Visiblemente conmovido por el homenaje y el reconocimiento a sus dos más grandes logros, Gustavo Ballas dijo: “Les pido a los chicos que sean locos soñadores, porque yo fui y soy un loco soñador. Cuando bajé la escalera de mi casa del barrio Rivadavia estaba seguro que iba a ser campeón del mundo, y ahora sé que no voy a parar hasta lograr una granja para recuperar a los pibes con problemas de adicción. No tengo ni para dos ladrillos, pero ya aparecerá algún señor con dinero, que no sepa qué hacer y quiera invertir en eso, o algún gobernante. Pero sé que lo voy a lograr y ése será mi techo, no antes”.
El excampeón del mundo habló así sobre el escenario del Auditorio Antonio Sobral ante una nutrida concurrencia entre la que se destacaron las presencias de su “eterno” rival, Santos Benigno “Falucho” Laciar; el mítico periodista y relator de boxeo, Rubén Torri; el destacado y reconocido relator local Miguel Angel Juan, el comentarista Arturo Moroni, periodistas locales; el intendente municipal, Martín Rodrigo Gill; el presidente del Ente de Turismo y Deporte, Marcos Bovo, y varios pugilistas de trayectoria como Daniel Bracamonte y Rocky Giménez.
También asistieron amigos de la infancia. El más destacado fue el abogado Ricardo Borsato, quien emocionado recordó anécdotas del barrio y le regaló su propio ejemplar de la revista El Gráfico, en el que Carlos Irusta le había hecho la nota a Ballas tras ganar éste el título del mundo.
“Yo ya lo guardé celosamente durante mucho tiempo. Ahora es tuyo”, dijo Borsato, y abogado y pugilista se fundieron en un cálido abrazo.
Desde Chile, donde se encuentra desarrollando su profesión, lo saludó su hijo Gustavo mediante un video y, desde Buenos Aires, excusándose de no poder asistir por motivos personales, lo saludó mediante una carta que fue leída al público Ernesto Cherquis Bialo.
Un sitio preferencial, tanto en la platea como en el corazón del campeón lo tiene y lo tuvo anoche durante la ceremonia su esposa, «la Tana».
A su tiempo, el intendente Martín Gill sintetizó en su alocución el sentimiento de una ciudad: “Cuando Gustavo ganó el título del mundo todos los villamarienses nos sentimos campeones, fue un logro colectivo” y remarcó la verdadera importancia de la conquista del púgil local al sobreponerse a las adicciones.
Todo fue emoción, aplausos y reconocimientos: el de la ciudad a Gustavo Ballas y el de Gustavo Ballas a quienes lo ayudaron y sostuvieron.