Inicio Suplementos El Diario Cultura Papeles de un país desvastado

Papeles de un país desvastado

0
Papeles de un país desvastado

Hasta el viernes 27 se podrá visitar en la Medioteca la muestra de sellos y monedas del Centro Filatélico y Numismático de Villa María en conmemoración de su 65º aniversario. Entre los 40 expositores, Ricardo Aprile y Araceli Funes de Odetti se distinguen por sus colecciones sensibles a la historia de los argentinos: los bonos emitidos durante la hiperinflación y el material postal referido a las Islas Malvinas

 

p16-f1Cartas de guerra

“No me gustan las notas. Me cuesta hablar de mi colección porque implica hablar de algo muy doloroso”, me dice Araceli por teléfono. Le digo que es precisamente por eso que la llamo. Porque hablar de “eso otro” demuestra que la filatelia puede ser mucho más que el estudio de las piezas postales y volverse una disciplina comprometida con los acontecimientos más difíciles de un país; que el testimonio que pueda darme es demasiado importante para dejarlo pasar, que sus piezas trascienden la mera colección. “Si te parece que tengo algo importante para decirte, entonces charlemos un rato en la muestra”. Y Araceli llega puntual a la Medioteca. “¿Qué querés que te cuente? Ya te dije que no me gusta salir en los diarios…”. “Cómo es que un día decidió empezar a coleccionar sellos de las Malvinas”. Enciendo mi grabador. “Bueno, yo siempre estuve muy cerca del Centro Filatélico debido a mi amistad con “Pocho” Vargas y Arrieta (dos de los fundadores en 1951). Yo amontonaba estampillas sin un tema específico hasta que en el ´82, cuando empieza la guerra, recibo una carta de un vecino y amigo mío, don Everto Caballero. Lo habían nombrado primer jefe de correos de las Malvinas y sabiendo que yo coleccionaba, me escribió desde Puerto Argentino. El sobre está expuesto y acá lo podés ver. Desde entonces empecé a buscar todo el material postal referido a las islas. Me vinculé con soldados y familiares que me proporcionaron cartas, como el excombatiente Mario Ponce. Así que empecé a contar la historia de las islas a través del correo circulado”.

p16-f2Y Araceli me muestra esa cronología expuesta en seis pliegos. Ahí está Don Luis Vernet, que “en el Siglo XIX tuvo la primera comandancia y se la dio a los ingleses”. También una serie de sellos con mapas que muestra la situación geográfica de las islas y otra con la fauna y flora malvinense. Luego la declaración conjunta del ´71; la inauguración del aeropuerto Cape Pembroke en 1979 y la toma las Georgias del Sur en el ´81 “para desmantelar factorías inglesas de caza de focas”. Y al final, la guerra propiamente dicha documentada no sólo con estampillas sino también con cartas de los soldados. “Papá y Mamá, estoy bien. Telegrafíenme” dice uno de los papeles en apagada tinta del sur. Y uno puede imaginar una terrible novela de amor y soledad entre esas seis palabras. “A esta otra me la dio Marcos Belesi, un chico de Villa Nueva. Le había escrito a sus padres en un sobre con membrete inglés que decía “On Her Majesty´s Service” (al servicio de su majestad); pero él lo tachó y puso encima “al servicio de la Patria”. (Y es la única vez que Araceli se reirá a lo largo de la nota). También hay cartas a los padres con el sello que indica “Correspondencia del soldado sin cargo” y una que dice “A un soldado argentino”; una carta mandada por un chico de la primaria que, con toda certeza, jamás fue recibida. Y como “joya” absoluta, pende una medalla de latón dentado más parecida a una vieja ficha que a una condecoración. “Me la regaló un chico de Córdoba y me dijo que la mitad quedaba para el soldado y la otra para el Ejército. No sé cómo se la trajo entera”.

Sello de las islas años 60
Sello de las islas años 60

Entre el material “de puño y letra” veo una pieza donde reconozco el apellido de uno de los villamarienses caídos en combate. “Me la dio la esposa del chico Güizzo. A ella se la envió el Ejército comunicándole la muerte de su marido cuando hundieron el Belgrano. Es una de las piezas más dolorosas que recuerde haber conseguido nunca… Perdoname pero no me gusta hablar de esto. Tengo miedo de herir susceptibilidades. Hubo tanto dolor…” Araceli está a punto de quebrarse y hace una pausa. O quizás se quebró tantas veces que ya no le quedan lágrimas. Igual se mantiene incólumne como una “lady”, sin demostrar otra cosa que un imperceptible temblor en sus labios. “Ya te dije que no soy buena para las notas ¿Me vas a mostrar lo que vas a escribir?” Le digo que no tengo la menor idea lo que voy a escribir, que nunca sé ni por asomo. Pero ahora que estoy frente a la pantalla, lo

Sello soldado en Malvinas
Sello soldado en Malvinas

que se me ocurre decir sin otro fundamento que el de mi propia intuición es que esta mujer desarrolló como pocas un fabuloso instinto materno para con esos chicos de la guerra, sobre todo para con aquellos que nunca recibieron las cartas ni los chocolates. Y acaso por eso atesoró aquellos pedidos de auxilio de seis palabras: “Papá y Mamá, estoy bien. Telegrafíenme”. Y los convirtió en su propio modo de “telegrafiarles”, de decirles a esos chicos que no volvieron jamás que aún los seguimos esperando.

