Escribe Daniel Sánchez DESDE VENEZUELA
Mérida, la ciudad de los caballeros, en el estado de Mérida, de la Bolivariana República de Venezuela. A 2.600 metros sobre el nivel del mar, es una bonita ciudad de aproximadamente un millón de habitantes, cubierta de una exuberante vegetación y rodeada de montañas, lo que le da un clima caluroso durante el día y fresco en la noche.
La gente aquí es extremadamente amable, tranquila como todo caribeño, siempre dispuesta a conversar y a diferencia del resto de Venezuela, muy futbolera. Por estos días todos los merideños están lamentándose, y agradeciendo, que Messi no juegue este martes contra la Vinotinto ya que están tan desesperados por conseguir puntos como Maduro por conseguir apoyo. A propósito, cuando preguntas por el futuro del presidente todos te dicen: «Y, se cae de ‘Maduro’». Todo parece indicar que el fin de la Revolución Bolivariana está muy cerca, hay escasez de alimentos como el arroz, harinas, aceites, leche y algunos productos de tocador como champús, jabones de mano y de ropa, dentífrico, papel higiénico y muchos otros productos que, si estás cerca de la frontera con Colombia, como lo están aquí, cruzás y te lo proveés a precios mucho más caro, o acudes al mercado negro. Y lo que más comenzó a escasear son los chavistas, ya casi no se consiguen en ningún mercado.
De lo que no pueden quejarse los venezolanos es del precio del combustible, llenar un tanque de nafta Premium cuesta unos ¡¡¡¡seis pesos argentinos!!! Todos los automóviles son con motor de 8 litros, por lo menos. Pero no sólo la nafta es barata, un boleto en el metro, un excelente sistema de trolebús que recorre por una vía exclusiva y a lo largo de 14 kilómetros Mérida y Ejido, la ciudad vecina (como Villa María y Villa Nueva) cuesta 50 bolívares los cinco viajes, es decir, unos ¡75 centavos argentinos! nos costaría viajar cinco veces de Villa María a Tío Pujio.
Desayunar opíparamente -como si fueras Lázaro Báez- arepas rellenas con salchichas y huevo o chicharrón (que no es como el chicharrón argentino), pastel de carne o pollo, café y jugo natural, vale lo que cuesta un café en el país: 25 pesos. Dicen los merideños que Mérida es la ciudad más segura de Venezuela, y se la ve y siente bastante segura, pero para mí debe ser la más barata.
Algunos consejos si alguna vez viajás hasta este magnífico lugar o algún punto de Venezuela: nunca utilices tarjetas de crédito o débito, siempre pagá en efectivo porque si no perderás el 1.000%, y nunca cambies dólares en el mercado oficial, por la misma razón que la anterior, y cuando vayas a cambiar dólares al mercado negro -aquí no conocen la palabra blue- hazlo con confianza, que es casi legal. Llevá siempre una bolsa de consorcio porque te llenarán de billetes de 100 bolívares, que es el más grande que tienen. Nunca cambies más de 100 dólares o tendrás que quedarte un año para gastarlos, o hacer como yo, tener que comprarle regalos a todo el mundo, algo que realmente detesto.
Con respecto a nuestra tarea, la federación de fútbol local ha puesto a disposición de la prensa extranjera buses que nos trasladarán desde el centro de Mérida hacia el estadio, ida y vuelta, nos ofrecieron un chip para el teléfono y nos dieron un número de contacto para llamar por cualquier inconveniente que pudiésemos tener, algo que habla de lo excelentes anfitriones que son. Caminando por la ciudad me sorprende ver tan pocas camisetas “vinotinto”, algo propio del folclore futbolero que se da en toda ciudad que se dispute un encuentro entre selecciones y más si hay eliminatorias de por medio. Pero sí encontré varias argentinas, una de ellas fue mientras desayunaba en el mercado principal y la portaba Israel López, de San Cristóbal, ciudad distante 250 km de Mérida. Israel me cuenta que es hincha fanático de nuestra selección ya que sus padres eran argentinos de San Isidro y se habían trasladado a Venezuela siendo novios adolescentes. El fanatismo de este venezolano es tal que en la final del Mundial entre Argentina y Alemania perdió en una apuesta una moto KLR 650 y también me cuenta que perdió dinero en las dos finales de la Copa América. Le agradezco a Israel haber hablado con nosotros, le deseo suerte y le recuerdo que no jugarán ni Messi ni Dybala por si se le ocurre volver a apostar.
Todo indica que ganaremos el encuentro de hoy, la historia, las individualidades, los sistemas, los equipos y todo lo futbolístico que podamos comparar, pero además los propios venezolanos lo dicen, y expresa que a «Dudamel le queda menos que a Maduro»; pero esto es fútbol y muchas veces nada sale como uno lo planea o espera que salga. Venezuela necesita ganar sí o sí o de lo contrario quedará fuera de competencia y su técnico consciente de esta realidad, apeló a la gesta revolucionaria y le pidió a sus jugadores «vencer al imperialista argentino».
En pocas horas más estaremos desde el Metropolitano siguiendo las alternativas de un encuentro que es crucial para el local y solo un escalón más hacia Moscú para nuestra selección, la de la generación maldita. Hasta ese momento, como dicen aquí, «a la orden».