Con 58 años de trayectoria y un centenar de discos en su haber, Carlitos “Pueblo” Rolán es uno de los mitos indiscutidos de la música popular argentina. Excantante de “La Leo” y uno de los fundadores de la música popular cordobesa, Rolán lleva 259 presentaciones en el “Salón Ruiz” de Villa María, donde actúa desde el 97. Habló de la vigencia del género en el interior y de su “enojo” con los cuarteteros jóvenes que no reconocen a los pioneros
Mujeres de jeans apretados que han pasado la barrera de los 40 hacen fila junto a parejas de jubilados y matrimonios de 50. Pero también grupos familiares. Abuelos, hijos y nietos. Y grupos de amigos y muchachos jóvenes; acaso demasiado jóvenes para el “target” del lugar. Es sábado a la noche y nadie quiere perderse la cena-show del Salón Ruiz. Entonces, viéndolo entre las mesas, le hago una seña a don Manuel, el dueño del templo consagrado al cuarteto. “Vos venís por la nota a Rolán ¿no? pasá que te está esperando. Y andá con confianza que Carlitos es la persona más amable del mundo”, me dice el hombre que en “el paño” es apodado “El Mesías de la Alegría”. Cuando ingreso al salón veo “la leyenda” de impecable camisa blanca sentado bajo el escenario y saludando uno por uno a los comensales que se acercan. “¡Maestro!”, “¡genio!”, “¡ídolo!” le dicen al hombre que (yo pensaba ingenuamente) había pasado de moda. Acaso porque lo escuchaba cuando era un niño entre los discos de mi padre hasta que descubrí a Los Beatles. Y entonces ya no me importó ni don Goyo ni Movidito ni Fatiga. Y perdí de vista para siempre a ese hombre que una vez cantó en el Club Talleres de mi pueblo y me dejó embelesado; tal vez porque era el primer “famoso” que conocía en mi vida, la primera materialización de las carátulas de aquellos vinilos a los que tantos momentos de alegría le debía mi corazón de 7 años. Así que cuando llega mi turno y el hombre me extiende la mano siento una emoción parecida a la de hace casi 40 años. Y Rolán me dice un “sentate, muchacho” que me suena como una caricia. Y entonces, por primera vez en la vida, tengo la sensación de estar ante un ejemplar único de la música; frente a alguien que, como Gardel y Charlo o como Tanguito y Spinetta, inventaron la manera de cantar un género naciente.
Sobre el escenario la banda se apresta a probar sonido. Y entiendo que no habrá mucho tiempo ni muchas comodidades para hacer esta nota. Así que mi primera pregunta sale atropellada de mis labios, como si efectivamente entrevistara al Zorzal o al Flaco.
Bajo el signo de “Leo”
-Me dijo Manuel que es su vez 259 en el Salón Ruiz. ¿Cómo explica este éxito?
-Villa María siempre ha sido una plaza fuerte para mí. Vine toda la vida y la gente me siguió siempre. Al Salón Ruiz empecé a venir en el 97. Era una época que tenía bailes todos los viernes y sábados. Pero ahora vengo menos porque estoy trabajando en los casinos de Santiago, Tucumán y San Juan. O sea que me llevo el cuarteto al norte.
-Usted es uno de los fundadores. ¿Cómo no iban a llamarlo de todos lados?
-No te creas. Hay músicos que sólo trabajan en Córdoba. Respecto a lo otro, no soy exactamente de los fundadores pero llegué enseguida. El cuarteto nació en 1943 con Augusto Fernández Marzano y “El Cuarteto Leo”, le puso así por su hija Leonor, que tocaba el piano. Y fue ella la que inventó el ritmo. Después entró Miguelito Gelfo y se casó con ella. Y cuando yo entré como cantante en el año 65 me casé con la hija de Miguelito. O sea que se hizo una especie de dinastía (risas).
En ese momento, larga la primera prueba de sonido, un cuartetazo bien tradicional con un fabuloso reef de verdulera. “Toca un paquete el acordeonista éste”, me dice Carlitos, mirando al hombre que se compenetra en su teclado con un éxtasis más propio de Ravi Shankar o de Eric Clapton.
-La canción que están tocando no tiene nada que ver con el cuarteto de hoy. ¿Cómo ve los grupos actuales?
