El padre Víctor Dottori dijo que la drogadicción debe superarse con un trabajo de toda la sociedad en conjunto y dijo que es un flagelo “muy extendido”
El sacerdote Víctor Dottori dijo sentirse “como en casa” en Villa Nueva, la ciudad que lo cobijó este año cuando llegó para estar al frente de la Parroquia Nuestra Señora del Rosario, el tradicional templo ubicado en el corazón de la localidad. Elogió a los ciudadanos y, por otro lado, sostuvo que una de las problemáticas principales es la drogadicción, recalcando que quienes se convierten en personas adictas “a veces llegan al vicio por dolores terribles que acarrean”.
-¿Cómo lo ha recibido la ciudad y cómo se siente, a varios meses de haberse instalado aquí?
-Este es un lugar donde me siento como en casa. Para nosotros, cuando nos trasladan cuesta un poco el desarraigo y empezar a conocer nueva gente y realidades, pero esta ciudad es hermosa para lo que es el trabajo pastoral. Lo que me asusta es que es un poco grande y uno no llega a todos los lugares donde quiere llegar, pero es hermosa.
-¿Cómo definiría a los villanovenses?
-Es gente con historia, con tradición, con mucho orgullo y con ser de avanzar y de grandeza, lo que es bueno porque mueve a la sociedad a superarse y no estancarse. Es un pueblo con mucha historia y es consciente de eso.
-¿Tiene diálogo con el intendente?
-Nos encontramos en los actos, es un gobierno muy cercano, muy abierto al diálogo con todas las instituciones. Según lo que he hablado con los párrocos anteriores también ha estado cerca de la parroquia, que trabaja y está inserta en lo social, con programas que manejamos desde Cáritas para niños, con talleres, copa de leche y demás. Siempre se ha visto el diálogo y ayuda mutua, en esto tenemos que trabajar y sumar todos, dejar de hacer rancho aparte para trabajar todos juntos por el bien de la sociedad.
-¿Cuáles son las problemáticas esenciales que debe abordar la ciudad?
-La inseguridad en ciertos sectores y el flagelo de las drogas, que lo tiene todo lugar, es algo que excede a Villa Nueva. Hay jóvenes que caen en ese vicio, tengo mucho contacto con chicos, lo escucho y se lo ve. Es un problema muy extendido y toda la sociedad debe trabajar para ayudar a estos jóvenes, que a veces llegan al vicio por dolores terribles que acarrean. Nadie cae en la droga porque quiere. Llegan para callar dolores tremendos del alma, esto los sacerdotes lo vemos mucho porque estamos en contacto con la parte más dolida de la gente, es lo que experimentamos, se llega a esa parte de la vida para acallar tristezas terribles que llevan en su interior. Como sociedad tenemos que ayudar a superar.
Manavella ya está en la San Ignacio
Desde hace una semana y media, el sacerdote Ariel Manavella está como administrador parroquial de la Iglesia San Ignacio, a la que llegó para suceder a Sergio Peralta, quien voló a Roma.
“Ahora ya somos tres (los sacerdotes) gracias a Dios. Peralta ha ido a formarse unos años a Roma para multiplicar sus conocimientos y enriquecer nuestra labor pastoral”, subrayó Víctor Dottori.
Por otra parte, ante la consulta de EL DIARIO, el cura de Nuestra Señora del Rosario aseguró que “mucha gente” concurre al templo céntrico, una iglesia “grande que cuesta llenar”. “He experimentado en este tiempo que mucha gente viene a misa, especialmente los domingos a la mañana”, indicó.