Sus nombres son Misael Ogas y Juan José Balmaceda. Ambos aseguran que personal de seguridad del lugar los obligó a abandonar la fila mientras aguardaban para ingresar al espacio bailable junto a sus amigos
Lisa y llanamente discriminados. Así se sintieron el sábado por la noche dos jóvenes villamarienses mientras que, con sus diferentes grupos de amigos, aguardaban para ingresar a «Lola Cruz», un boliche bailable que funciona a la vera de la ruta nacional 158, hasta que fueron desplazados del lugar por personal de seguridad de dicho espacio.
Sus nombres son Misael Ogas, de 22 años, y Juan José Balmaceda, de 18 años, y ayer a través de sus respectivas cuentas de la red social Facebook relataron los lamentables episodios por los que tuvieron que atravesar, cuando lo único que querían era pasar una noche de diversión junto a sus amistades.
«Moneda corriente»
Ogas comenzó su relato diciendo: «Discriminación en ‘Lola Cruz’. Como es moneda corriente en los boliches de Villa María, así me trataron por exigir una respuesta ante un evidente hecho de discriminación».
«Luego de esperar un rato en la fila, uno de los integrantes del personal de seguridad me dijo a mí y a personas que estaban conmigo que nos retiremos porque sin entrada no podríamos pasar», contó asombrado.
Seguidamente relató: «Esperamos un momento, aproximadamente 5 minutos, y luego intentamos probar suerte haciendo cola nuevamente».
«Al llegar hasta donde estaba apostado el mismo efectivo de seguridad, repitió lo que ya nos había dicho, haciéndonos correr para que pase otro grupo de chicos que también venían sin entradas», sostuvo.
Ante eso Ogas señaló que «le consulté al agente de seguridad por qué no nos dejaban ingresar y le solicité que nos dijera dónde conseguir entradas, ante lo cual hace caso omiso».
«Ante ese gesto, le advertí que iba a presentar una denuncia ante la Dirección Nacional del Registro de Empresas y Trabajadores de Control de Admisión y Permanencia (Rencap), entidad que depende del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, y que además haría público el caso por ser un acto de flagrante discriminación», detalló.
Continuamente, indicó que «luego de esa advertencia continué sin recibir respuesta alguna de parte de los responsables de seguridad y decidí tomar fotos para adjuntarlas y aportarlas como prueba al momento de hacer pública la denuncia».
«Ante eso el uniformado, al que los testigos reconocieron con el nombre de Mariano Gilli, junto al personal de seguridad, respondieron de manera patoteril y me intimidaron a través de amenazas, atropellando todo tipo de garantías constitucionales y exigiéndome que borre las fotos tomadas o que de lo contrario me llevarían detenido, haciendo todo tipo de alusiones cínicamente jocosas con respecto al frío que pasaría en el calabozo y cosas por el estilo», denunció muy molesto.
Según el relato de Ogas, «acto seguido, el uniformado le solicitó al personal de seguridad que llamara al móvil de la patrulla policial».
«Presionándome e intentando hacer de su carácter de ‘autoridad’ un instrumento de atropello hacia mí persona, me exigió el celular, anunciando que iba a quedar detenido y que me iban a secuestrar el teléfono. Continuó con la intimidación, afirmando que si veía una foto suya en mi teléfono me llevaría detenido y me exigía que lo desbloqueara», contó Misael y agregó que «posteriormente me hizo borrar las fotos, sosteniendo él mismo mi teléfono, y se adentró a revisar mis fotos personales para observar que no haya imágenes de él. Recién entonces me dejó ir».
Por último, Ogas opinó que «denotaron una inferioridad atroz hacia mi persona, dejándome a la deriva de cualquier derecho que pudiese existir, haciéndome temer por mi integridad física, obligando a ceder y doblegando mi intención por medio de la presión a eliminar las fotos que hacían de mi privacidad y prueba para una potencial denuncia contra este evidente caso de discriminación».
Diferente excusa, mismo final
En un hecho totalmente separado al de Ogas, pero que también terminó con jóvenes sin poder ingresar al lugar, el perjudicado fue Balmaceda, quien contó: «Nos discriminaron por ser como somos. Estaba con un amigo de Río Cuarto esperando para entrar y un seguridad nos dijo que no podíamos ingresar».
«No sé si fue por la cara que tenemos o por nuestra forma de vestirnos, pero lo que sucedió fue un acto de discriminación», contó muy apenado y a la vez relató: «Para no salir lastimados y para que esa clase de persona no nos amargue la salida, nos retiramos del lugar sin hacer ningún problema. Nos fuimos a bailar a otro lugar».