Huarpes y cuyanos

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Huarpes y cuyanos

Por el Peregrino Impertinente

Los huarpes son un pueblo originario que supo habitar buena parte de la región de Cuyo. Lo hacían en patas, igualito que los argentinos modernos, a quienes, aparentemente y a pesar de pagar el gas más caro del mundo y de no contar en sus hogares con el costoso sistema de loza radiante marca “Los jeques árabes y dos o tres tipos más”, les encanta andar descalzos en pleno agosto.

De naturaleza pacífica y costumbres milenarias, los huarpes se arraigaron en los territorios que hoy pertenecen a las provincias de Mendoza, San Juan y San Luis, fundamentalmente. Allí, llevaban adelante un estilo de vida caracterizado por la conexión con la naturaleza, haciendo uso de los recursos que les daba la Pachamama. “¿Pacha qué? Eso vendría a ser como una sucursal del Changomas, ¿no?” dice el joven promedio de hoy, justo antes de recibir un cachetadón en la nuca bien puesto.

Actualmente, el viajero puede apreciar el aura huarpe en los valles cercanos a la cordillera, donde los nativos solían corretear a ñandúes, liebres y vizcachas, la base de su dieta diaria. Asimismo, formaba parte del menú el guanaco, también llamado “Funes Mori” por los aldeanos de la época.

Decimos aura porque poco más es lo que queda de ellos. Tras la avanzada civilizatoria de los españoles (“una máquina: los tipos tenían una vocación ofensiva que ni el Newell’s de Bielsa”, en palabras de un excitado Sarmiento), los huarpes quedaron confinados en unas pocas aldeas de la desértica zona de las Lagunas de Guanache (sur de San Juan). Se calcula que son apenas 10 mil los descendientes directos que aún quedan con vida, la mayoría de ellos sumidos en la extrema pobreza. “Igual estamos viendo a ver qué onda con el segundo semestre”, apunta uno de los caciques.