En la frontera con Chile, Los Andes se lucen con un conjunto de 19 volcanes de más de seis mil metros, los más altos del mundo. El viaje hasta el seno de la región, entre impresionantes paisajes multicolores
Escribe: Pepo Garay
ESPECIAL PARA EL DIARIO
El escenario es sencillamente conmovedor. Un planeta desértico que se extiende cómodo, comodísimo, amplio en el danzar de más de 4.000 metros de altura, rodeado de montañas que parecieran haber nacido de la mano de algún dios artista y ocioso. Uno que se divertía echado, dejando caer areniscas de colores y formando así montículos gigantes, igualito que los niños en la playa.
Estamos en el oeste de Catamarca, un paraíso enmarcado por la belleza de los Seismiles. Cadena formada por un total de 19 volcanes de más de 6 mil metros de altura, que le dan nombre al circuito. Sí, 19 volcanes. Sí, todos de más de 6 mil metros de altura. Un prodigio natural al que muy pocos visitan, dejando al viajero contemplando el espectáculo en la intimidad.
Por la ruta
Para llegar allí, habrá que pasar primero por Fiambalá, encantador pueblo de gente noble, viñedos y termas, ubicado a 850 kilómetros al noroeste de Villa María. Desde allí, son 200 kilómetros hasta el Paso de San Francisco, en el límite con Chile; 80 kilómetros antes, en el paraje Cortaderas, es donde se da el primer encuentro con estos colosos.
Del entorno, ya se habló: una llanura que se combina con el silencio y el candor del sol, y ofrece montañas de mil colores, rojo, grisáceo, anaranjado, violeta… se asemejan a un espejismo de plastilina, a un óleo de los ingeniosos. Van cambiando de formas y tonalidades a lo largo del camino (el que define una ruta de asfalto impoluta, la 60), y aquí muestran una de sus mejores caras (todas son buenas) mechadas en el valle por pastizales y el errar de guanacos y vicuñas. Las bases de los cerros exhiben ríos secos de colores, cicatrices formadas por la lava que corrió con fuerza hace 80 millones de años, cuando la zona era un maremágnum de fuego.
Desde Cortaderas (tiene un hotel, de los poquísimos testimonios de vida humana en todo el circuito), ya se pueden divisar algunos volcanes, los picos nevados. Pero lo mejor será salirse de la ruta y con la ayuda de una 4×4 (se pueden contratar excursiones desde Fiambalá), meterse de lleno en el asunto.
El Ojos del Salado y el Pissis
Para ello, se puede continuar hasta Casadero Grande y en el corazón de la estepa disfrutar del río homónimo, que baja de los deshielos. Allí se planta un campamento que entre octubre y abril ve llegar a escaladores de los cinco continentes. Son los que van en búsqueda de la cima del nevado Ojos del Salado, que con sus 6.891 metros de altura luce la presea de volcán más alto del mundo. La travesía demanda entre 15 y 20 días de caminata desde el campamento, sorteando en las cotas más altas temperaturas de -20° bajo cero y campos y paredones de hielo.
Con todo, la excursión más célebre entre los que no están dispuestos al extraordinario esfuerzo físico, la corporiza el llamado Mirador del Pissis. El mismo permite, como su nombre lo indica, admirar de cerca el monte Pissis (6.800 metros), otro de los protagonistas del viaje. También, un sistema de lagunas como la Verde, la Negra y la Azul, donde revolotean flamencos rosados que vuelven a la postal algo increíble.