-Yo los admiro mucho, pero no son cuarteto. Son quince tipos arriba del escenario y algunos no tienen ni acordeón. Y si de casualidad hay un piano, lo tocan con una mano sola. Son grandes orquestas, sí. Pero no es cuarteto. Alguien tiene que decir la verdad.
-¿Cómo es esto?
-Hay muchos que no te lo dicen, pero en el fondo no quieren ser cuarteto. Quieren ser más. Quieren decir en un futuro que inventaron el cuarteto y lo superaron.
-Pero se venden a sí mismas como “bandas de cuarteto”.
-¡Y claro! Si no se vendieran como cuarteto ya las habrían rajado hace rato.
-¿Y ha compartido escenario con esas bandas nuevas?
-No, pero tendría que haberlo compartido. El año pasado se hizo un homenaje a Leonor Marzano. Fue cuando la municipalidad inauguró una estatua suya en la Peatonal. Convocaron a todos los conjuntos pero de los jóvenes no vino nadie. Al otro día me hicieron una nota en La Voz del Interior y les dije que esos muchachos eran unos desagradecidos; porque muchos de ellos, si no fuera por los viejos del cuarteto como Leonor, hoy tendrían que laburar con una pala y un pico.
-No sólo ha cambiado la música, sino también las letras del cuarteto. ¿Por qué?
-¡Porque ya no hay más creatividad! No hay nuevos autores ni compositores. Vos fijate las letras de antes; le cantábamos al amor, al taximetrero, al camionero, al canillita, al padre, a la madre… Pero ahora todo se basa en el cuarto de hotel o en la droga. Todo es sexo o marihuana. No sale de ahí. Pero ojo que también han cambiado mucho los públicos. Yo llevo familias enteras a los bailes, gente grande con hijos y nietos que te hacen un buen bufé y no hay problemas. Pero en Córdoba no es así.
-¿Y cómo es en Córdoba?
-Antiguamente iban todos juntos al baile, pero ahora la gente grande va por un lado y la juventud por otro. Es como que hubo un cortocircuito. Toda esta gente que ves acá está sentada cómoda. Pero vas a los bailes de los conjuntos modernos y no hay sillas ni mesas. Lo bueno es que a lugares como el Salón Ruiz está empezando a venir gente joven también, muchachos tranqui que no les gusta que le anden toqueteando la chica y eso.
-Usted no es el primero de los cuarteteros, pero acaso sea el último de aquella “dinastía”…
-Al menos soy el último que queda vigente de la primera camada. Pero acá te voy a traer a uno más joven para matizar un poco, mi sobrino Jorge Daniel, el hijo de mi hermano Coquito Ramaló. ¡Jorge! ¡Vení, Jorge!
Y entonces se hace presente el “Muñeco”. Lo pongo al tanto de la charla y le pregunto si es cierto que las nuevas generaciones no reconocen a los pioneros. “No, nunca. Yo soy de la camada intermedia, de los que fuimos y volvimos de Buenos Aires, pero siempre reconocí que los genios son ellos. Lamentablemente las nuevas generaciones no se acuerdan de Leonor o de Carlitos. Es como si alguien no se acordara de quiénes son sus abuelos. Mi caso es distinto porque vengo de una familia cuartetera. Pero los otros pibes se creen que todo empezó con ellos. Hoy vine como invitado a su show. Normalmente tengo algo de oferta en Córdoba, pero él tiene mucho más porque es más reconocido que todos. El es el padre del cuarteto junto con Miguelito Gelfo y Leonor Marzano. Así de simple y así de grandioso”. Y el “Muñeco” empieza a saludar a la gente que lo reconoce. Entonces aprovecho para seguir la charla con su tío.
La “chanson” de Rolán
-¿Cuántos discos, Carlitos?
-Yo soy poco mediático pero te voy a confesar un dato, tengo el récord sudamericano en discos grabados. Estoy pisando los 100. Tengo 1.200 canciones grabadas entre mi carrera de solista y como cantante de la Leo. No hay ningún conjunto ni solista con esa cantidad. Después está Carlitos Jiménez con 80 y pico y terceros deben estar Los Palmeras, que son un grupo muy antiguo.
-¿Y sigue cantando las canciones de los 100 discos?
-No, generalmente me piden lo tradicional, lo que grabé hace 40 años. Pero si pude grabar tanto fue porque debuté muy joven.
