El 6 junio de 2009, el Ministerio de Planificación (Julio De Vido) se comprometió a financiar la remodelación del Anfiteatro, destinando 19.443.246 pesos.
En noviembre de 2010 (acta complementaria), el importe se elevó a 24.990.481 pesos.
Poco más de un año después (marzo de 2012), el Anfiteatro era una ruina, el escenario había desaparecido (¿?) y el municipio había tomado a su cargo el Festival. Y el dinero prometido por la Nación no llegaba. Urgido, Accastello decidió llevar adelante la remodelación, con dinero propio del municipio, dando a dicho gasto el carácter de “adelanto”, “…hasta tanto ingresen los montos previstos…”. Así se libraron órdenes de pago hasta completar 9.500.000 pesos.
En otras notas expuse que Accastello, Navarro y De Falco se ajetrearon para lograr que el dinero se desviara al Eninder, mediante una sustitución irregular de instrumentos públicos. Sabían ya que las actividades del Eninder estaban fuera de todo control.
El 18 de mayo de 2009 se había solicitado investigación, por supuestos ilícitos en la remodelación de la costanera (“embellecimiento urbano”), al fiscal de Instrucción del 3º Turno (Daniel Del Vö). No sabemos se haya investigado un comino.
El 24 de junio de 2009, el fiscal Gustavo Atienza recibió una denuncia sobre desvíos de fondos municipales al Eninder. Sin tomar ninguna medida investigativa, en tiempo llamativamente corto, dispuso su archivo.
El 2 de octubre de 2009, Accastello (por la comuna) y el hoy diputado PRO Pedro Javier Pretto (por Eninder) acordaron (ilegalmente) que el Ente tomaría a su cargo la obra de Remodelación, estimada en 19.443.246 pesos (luego en 25 millones de pesos).
¿Cómo se explica que cuando los pesos tuvieron que salir del bolsillo de los vecinos la obra costó menos de 10 millones, mientras un año y medio antes se había tasado en 25?
¿O es que el “convenio” incluía un jugoso sobreprecio de 15 millones, parte del cual debía ser reintegrado quién sabe a quién?
Quizás la respuesta no se encuentre en Villa María, donde una oscura telaraña de corrupción, compromisos y venalidad parece sellar la boca de todos, incluso de algunos que se definen como “opositores”. La ominosa sombra del “amo” se proyecta aún sobre los que tienen en sus manos los destinos de la ciudad, y condiciona notoriamente cada uno de sus actos.
Pero ¡cuidado! Los vientos de la verdadera transparencia (la de los actos, no la de las palabras) pueden algún día soplar fuerte también en Villa María. Y los “encubridores” del “hoy” pasarán a ser los “cómplices del mañana”.
José Naselli,
extribuno – vecino