El refrán que sostiene que “los jóvenes son el futuro” parece no ser del agrado de los más de 200 adolescentes que participaron en Córdoba de la primera jornada del movimiento Scholas Ciudadanas, impulsado por el propio Papa Francisco. Para ellos, la juventud no tiene que ver con un mañana, sino con un hoy que se hace presente en la necesidad de ser partícipes del cambio necesario para una verdadera transformación social.
Así lo vivieron y lo hicieron explícito en el marco de una jornada donde primó el respeto en un contexto de amplia pluralidad. Se trataba de la puesta en marcha de la primera etapa del programa que consistía en la identificación, selección y votación de las problemáticas que creían con más presencia en el contexto de la sociedad cordobesa.
El resultado, en ese escenario, dio como realidades más inmediatas y latentes la violencia y la discriminación, ambas estrechamente vinculadas, y de una naturaleza que atraviesa diferencias tanto etarias, como económicas y culturales.
En ese sentido, y llevando estos problemas al contexto de la escuela, el ministro de Educación, Walter Grahovac, reflexionó sobre la necesidad de promover encuentros entre los sujetos que permitan resignificar los vínculos sociales: “Frente a los problemas de violencia y discriminación, ¿si probamos con la palabra, con mirarnos a los ojos, con darnos la mano y pensar que el otro es un igual, que los dos tienen derechos, sueños, expectativas?”.
La jornada no sólo implicó que cada joven asumiese un rol activo en la construcción de ciudadanía, sino un desafío aún mayor: poder ejercer ese protagonismo en la interacción con sus pares, buscando consolidar el diálogo y el encuentro y demostrando que lo heterogéneo es, necesariamente, complementario.
Así es como lo observó José María Del Corral, director mundial de Scholas y enviado papal: “Fue increíble lo que pasó porque chicos que no se conocían, que eran de diferentes sectores y clases, lograron debatir, expresar sus puntos de vista y llegar a un acuerdo”.
De esta manera, la primera jornada del movimiento ideado y motivado por el Papa Francisco fue capaz de derribar más de un mito, demostrando que los jóvenes piden a gritos ser escuchados y que, pese a la diversidad, el diálogo y el consenso son posibles.
Lo que resta, a partir de ahora, es una etapa de búsqueda de información y conocimiento sobre las problemáticas escogidas para que, en la primera semana de octubre, se lleve a cabo el segundo encuentro. Allí, aunque diferente, la tarea será más que interesante. Durante una semana los chicos saldrán a la calle para hacer encuestas, entrevistas, tomar indicadores para analizar el estado de esas problemáticas. Ese viernes, frente a todos los medios de comunicación y a la comunidad en general, van a presentar las propuestas de solución que serán, a su vez, enviadas al Papa Francisco.
Así, y tal como comentó José María, la búsqueda profunda es conectar la educación con lo que pasa fuera de las escuelas: “No podemos encerrar a los chicos en aulas. No podemos exigir que repitan de memoria. Hay que escucharlos y ayudarlos a buscar soluciones. Cuando ellos se dan cuenta de que son capaces de cambiar las cosas nace la esperanza, y esa esperanza es la verdadera educación. La educación verdadera es la que puede cambiar las cosas”.