Escribe Pepo Garay ESPECIAL PARA EL DIARIO
La localidad, fundada por inmigrantes germanos, avisa que Paraguay también atesora hermosos cerros. Las bellezas naturales circundantes y el aura teutona que sorprende
Paraguay tiene montañas. No son descomunales, pero sí muy lindas. Bendita noticia para el viajero, que en el análisis previo ni se imaginaba los hechizos en roca del hermano país. Una Patria que se la sabe lungas en llanuras, en cultura ancestral capitaneada por la lengua guaraní y en pueblos de esencia nativa e inmigrante al unísono y que en materia de cerros también atesora lo suyo. La sorpresa se llama Colonia Independencia, aldea que sirve de base de operaciones para recorrer la preciosa Cordillera del Ybytyruzú y disfrutar de la herencia alemana que mantienen con vida muchos de sus habitantes.
Esta última oración aparece como yapa, aunque en realidad corporiza otro atractivo de fuste en la localidad del centro-sur de la nación vecina (180 kilómetros al este de Asunción). Y es que el municipio, referente del Departamento del Guairá, es un emblema de la identidad germana en Paraguay. Engendrado en el año 1919 por soldados alemanes que venían de pelear en la Primera Guerra Mundial, el pueblo conserva tradiciones europeas a manos llenas.
Aquí se hace la Fiesta de la Cerveza. Aquí los alumnos de la escuela primaria y secundaria hablan perfecto alemán. Aquí se cocinan salchichas y se prepara el chucrut. Aquí se fabrica el vino hijo de cepas con origen transcontinental. Aquí los inmigrantes teutones y sus descendientes tienen los jardines impecables y los modales muy diplomáticos.
La onda fue asimilada por el resto de los locales, recontra paraguayos en eso de hablar guaraní y recordar al dedillo la fatídica Guerra de la Triple Alianza (ojo los argentinos que se les escape la lengua hablando del tema), pero también respetuosos y hasta admiradores de la cultura traída por los germanos. Una constante a nivel nacional, la de un país experto en recibir japoneses, ucranianos, brasileños y, claro, alemanes. Amalgama multirracial que aterrizó en el corazón de Sudamérica dispuesto a echar raíces.
Ybytyruzú, con sabor a Baviera
Tras absorber las particularidades del cuadro antropológico, llega el turno de saborear los paisajes de Colonia Independencia. Son suaves e impolutas las postales que lanza la Cordillera del Ybytyruzú, cercana a la vista y a los sentidos, con esas praderas verdes que se ondulan al son de colinas remolonas, de verdes claritos y sinceros. ¿Baviera? Sí, hay algo del sur alemán en el dibujo. Aquello explica algunas cosas.
En el rededor urbano (cuyos dos mil y pico de habitantes se mezclan fácil con la naturaleza, con la vida de campo) las opciones son varias. Entre las escapadas más célebres, la primera en salir al ruedo es la que lleva a la cima del Cerro Akatí (la caminata limpia demanda todo un día, también se puede contratar la excursión en jeep). En números, los 660 metros de altura parecen poco. A nadie le importa la cifra, fundamentalmente luego de inhalar las majestuosas vistas del norte del Guairá que regalan las alturas. Infinita la alfombra natural que se expande, los matices de verde, los cielos de nubes multiformes. Feliz, muy feliz la experiencia.
Después, la recomendación es visitar los saltos Suizo (40 metros de altura y entorno de bosque), Pa’i, San Vicente y Mbyju’i (todas las cascadas alimentan ollas naturales de 10 metros de profundidad) y los cerros Corá, de la Cruz y Mymyi. Más lejos queda el Tres Kandú, cuyo ingreso principal reside a 50 kilómetros de Independencia. Los 842 metros que ostenta lo convierten en el cerro más alto del Paraguay. Este hermoso y enigmático país que, ya lo habrá aprendido el lector, también tiene montañas.
RUTA alternativa – Migración de los ñu
Por el Peregrino Impertinente
Para algunos un espectáculo, lo que se dice espectáculo, es ver al negro Jean Carlos cantando “El Papichulo” en vivo, acompañado de 37 músicos que creen que la guitarra es para jugar al ping pong como una vez hicieron El Chavo y Quico, mientras mujeres incendiarias le prometen al cantante gestas amorosas y éste responde con frases legendarias como “qué lo qué”, “mueve” y “sacude, sacude”.
Para el viajero, en cambio, espectáculo, lo que se dice espectáculo, es asistir a la gran migración de los ñu, que usualmente comienza a finales de mayo y se extiende durante unos tres meses. Un periplo que se inicia en el sur del Parque Nacional Serengeti, en Tanzania, y que tras tres mil kilómetros de marcha finaliza en la Reserva Maasai Mara de Kenia. Todo, en el centro-oriente del Africa. “Obvio”, mentirá algún que otro lector, negando a muerte que ya tenía el Google Maps abierto en el noroeste de Asia, y en otra ventana la página www.pornoamorir.com.
Basta con ver las imágenes de los documentales para sentirse maravillado: en total son más de 1,5 millón de ñus corriendo en estampida por territorios salvajes, acompañados incluso de varios miles de cebras y gacelas. “¿Y a ustedes quién las invitó?”, pregunta a las desconocidas cuadrúpedas el líder de la excursión, con esa cara que sólo los ñu saben poner. “Guau, guau, miau”, responden las astutas aludidas, liberándose de la situación con maestría.
El momento clave del viaje se da cuando los animales cruzan el río Mara, siendo varios de ellos devorados por cocodrilos sedientos de sangre, cual Aranguren. Se calcula que por este y otros imponderables, una sexta parte del pelotón no llegará a destino, donde tras semejante esfuerzo los esperan extensos pastizales, abundante agua y, por fin, días y días de procreación. “Ahora no me vengas a decir que te duele la cabeza, eh”, le dice un ñu a la esposa, que no lo escuchó porque estaba colgada mirándole los cuernos.