Tobías: El adiós

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Tobías: El adiós

Tobías
Tobías se bebió de golpe todas las estrellas porque era un callejero por costumbre y convicción.

Era un andador de clubes, bares y calles céntricas y de pronto su paso manso y tranquilo desapareció de la geografía habitual.

Las preguntas se hacían cada vez más frecuentes entre quienes entre café y café lo veían todos los días y a cualquier horario. La respuesta llegó con tristeza: “el Tobi” había muerto.

No era rencoroso de su pasado de abandono y en una cochera de la calle 9 de Julio, al lado del Hotel República, había construido su dormitorio para seguir gastando la vida.

Tobías había decidido, varios años atrás, adueñarse de la cuadra de Buenos Aires, frente a la plaza Centenario, y se había ganado ese título con autoridad.

Era frecuente verlo cruzar las calles mirando de reojo a los autos y sin ningún apuro.

Iba a buscar todos los mediodías al “Negro” Romero al Club Sarmiento porque sabía que tenía el almuerzo asegurado.

Así, Tobías supo ganarse el cariño de quienes lo protegían y le hacían un guiño cómplice todos los días.

Sus siestas eran cortas y a sus noches las pasaba debajo de alguna silla, en un rincón de la puerta del ex-Hotel City o en la mismísima entrada al resto bar Gula, como para imponer presencia. Cuando el centro quedaba desierto y lo llamaba la madrugada, tomaba su camino hasta llegar a la cochera de la 9 de Julio para dormir en su cucha de sueños.

Era la mascota referente del centro villamariense y se había ganado el título del perro de todos y él lo sabía.

Tenía como amiga inseparable la calle, que le daba calor en invierno y lo refrescaba en verano.

Tobías no tenía fecha de nacimiento y la de su muerte la certificaron los pájaros de la plaza, los cartoneros y los invisibles duendes de la noche.

Hoy, en la calle Buenos Aires, frente a plaza Centenario, varios callejeros lo han remplazado para homenajear su ausencia. Son callejeros sin nombres que buscan lo mismo que buscaba Tobías: el cariño de la gente.