Las torres One Central Park, construidas en Sydney (Australia), funcionan como grandes jardines que permiten el crecimiento de plantas en las zonas metropolitanas, normalmente localizados en las partes con más contaminación. Fueron proyectadas por el arquitecto francés Jean Nouvel y se encuentran cubiertas por 38 mil plantas nativas de 250 especies diferentes, incluyendo también flores.
El edificio tiene un diseño viviente que hace que cambie de color y se vea diferente a medida que pasan las estaciones del año, con vegetación que cambia de apariencia dependiendo de la temperatura, haciendo de la estructura una obra novedosa y original.
En ella hay jardines verticales de hasta 14 niveles de altura y los residentes de los 600 departamentos pueden disfrutar con la flora de sus solarios, además de gozar de los restaurantes y las áreas de esparcimiento.
Más allá de eso, las características ya mencionadas no son lo más sorprendente de las torres.
Para suministrar agua a sus cuatro mil habitantes, cuentan con una planta recicladora que procesa el recurso de diferentes fuentes, entre las que se destacan las siguientes aguas: de lluvia y tormentas, subterránea, residuales del drenaje adyacente, residuales de estructuras cercanas, de sistemas de irrigación y potable de la red
Múltiples tuberías sustentables dentro del lugar posibilitan la distribución de esos diferentes tipos de agua.
Gracias a que los hogares utilizan sólo entre 10% y 20% del agua para beber, y entre 20% y 30% para aseo, Central Park utiliza agua reciclada para las demás actividades, tales como las descargas de inodoros, el lavado de máquinas, la irrigación y el mantenimiento de plantas.
Por otro lado, el diseñador incluyó el Sky Garden, un solar de 40 metros de longitud que permite a los residentes de los últimos cinco niveles de las torres disfrutar la vista de la Bahía de Botany de las Montañas Azules.
En un informe periodístico llamado “La cara oculta de los jardines verticales” se hizo referencia a tres enormes desventajas de este tipo de construcciones.
En primer lugar, se habló sobre el desperdicio de luz solar, pues varios cultivos verticales que se dan en interiores necesitan del uso de luces LED, que sin importar que son mucho mejores que los sistemas de alumbrado tradicional, pueden gastar hasta 1.200 kWh de energía por cada kilogramo comestible.
Allí se mostró la limitación en el tipo de jardines, lo que significa que hay varias especies de plantas que necesitan de mayores cuidados y por ello resultan más costosas que beneficiosas para quien las produce, y también acerca del impacto social que podrían generar debido a la tecnificación de las labores, resultando en un aumento de la tasa de desempleo.
En el caso de estas torres, ninguna de esas desventajas está presente. En primer lugar, porque por tratarse un jardín externo la vegetación no necesita luz artificial para crecer de manera apropiada.
En el ejemplo de la limitación en el tipo de cultivo, dado que el propósito del jardín de las torres no es lucrativo, sino artístico y de innovación, pueden plantarse diferentes especies, y dado que las torres no remplazan a la agricultura tradicional, no afectan la forma de producción de los países principalmente agrícolas teniendo un impacto social negativo o perjudicial.
Estas nuevas edificaciones acrecientan las esperanzas de ver los centros metropolitanos convertidos ya no en ‘junglas de cemento’, sino en espacios de convivencia entre la fauna, la flora y el hombre, en perfecta armonía.
Es de esperarse que si la arquitectura toma un rumbo hacia la sustentabilidad ecológica, podamos pensar igualmente en cambios en el estilo de vida en pro del mantenimiento del medio ambiente en otros ámbitos.