Escribe: Lic. Mariela Plenasio MP 2865 CENTRO NEUROREHABILITAR VILLA MARIA
Antes de adentrarnos en el tema de lo que es un ataque de pánico, cabe hacer algunas consideraciones previas.
Actualmente es común oír hablar de alguien que padece “trastornos de ansiedad” ¿qué quiere decir esto? La ansiedad es una emoción básica y universal que existe durante toda la vida de los seres humanos y que tiene como objetivo “protegernos”, vale decir, que funciona como un mecanismo adaptativo. En términos de comportamientos, podemos huir o quedar paralizados en caso que el estímulo amenazante sea muy intenso.
La diferencia entre la ansiedad normal, descripta anteriormente y la ansiedad patológica es que en la segunda existe una valoración irreal distorsionada del estímulo amenazante. Este temor es distinto al “miedo” porque en el miedo hay un temor específico sobre un objeto concreto.
Estas aclaraciones son importantes a la hora de efectuar el diagnóstico, a fines de evaluar la presencia o no del trastorno.
Tanto el estrés físico (producido, por ejemplo, por accidentes, cirugías, ciertas enfermedades) como el estrés mental (causado por pérdidas emocionales, fracasos laborales, etcétera) suelen ser antecedentes comunes a la aparición de una “crisis de pánico”.
¿Quiénes son propensos o vulnerables a padecer estas crisis? En principio hay una predisposición familiar hereditaria que hace que esa persona sea propensa a generar falsas alarmas. Además, otras razones tienen que ver con el aprendizaje de los modelos parentales a lo largo de la infancia. Existen por otra parte, sucesos vitales que desencadenan las crisis, por ejemplo: casamiento, divorcio, embarazo, nacimiento de los hijos, muerte de un ser querido, dificultades económicas, consumo de drogas, etcétera.
Lo habitual es que la persona crea que la primera crisis no tiene explicación, ya que ésta sucede cuando todos los acontecimientos mencionados ya sucedieron hace tiempo.
En el pánico la reacción física es similar a la que se da como respuesta de alarma ante un peligro real. La diferencia es que en dicha emoción el panicoso espera con temor que suceda algún desastre personal, siente que va a morir, a desmayar o enloquecer, dado que el ataque es realmente dramático y no tiene explicación. A partir de allí la persona tiende a buscar explicaciones y sus pensamientos toman la característica de interpretaciones negativas o catastróficas de su realidad y de sí misma.
Este nuevo modo de pensar la vida trae como consecuencia cambios en el comportamiento. La persona deja paulatinamente de ser quien era: se vuelve asustadiza, hiperalerta, insegura y de a poco “evita” todo aquello que puede provocar un episodio de pánico, aislándose de sus hábitos cotidianos.
Se inicia un peregrinar por médicos de todas las especialidades, no encontrando ninguna respuesta o explicación desde lo clínico.
¿Cómo es una crisis o ataque de pánico? La aparición es aislada, vivenciando un miedo o malestar intenso, acompañado de los siguientes síntomas: sudoración, temblores o sacudidas, sensación de ahogo, sensación de atragantamiento, opresión o malestar torácico, náuseas o molestias abdominales, inestabilidad, mareo o sensación de desmayo, miedo a volverse loco o descontrolarse, miedo a morir, parestesias (hormigueos), escalofríos, entre otros.
Las crisis pueden ser completas -presentar gran parte de esta sintomatología- o bien incompleta, presentando algunos pocos de los signos mencionados.
Si este episodio se presenta una vez en el tiempo hablamos de ataque de pánico; en cambio si se repite en el tiempo estamos en presencia de un trastorno de pánico.
¿Cómo darse cuenta si su ansiedad es patológica para buscar ayuda?
-Si padece crisis de ansiedad intensas y que reaparecen en el tiempo
-Si sus reacciones son exageradas en relación a la situación que la produce
-Si su vida diaria o habitual se ve perturbada y provoca limitaciones o deterioro en su vida familiar, social o laboral
Si se siente diferente a lo que siempre fue. hay una salida frente a ello.
Charla sobre hipertensión arterial
Hoy a las 20.30, en Alvear 874, tendrá lugar una charla dirigida a la comunidad sobre hipertensión arterial. Versará sobre el control y tratamiento de la enfermedad, así como mitos y realidades acerca de la misma. El disertante será Lucas Giraudo. Es organizada por la Fundación para el Progreso de la Neurología, y tendrá acceso libre. Reservas en Chile 267, teléfono 4612360.
Campaña de Apross: “¿Están sanos tus riñones?”
La obra social estatal informó que continúa el Programa de Salud Renal de Apross.
Se desarrolla los lunes, miércoles y viernes de 8 a 12.30. Se realiza la detección, el diagnóstico y el seguimiento de los afiliados con albuminuria o alteraciones. La Administración Provincial del Seguro de Salud (Apross) relanzó el programa de salud renal «Riñones sanos, vida saludable», que comenzó a funcionar días pasados.
Este programa tiene como fin realizar la detección, diagnóstico y seguimiento de los beneficiarios que presentan albuminuria y/o alteración renal. Para acceder a los chequeos, los afiliados deben tener 50 años o más y presentar algún factor de riesgo como lo son la diabetes, la obesidad o la hipertensión, y tienen que concurrir en ayunas y con la primera orina de la mañana.
Los controles se realizan de manera permanente los lunes, miércoles y viernes de 8 a 12.30 en la sede central de Apross, ubicada en Marcelo T. de Alvear 758, Córdoba. Por consultas los afiliados se pueden comunicar al 0351-4689408 en los días y horarios antes mencionados para coordinar el turno.
Consejos útiles
La detección y el tratamiento de la enfermedad renal crónica, en etapas tempranas, pueden evitar o retrasar el avance a situaciones más graves, es por ello que se aconseja:
- Realizar un control preventivo a partir de los 50 años de edad.
- Mantener una presión arterial menor a 130/80 mm Hg, y en caso de ser diabético o tener proteínas en la orina una presión arterial menor a 120/70.
- Iniciar un tratamiento para dejar de fumar.
- Controlar la diabetes.
- Evitar los medicamentos que pueden dañar tu riñón, como los antiinflamatorios sin prescripción y/o control médico.
- Realizar actividad física acorde a tus posibilidades, como caminar rápido, andar en bicicleta, trotar suave durante 30 minutos.
- Mantener un peso adecuado.
- Regular el consumo de sal; no más de 5 gramos. (1 cucharadita por día). En las etiquetas de los productos, 1 cucharadita, equivale a 2.000 mg de sodio (leer las etiquetas para saber cuánto sodio contienen).
- Evitar poner el salero en la mesa.
- Cocinar sin sal, condimentar con hierbas aromáticas y especias.
- Consumir más comidas caseras y menos comidas pre-elaboradas como: (prepizzas, hamburguesas, productos de panadería, pastas rellenas, mostaza, kétchup, etcétera)
- Evitar los alimentos con alto contenido de sodio: palitos, papitas y maní salado, fiambres, carnes o pescados en lata, cubitos y sopas instantáneas, quesos, salsa de soja, entre otros.