“En el fondo siempre fui un freak”, destila el querible, incontenible y desgarbado “frontman” de El Cuarteto de Nos, Roberto Musso, en el súper hit “Yendo a la casa de Damián”.
Buena parte del repertorio de la banda uruguaya hace gala histriónica de dicha condición. Títulos de placas como “Raro”, “Bipolar” o “Porfiado” (el tridente de álbumes que masificó su popularidad a nivel continental) refuerza ese concepto.
Pero a diferencia de la actitud flagelante de grupos anglosajones o estadounidenses con verba lacrimógena, la formación charrúa apuesta a esgrimir una atmósfera que endilgue la desfachatez y enfatice la hidalguía elegante del eterno perdedor.
En otro orden, la plataforma musical y en especial letrística del grupo (en base a las métricas endiabladas de Musso y la lírica irónica del bajista Santiago Tavella), han logrado soldar un puente entre músicos de longeva trayectoria con público cautivo de adolescentes y jóvenes, más adultos que logran disfrutar la misma performance, al tiempo que pueden detectar ciertas pistas filosóficas en el cancionero de sofisticada prosa.
El jueves por la noche, El Cuarteto convocó a cerca de 400 personas en el Verdi para socializar -en plan de despedida- “Habla tu espejo”. El set, de casi dos horas, arrancó con “Buen día, Benito”, pasó por la intensa y demoledora “Roberto”, “Todos pasan por mi rancho” (una simpática canción telúrica en plan acústico), “Whisky en Uruguay” (la particular versión de Whisky in the jar”), “El hijo de Hernández” y “El invierno del 92” antes de los bises.
Previo a ello, un desperfecto técnico vinculado a una Mac provocó un intervalo imprevisto. No obstante, a la vuelta, Musso tiró como primicia que tras una gira por América Latina regresarán a Argentina para grabar su nuevo disco.
J.R.S.