Durante sus ratos libres, Ebelio Rafael Ojeda le ha dado vida en “3D” a buena parte de los almanaques de “Alpargatas”. Con una precisión anatómica asombrosa y el vuelo plástico de un escultor profesional, este maestro mayor de obras oriundo de La Playosa ha dotado de una nueva dimensión a los gauchos más queridos del país
Es una verdadera emoción verlos a todos juntos, alineados en la mesa y vueltos estatuillas. Porque aquel domador con el rebenque o aquel gaucho que vuelve al pago en un tobiano eran seres de dos dimensiones; personajes de papel como esa negra que amasa el pan para la familia o la partida de truco bajo el farol de una pulpería. Por eso es una verdadera emoción verlos a todos juntos, alineados en la mesa como soldaditos con sombra y volumen, vueltos materia a través del duro quebracho o el maleable cedro.
Génesis de un artista de raza
Hay artistas (hay hombres) para quienes no existe separación alguna entre el “hacer” y el “imaginar”. Como si su mero pensamiento ya incidiera sobre la materia. De modo que un boceto salido de sus manos es, más que una guía, un fabuloso “hágase”. Por otra parte y según los teólogos, una de las características de la Divinidad es que en su propia ontología “el pensar y el hacer” son una misma cosa. Y bien, hay artistas (hay hombres) que pertenecen a esta raza de creadores. Y sucede que cuando uno ve sus obras, se siente testigo de un pequeño milagro. Este periodista puede afirmar, sin temor a equivocarse que, Ebelio Rafael Ojeda es esta clase de hombre, esta clase de artista. Y no solamente por la fabulosa serie de “Molina Campos en 3D” sino por los “Cristos” esculpidos en madera, las figuras humanas que han salido de su punzón y ha dotado de maravillosa sensibilidad, y por las maquetas de edificios enteros que ha llevado a escalas de uno en cien y que me enseña fotografiadas en su celular.
“Este es el teatro que me imaginé para La Playosa y me salió así. Lo pensé, lo dibujé y acá está. Porque yo trabajo con Hugo Garetto haciendo la escenografía del grupo -me dice Rafael, señalándome a su amigo y director del elenco, que lo acompaña-. En el pueblo no hay una sala de teatro y se habló de hacer una en las instalaciones de un cine viejo. Pero eso costaría igual que hacer uno nuevo. Así que ya tengo la maqueta. Incluso se la presenté a la intendenta y le encantó. Si nunca la hacen, está todo bien. No pasará de ser un delirio mío, como tantos. Pero siempre me digo que a este mundo lo hicieron los locos, no los cuerdos”.
Y el hombre agranda con el “zoom” una suerte de partenón en miniatura; una sala con amplia entrada y columnas blancas. Se trata de una sala de 13 metros por 22 y espacio para 156 localidades rodeando un escenario giratorio. “Es para que se pueda armar la escenografía tras el telón mientras se desarrolla la obra. Digamos que el escenario es como un plato”, me dice con seriedad.
Pero las esculturas y los diseños no son las únicas obras de este artista. “Vos tenés que ver lo que es la casa de este loco”, me dice Hugo. “No tiene ventanas y a la vez tiene cuarenta. Tiene la mesada en el medio. No tiene revoque. Tiene los ladrilllos puestos sin trabar. Y al fondo del patio construyó una pirámide”. Y Ebelio se ríe al escuchar a su amigo. “La pirámide en realidad es mi atelier. La hice toda de chapa y madera con un entrepiso. Ahí me meto durante mi tiempo libre, que por suerte es cada vez mayor. Y entonces me pongo con los inventos y las esculturas”.
Y el amigo actor prosigue. “Te dice eso porque este tipo es dueño de su tiempo. A él nadie le viene a decir lo que tiene que hacer ni cuándo. Si vieras las escenografías que nos hizo para el teatro, es algo impresionante… Si te tiene que hacer una puerta, te la hace mejor que la puerta de tu casa. Y hasta le pone cerradura…
Cristo salva al mundo desde un broche de madera
Le pregunto a Ebelio cuándo nació su vocación de dar forma y volumen a la materia. Hete aquí su respuesta: “Yo tenía 8 años y estaba con paperas. Y como no tenía nada que hacer, agarré un broche de madera y con una gillette hice una cruz con un Cristo. Creo que se lo terminé regalando a doña “Chola” Ciencia que era la directora de la escuela de La Playosa. Esa fue mi primera escultura. Pero siempre me gustaron las formas”.
-¿Eras buen dibujante?
-Yo dibujé siempre. Vine a la escuela del Trabajo y a los 17 años, mientras hacía el primer año de maestro mayor de obras, me vio dibujar el arquitecto Carlos Alonso y me llevó con él. También pasé por varios estudios de la ciudad haciendo planos. Eso te despierta mucho la imaginación de los volúmenes.
