A la celebración de sus 100 años no faltaron su hermana de Buenos Aires, familiares y amigos
Este miércoles 11, la fecha en la que festejó su cumpleaños número 100, fue un día entero de celebración para Maurilia Rodríguez Colombo de Brochero, a quien cariñosamente llaman “Nenona”. Su hermana, de casi 96 años, viajó desde Buenos Aires para brindar por su centenario, y sobrinas, familiares y amigas se reunieron para agasajarla desde el mediodía en adelante.
“No me imaginaba que desde tan lejos iban a venir a estar conmigo en esta circunstancia. Hoy Dios me ha permitido sentir tanto amor a mi alrededor, que poca gente tiene, y que es el sentido de la familia y de la amistad. Puedo decir que estoy orgullosa de la familia y de las amigas que tengo”, aseguró la coqueta anciana cuando recibió a EL DIARIO en su casa, en pleno festejo.
Ante la pregunta de cuál había sido el deseo que pidió al soplar las velitas, respondió: “El deseo que pedí es que para todos los que tengan un pensamiento para mí, que Dios baje para ellos. Bendiciones para todos”.
“A mis 100 años los llevo muy bien, pero confieso que estoy un poquito cansada, es mucho tiempo. Además, en mi vida ha habido dos etapas: hasta que nació mi hija Adriana fue una forma de vida, pero desde ahí en adelante con su problema de asma y después de eso la enfermedad de mi marido, en paralelo con el de mi hija, desgraciadamente era todos los días pensar en uno o en otro”, afirmó Maurilia.
“Por el problema de asma de Adriana tuve que resolverme a dejar todo aquí para acompañarla a Córdoba. Mi marido Ricardo había comprado un departamentito allí porque decía que nuestra hija era muy inteligente y quería que tuviese un título universitario”, contó.
“Fuimos a Córdoba en el año 1971, en ese tiempo empezaron los Montoneros y yo viví en Córdoba todo ese peligro. Nadie se imagina el miedo que sufrimos en todo ese tiempo, ni el peligro que pasamos. A mi hija a veces tuve que llevarla en brazos hasta ponerla en un taxi y bajarla en la universidad para que fuera a clase, mientras yo me quedaba parada en la puerta esperando que saliera para traerla de vuelta porque no podía caminar porque se agitaba. Dos veces me tocó estar con los Montoneros porque habían tomado la universidad, con el peligro que significaba para ella si tiraban cerca una bomba de gas lacrimógeno que la hubiera asfixiado. Estaban las calles ocupadas por el Ejército, con los perros y las armas”, recordó.
El primer beso
Pero no todo es tristeza en la memoria de Maurilia y asegura que el recuerdo más lindo que tiene en sus 100 años es cuando le dio el primer beso a quien fue su marido.
“Le dije ‘este beso y este abrazo que te doy es el primero que le doy a un hombre’. El noviazgo mío fue en familia, siempre con todos alrededor, entonces no me permitían más que un beso en la mejilla de bienvenida y uno de despedida. No íbamos a ninguna parte, nos mirábamos los dos y nos decíamos ‘el noviazgo es largo, pero sabemos que nos queremos mucho y que no importa, lo mismo vamos a ser el uno para el otro, aunque haya que dejar que pase el tiempo’. Y así fue. Ese primer beso y abrazo fue recién el día que nos casamos, el 30 de abril de 1948”, relató, con una memoria prodigiosa que no permitió olvidar ninguna fecha.
“Estuvimos casi 10 años de novios”, completó.
La maestra más joven
Mientras compartía el café de la tarde con familiares y amigos, los recuerdos de Maurilia fueron y vinieron haciendo un recorrido por sus 100 años de vida, pasando por lugares, momentos y personas. En ese camino se encontró con sus primeros pasos en la escuela y hasta precisó que su primer guadapolvo fue de hilo y que, por ese detalle, su madre exigió que ella misma lo planchara. Y fue en esa maraña de recuerdos bellos que se aventuró a estimar que fue la maestra más joven del país.
“Antes, había que esperar hasta los siete años para ir a la escuela. El día que empecé, Dorotea, la joven que me cuidaba me vistió con un vestido de terciopelo azul, con cintas bordadas, me arregló el cabello y me dijo que yo iba a ser muy inteligente porque iba a aprender a leer y escribir, cosa que ella no sabía. Yo le dije que no se preocupara, que ella también iba a aprender. Entonces, todos los días cuando volvía de la escuela, después de tomar la leche, yo me sentaba con ella a enseñarle lo que había aprendido en clase. Así Dorotea supo leer y escribir”, aseguró, con una sensibilidad que tocó a todos.
Maurilia nació en San Nicolás, provincia de Buenos Aires, donde se recibió de maestra. Luego se graduó de profesora de Castellano y Literatura en Rosario, materia que enseñó en la Escuela Normal Víctor Mercante, en el colegio Rivadavia y en el Nacional.
Vino a vivir a Villa María en 1938, donde se casó con Ricardo Brochero. Es sobrina de Antonio Sobral y madre de Adriana Brochero, quien fue concejala por el partido radical entre 1983 y 1987, apenas recuperada la democracia, en el gobierno de Horacio Cabezas.
Maurilia, además, es la autora de los libros de cuentos infantiles “Pepet y Nainé” y “Colita de espuma”, que escribió para su hija, y que, en el caso del último, recibió el primer premio “Rafaelito Devoto” en el concurso de literatura infantil organizado por la Biblioteca del Consejo de Mujeres de Argentina.
Halagadas
“Hemos pasado un día hermoso festejando los 100 años de Nenona, la tía que adoramos. Nos sentimos tan halagadas de tener una tía que llegue a esta edad y con una mente tan lúcida, que estamos muy felices”, dijeron sus sobrinas Susana, Regina y Cristina.