-¿A qué edad?
-Tenía 15 años, en plena revolución del 55. Actuaba en los bailecitos de los barrios de Córdoba. Pero largué oficialmente tres años después, así que ya tengo 58 años de trayectoria. Fui cantor de “La Leo” durante 11 años, o sea que al momento más exitoso lo compartí con ellos. Y eso me da un gran orgullo porque, como te decía antes, ellos fueron los creadores.
-¿Nunca le interesó incursionar en otros géneros?
-Bueno, cuando empecé cantaba de todo porque “La Leo” no sólo hacía cuarteto, sino tango, tarantela, ranchera, pasodoble. Para que te des una idea, hacíamos 40 minutos de tango con bandoneón, pero eso se fue perdiendo. Los tangueros prácticamente no están, es gente que se ha ido yendo y que no viene más a estos lugares…
-Recién mencionó a Carlitos Jiménez. ¿Qué me puede decir?
-Que “La Mona” es muy localista; en Córdoba no hay con qué darle, pero no trabaja afuera. Tiene un público muy especial también, chicos de 14 ó 15 años. Es una juventud muy difícil, pero ellos no tienen la culpa. Te caen tomados al baile, hacen la previa, no trabajan. Ahora es así. Y encima está entrando el “paco” en Córdoba, eso es muy feo. Por suerte en ambientes como el Salón Ruiz eso no existe.
-¿Y Rodrigo?
-Rodrigo fue para mí algo espectacular, porque logró llegar a todas las clases sociales, cosa que nosotros no logramos nunca. En Córdoba fracasó y se tuvo que ir a Buenos Aires. En una época yo lo acompañé todas las noches porque fui su padrino. Pero de pronto lo vi por la tele manejando un Mercedes Benz y yendo de Mirtha Legrand; no sólo llegó a los porteños, sino que logró que los mismos chetos escucharan cuarteto. Te repito, a eso no lo logró ningún otro.
Y mientras Rolán se emociona al hablar de su apadrinado, un habitué lo saluda efusivamente. “¡Qué hacés, Carlitos!” “¡Hola Zurdito querido! -le dice “el rey de la noche”-. Y volviéndose a mí, me comenta sonriendo: “Es el primero que sale a bailar todas las noches junto con el Bancario”. Pero el “Zurdo” le confiesa con cierta seriedad que “el bancario anda medio jodido. Lo operaron hace poco. Le sacaron un tumor pero ya anda de nuevo ¿eh?, anda en carrera otra vez. ¡Hola, Jorge Daniel!”. Y al ver al “Muñeco”, el “Zurdo” habla de Ramaló. “Me acuerdo cuando ‘Coquito’ arrancó con ‘la Mona’ en el Unión Central, yo habré tenido 17 ó 18 años y cuando venía este cuerpo a Sparta -dice señalándolo a Rolán- metía 400 personas y había que cerrar la calle. Por ese entonces yo repartía hielo, ¡no sabés todo lo que vendíamos cuando él tocaba! Hablar de Carlitos Rolán en aquella época era como hablar del ‘Turco’ Menem en los 90 o de Cristina hoy en día”.
Ha largado una nueva prueba de sonido y hay gente haciendo fila para saludar al ídolo y entiendo que la entrevista se termina. Le pido a Rolán si le puedo hacer una foto y me dice: “Ningún problema, querido, ¡Jorge, vení, no me dejés solo!” y entonces el “Muñeco” ayuda a su tío a levantarse de la silla y puedo comprobar lo alto que es el “Rey del Cuarteto”. “Hace poco me hicieron una mala praxis en la columna, así que apenas si me puedo mover”, me confiesa. Pero cuando los pongo en foco, Rolán se las ingenia para sonreír y levantar el pulgar. Y al ver la gente que lo espera, le pregunto si el Salón Ruiz es como tocar de nuevo en los setenta. “Sí, es exactamente así. Y este público me da tanto cariño, que me hace olvidar de todo lo malo; incluso de que apenas puedo caminar”.
Y el hombre que, como Gardel y Spinetta, inventó el modo de cantar un género nuevo, saluda a los fans alto y de pie; apoyado del brazo de su sobrino y de esas otras manos que, abiertas de admiración, aún lo sostienen.
Iván Wielikosielek