El muy visitado distrito brilla merced a su refinada arquitectura y a múltiples íconos populares. La diversidad de opciones culturales, entre agradables plazas y movimiento
Escribe: Pepo Garay
ESPECIAL PARA EL DIARIO
Algunos dicen que es el barrio más turístico de Buenos Aires, y el viajero se pregunta si eso será un halago. Lo que sí le queda claro, al caminar sus calles coquetas, sus remozados espacios verdes y contemplar la arquitectura francesa dispuesta por doquier, es que Recoleta resulta el distrito más elegante de la Capital Federal y uno de los más agraciados. En una ciudad tan bella, aquello no es poca cosa.
El delicioso sector se ubica en la llamada “Zona Norte”, pegado a Palermo y a Retiro (la línea D de subte facilita el trayecto), a través de la cual usualmente accede el villamariense que en bus y por obligación o decisión propia visita la metrópoli más grande del país, la segunda en tamaño de Sudamérica, la tercera de Latinoamérica.
Allí, lo que se respira es algo de aires de distinción, mezclados con el agite propio de la ciudad, de idiosincrasia porteña de largo hablar, recuerdos tangueros y nostalgia de la buena. También, muchísima cultura, sobre todo gracias a las múltiples instituciones y edificios temáticos que en “la Recoleta” tienen sede.
En ese sentido, sobresalen figuras como el Centro Cultural Recoleta (cuenta con casi 30 salas donde se realizan exposiciones artísticas de diverso tipo), la Biblioteca Nacional (símbolo de la erudición a nivel país, más allá de lo estrambótico del edificio), el Palais de Glace o Palacio Nacional de las Artes (otro célebre centro de exposiciones), el ex-Teatro Splendid (hoy librería comercial y café) y el Museo Nacional de Bellas Artes (que entre otras virtudes aloja obras de Van Gogh, Goya, Kandinsky, Miró, El Greco, Carlos Alonso, Quinquela Martín, Berni y Fernando Fader, por sólo nombrar algunos maestros de la pintura nacional y universal).
Cementerio y más
Continuando con el recorrido por los lugares de interés, algo más alejados del arte (aunque no tanto) aparecen mansiones como la Alzaga Unzué (referente del rubro “palacios”, que en la zona hay en cantidad) y emblemas de la talla del Cementerio de la Recoleta y la Basílica Nuestra Señora del Pilar.
El primero corporiza un paseo imperdible. Se trata de uno de los cementerios más famosos del mundo, por el papel que se le ha otorgado popularmente y, para el orgullo nacional, por alojar a figuras históricas del calibre de Juan Manuel de Rosas, Eva Perón, Sarmiento, Mitre, Alberdi, Roca, Avellaneda, Alem, Yrigoyen, Adolfo Bioy Casares y Victoria Ocampo, entre muchos, muchísimos otros.
La Basílica (año 1732), en tanto, regala en su rincón un tenue ambiente a pueblo. Está enclavada al lado del cementerio y de la agradable plaza Alvear. Allí, al igual que el resto de las explanadas del barrio (la Francia, la Mitre, la Urquiza, por caso), suelen desparramarse puestitos de artesanías, libros y antigüedades, que entregan un aura muy porteña y encantadora.
De esa área nace también la calle Junín, columna vertebral de Recoleta y disparador para volver a caminar el distrito, apreciando en nueva cuenta las estatuas de la calle, las grandes y europeas casonas, la infinidad de cafetines y restaurantes, los centros comerciales de diseño, la burbuja que pareciera no corresponder a estas latitudes, y de ahí el interés por echarle un ojo.