-¿Y cómo nace esta serie de Molina Campos?
-Fue curioso. Yo había hecho un Inodoro Pereyra con toda la familia, es decir la Eulogia, Mendieta y el chancho Nabucodonosor, todos en este mismo tamaño. A mi hijo le encantaron y me dijo “viejo ¿por qué no te ponés con los personajes de Molina Campos?” Y acepté el desafío. Lo primero que hice, me acuerdo, fue aquel domador, en 2014.
-¿Cuánto tiempo te lleva cada escultura?
-Cada imagen me lleva casi dos días. Pero luego va el ensamble en la escena y la inserción de los otros materiales. Las riendas de los caballos, por ejemplo, la hago con cuero trenzado, como el original. Los faroles de la pulpería son de cobre. Así que una estatuilla terminada me puede llevar una semana.
-Es difícil imaginar un mejor producto regional “made in Argentina” para llevar al exterior. ¿Los hiciste pensando en venderlos?
-No, nunca. De hecho no he vendido ninguno ni me interesa venderlos. Los hago por puro hobby y a la mayoría los he regalado. De hecho, muchos de los que están acá son de mi hijo. El vive en Salta y se hizo una vitrina de cuatro metros de ancho para exponerlos. Hace poco le regalé uno a un médico que me operó de un cáncer. También le di uno a un canadiense que se lo llevó para su país. Por suerte estoy bien económicamente porque vivo de mi trabajo de maestro mayor de obras. Esto es pura diversión para mí.
-¿Qué querés decir?
– Quiero decir que en mi vida pasé mucho tiempo trabajando, y muchas veces tuve que poner el lomo. En La Playosa hice la conducción técnica de toda la obra de pavimentación, y también los dos primeros módulos del sistema Escom de construcción de casas. Después por suerte la pegué con los moldes para construir nichos. Una idea que he patentado y ahora tengo tiempo. El tiempo es lo más precioso que tiene un ser humano. Y llegué a un punto en que me dije “ahora puedo hacer lo que se me antoja”. De momento son estos personajes, pero mañana puede ser otra cosa.
-Contáme acerca de los materiales…
-Trabajo con quebracho colorado y cedro. Compro tirantes de tres metros de largo y dos pulgadas de ancho de Negrete, acá en Villa María. Luego dibujo y corto la madera con la amoladora, pensando siempre en la tercera dimensión de acuerdo al perfil. Luego trabajo con un torno Dremel, lijas, gubias, todo lo que sirva para calar. Después coloreo los personajes con nogalina y lustre, pero también con pinturas.
–Me decías que ahora te interesa Molina Campos, pero mañana puede ser otra cosa…
-Sí, porque a mí me interesa todo. Leo muchos libros de física y de historia. Soy fanático de Stephen Hawking, pero también me gusta mucho la política.
Y en ese preciso momento su compañero Hugo lo interrumpe. “Es que este loco no te dijo todo lo que hace… A mí me fabricó un calentador solar con caños de termofusión y vidrio que anda una barbaridad. ¡Ahora tengo agua caliente todo el día sin gastar en gas! También fabricó un horno para cocinar 7 mil ladrillos en 22 horas, cuando en un cortadero tardás 4 ó 5 días. Es un bocho. Te lo digo yo, que lo conozco de chiquito”.
Ebelio Rafael sonríe. Ya se tiene que ir. Nunca está mucho tiempo en un mismo lugar, confiesa. Ahora lo esperan las maderas de Negrete, una supervisión de nichos en el cementerio local y, luego, cuando vuelva a su Playosa natal por la ruta, un largo pensamiento sobre los viajes en la dimensión espacio-tiempo. Acaso una charla silenciosa con Stephen Hawking y el modo en que viaja la luz de una estrella a otra. Con esa misma facilidad conque se atraviesan los siglos hasta brillar en la noche terrestre. Con esa misma chispa divina conque algunos artistas (algunos hombres) pasan de la imaginación a la realidad o de un dibujo al 3D. Haciendo que el mundo de la materia sea tan liviano y fascinante como en el reino de la imaginación más pura.
Ojeda y Olcelli exponen sus caricaturas en La Playosa
“Si te fijás bien, los dos somos caricaturistas”, dice Raúl Olcelli, dibujante de “EL DIARIO”. Y vaya que si está en lo cierto. “La única diferencia es que sus caricaturas son en 3D y las mías son de papel y lápiz. Ese es el único y pequeño detalle”, dice Raúl y se ríe.
“Será mi primera muestra”, comenta Ebelio Rafael Ojeda. “Y está buenísimo que la hagamos con Raúl, que es un grandísimo artista oriundo de mi pueblo”.
La muestra inaugura el sábado 22 de octubre con entrada libre y gratuita.