevistas…
-Sí. Digamos que la historia del Conservatorio está narrada desde la documentación existente en nuestros registros pero también con entrevistas a sus fundadoras: Perla Baccari de Buteler, Esther Amblard de Alonso, Irene Timacheff y mi tía Gladys Ruiz; junto a la secretaria Susana Vittone y la auxiliar de servicios Alicia Rodríguez. Seis mujeres que dieron el puntapié inicial de la música en la ciudad. Hoy sólo viven dos, Irene en Francia y Perla en Villa María.
-¿Cómo era estudiar música antes del conservatorio?
-Había muchos conservatorios privados pero no otorgaban un título habilitante para la docencia. Y la idea era que en Villa María hubiera uno como el de Córdoba, que sí habilitaba. El Felipe Boero fue un proyecto político de la provincia bajo la Gobernación de Páez Molina y la Intendencia de Porfirio Seppey, nacido el primero de abril del 66.
-Además de los excelentes instrumentistas que eligieron Villa María para ejercer la docencia, el Conservatorio formó a músicos que triunfaron en el mundo…
-Sí. Te puedo nombrar a varios y seguro me olvido de alguno. La chelista Sol Gabetta, hija de Irene Timacheff, que hoy triunfa en Europa y Estados Unidos; la cantante Liliana Felipe consagrada en México y Latinoamérica, las pianistas Andrea Arese en Estados Unidos y Liliana Camana en Italia. Y entre los violinistas, Paula Vázquez que actualmente forma parte de la orquesta de San Pablo, el clarinetista Franco Rumin en Suecia y el guitarrista Claudio Magnano, radicado en Buenos Aires y de gira por el extranjero.
-Hace dos años que traen músicos de primer nivel. ¿La idea es posicionar el Conservatorio como opción de espectáculo en Villa María?
– No, nuestra apuesta siempre es por la calidad. Hay gente que es habitué al Conservatorio y otros que vienen por primera vez y se enganchan para la próxima. A estos le apostamos fuerte. Hemos traído variedad de géneros y repertorio: tango, folclore, clásico y hasta un ensamble de Alemania que hizo música contemporánea. Todo esto es a pulmón y los profesores no vienen por “cachet” sino porque tienen interés. Muchas veces a los gastos los cubre una fundación. Y si lo tenemos que enfrentar nosotros, siempre el músico acomoda sus honorarios porque saben que esto es una escuela y ese es nuestro perfil.
-¿Cómo es esto?
-Es muy importante que alumnos y profesores escuchen a profesionales que alguna vez empezaron en un conservatorio y ahora están en un grado superlativo de desarrollo. Eso te permite ver hasta dónde podés llegar si consagrás tu vida a la música. Para los alumnos, presenciar un concierto de gran nivel es como tener un montón de clases juntas. En ese marco tenemos el proyecto “teloneros”, donde nuestros alumnos tocan en esos conciertos para foguearse y descubrir si lo que les gusta es tocar en público. Es una decisión que compartimos ampliamente con la vicedirectora Laura Arrieta.
-¿Cómo les repercutió el último cambio edilicio?
-De manera muy positiva. La Casa Sobral era una casa preciosa pero no apta para una escuela que creció tanto. Además, el mantenimiento era muy costoso. Desde 2008 tenemos espacio para hacer todas las actividades que se nos ocurran. Combinamos la clase individual con las grupales porque hay cantidad y calidad de aulas. Y además tenemos un auditorio que es nuestro orgullo; con una capacidad para 250 butacas.
-¿Les jugó a favor la llegada de la Universidad?
-Villa María es lo suficientemente grande para cobijar a varias instituciones musicales, y en este caso ambas guardan su perfil. La universidad forma compositores en música popular y el Conservatorio instrumentistas de música clásica. Por eso mismo nos complementamos. Hay alumnos que se han recibido acá y luego van a la universidad, y viceversa. No somos competencia sino ayuda para que una se apoye en la otra…
-Me decías que investigaste a fondo por qué los conservatorios de música se llaman así, ¿cuál fue tu conclusión?
-Se llaman así, justamente, porque “conservan” una tradición, en este caso la enseñanza de un instrumento, su estudio sistemático y disciplinado, el cual es preferible se inicie a temprana edad. Eso también es un sello distintivo de los conservatorios. Y la tradición es ese legado y transmitirlo es la misión de los docentes de nuestra casa a las generaciones venideras. Creo que se ha logrado plenamente desde el 66 y esa sigue siendo nuestra apuesta irrenunciable.
Para músicos de 5 a 105 años
“Cuando se fundó en 1966, el Conservatorio sólo enseñaba piano. Y es que dos de sus fundadoras, Irene y Gladys, eran especialistas en el instrumento –comenta Germán- Recién en 1970 se agrega la cátedra de guitarra”.
Hoy, bajo el concepto de TAP (Trayecto Artístico Profesional de seis años de duración) se pueden aprender ocho instrumentos más dos variaciones de canto. De hecho, el título de Técnico en Artes y Música con Orientación Instrumental tiene las opciones de piano, violín, violoncelo, guitarra, saxofón, flauta traversa, trompeta y clarinete; a los que se les suma la orientación “cantante” y la de “director de coro”. Pero la oferta académica del Conservatorio también contempla la docencia, ya que, con una duración de 4 años, los estudiantes pueden graduarse de profesores de Música.
“Este año hubo un récord de inscriptos en el profesorado –agrega Ruiz- con 40 alumnos en primer año. Lo llamativo es que tenemos alumnos no sólo de Villa María sino de Buenos Aires, San Juan o Jujuy, estudiantes que eligieron venir acá. Algunos han pasado por la universidad y otros hacen las dos carreras. Pero muchos han venido a la ciudad para cursar en el Boero y eso nos da mucho orgullo”.
Hoy, el conservatorio alberga más de 600 alumnos entre el profesorado, las tecnicaturas y los talleres. “Tenemos adultos mayores que vienen a aprender un instrumento y un nivel inicial para niños, más los talleres pre iniciales desde los 5 años”, agrega el director. (Para más información se puede consultar al 0353-4528393).
En cuanto a lo que viene, además de los festejos del 50º aniversario el 1 de abril en la sede del conservatorio, habrá un Festival Internacional de Flauta Traversa el 11, 12 y 13 de mayo, con docentes argentinos y extranjeros.
Iván Wielikosielek