Al finalizar la nota, mi grabador registra las últimas palabras de la mujer. “Me gustaría donar esta colección a un centro de veteranos, pero como una cosa que se mantuviera en el tiempo. Ojalá que lo pueda hacer un día, aunque a veces desonfío. Acá hicieron una vez un Museo Antártico pero lo saquearon por completo. Y no quisiera que pase lo mismo con esta colección. No quisiera que se pierdan esos papeles. No quisiera que nadie se robe las cartas de esos chicos”.

Gracias, Araceli.

 

Plata fotocopiada para un país sin fondo

Aerógrafo de las Malvinas escrito por un soldado a sus  padres
Aerógrafo de las Malvinas escrito por un soldado a sus padres

Entre fabulosos patacones de plata y una colección completa de “pesos fuertes” de la muestra, duermen (y ojalá nunca despierten) preciosos ejemplares de “letras de cancelación obligatoria”; es decir “bonos”, esos papeles como fotocopias conque una veintena de provincias quebradas (y luego un país quebrado también) pagó sueldos y deudas a sus instituciones y habitantes.

El autor de esta colección referida a un tema que, bajo distintos nombres siempre está vigente en nuestro país, es un especialista en numismática: Ricardo Aprile. Y la primera pregunta se cae de madura.

Activo Villa María 1 peso
Córdoba LECOR

-¿Cómo nace tu colección de bonos?

-Nace un poco de rebote, durante un momento de mi vida en que me dediqué a adquirir monedas y billetes por los clasificados del diario. La gente me llamaba y yo le compraba lotes o lo que me querían vender y que ellos tenían en sus casas. Y así fue como, de tanto en tanto, empezaron a aparecer algunos bonos. Y por cierto los fui guardando. Un día cuando tuve unos cuantos, me puse a clasificarlos y al poco tiempo salió el catálogo de Eduardo Colantonio. Fue un libro tan importante como en su momento lo fue el de Bottero para los billetes de banco.

-Además de las provincias, tenés los “activos” de Villa María ¿Qué me podés decir de “nuestra plata alternativa”?

Activo Villa María 1 peso
Activo Villa María 1 peso

-Que curiosamente son los bonos de los cuales tengo menos datos. Igual puedo decirte que salieron durante la crisis, en 2002, por iniciativa de un grupo de personas que presentó el proyecto en AERCA y la entidad les dio el apoyo. Eso fue en pleno auge del club del trueque. La “moneda villamariense” intentó ser un paliativo a la crisis y se las repartía entre las instituciones pero se los utilizó muy poco. De hecho, he visto instituciones que los tenía flamantes en una caja y no quiso hacer nada.

-¿Por qué?

-Porque los bonos en general nunca fueron muy confiables y de eso se aprovecharon los especuladores de siempre, esos que lucran con la pobreza de los que menos tienen y te los compraban al 70% o al 80% del valor nominal. Además, la gente se los quería sacar de encima rápido y a veces hasta los tiraba. En Salta, por ejemplo, organizaron sorteos con la numeración de los bonos para que la gente los conserve. Pero como no había plata en el país, tuvieron que circular a la fuerza.

Lecop Nacional
Lecop Nacional

-Muchos jóvenes no saben de la época de los bonos y quizás se enteren en la muestra…

-La época de los bonos fue de terror, y estuvimos a centímetros que los emitieran de nuevo cuando cambió el gobierno. Hay muchos chicos no tienen idea de esta situación, como vos decís, cuando le contás se ríen o no te creen. Pensá que en Córdoba tuvimos tres tipos de bonos diferentes entre los dos tipos de Lecor y luego el Cecor. A todos los imprimían en La Casa de la Moneda y en “Ciccone Calcográfica”, por si te suena… (risas)

-¿De cuándo data el primer bono?

-De 1985 y lo emitió Salta. Fue cuando pasamos del peso argentino a los australes. Pero con la hiperinflación y la crisis alfonsinista empezaron a emitir Jujuy, Tucumán y Formosa. Sin embargo, la gran emisión fue para la crisis de 2001, donde menos Santa Cruz y Tierra del Fuego, todas las provincias tuvieron su “plata paralela”. Buenos Aires sacó el “Patacón” y hasta el Estado nacional hizo el Lecop. O sea que de alguna manera el Gobierno legalizó la existencia de ese dinero alternativo.

-¿Es difícil conseguir bonos de colección?

-Es complicadísimo. Y eso tiene que ver con que la gente no los guardó. Y los que recaudó la Nación y las provincias fueron destruidos. Por eso escasean en el mercado. Sobre todo de altas denominaciones. Al billete villamariense de 10 activos por ejemplo, no lo vi nunca. Y un Lecor de 100 pesos flamante ni siquiera tiene precio en catálogo. Por un bono de provincia sin circular, te están pidiendo 500 dólares en una subasta. También hubo bonos falsos que son difíciles de conseguir.

-La aparición de un bono ¿es una mala noticia para el país y buena noticia para el numismático?

-¡No! ¡La aparición de un bono es una pésima noticia para todos! Sólo que con el paso del tiempo uno puede hacer una colección con eso, un hecho estético e histórico con algo que en su momento fue tremendo para el bolsillo de la gente. Ojalá que mi colección se detenga en 2002 por los siglos de los siglos…

Amén, Ricardo.

 

 

Iván Wielikosielek