Radicado en Córdoba en 1870 y fallecido en 1909, Jorge Briscoe Pilcher pasó desapercibido durante más de un siglo para la fotografía nacional. Sin embargo, hace algunos años fueron apareciendo sus álbumes. Paisajes de La Docta, inauguraciones de diques y ferrocarriles y, a modo de anexo, una fabulosa serie registrada en Villa María, Villa Nueva, Cárcano y Ballesteros; lo que constituye la galería de imágenes más antigua de la Pampa Gringa. La historiadora cordobesa Cristina Boixadós, a punto de publicar un libro consagrado al fotógrafo nacido en Liverpool, revela a un artista esencial para entender la Argentina del siglo XIX
Alrededor de 1887 un inglés estuvo en Cárcano. Se ignora cómo y por qué. Lo que sí se sabe es que en ese tiempo, la Estancia Ana María era una suerte de “casco europeo” en medio de la Pampa. Y no es de extrañar alguna invitación VIP entre gentlemans. Caballos de pedigree y rojizas vacas Shorthorn constituían el tesoro ganadero del político. Y aquel fotógrafo lo había registrado en plena faena. Señoritos de traje y sombrero junto a “criollos” de poncho y peones rurales. Luego, el inglés seguiría hasta Ballesteros donde fotografiaría la estación de trenes y una postal antropológica (y antológica) de sus primeros habitantes. Pero también la inauguración del puente Vélez Sarsfield en Villa María (1881) y el Colegio Mitre de Villa Nueva (en 1888). Y tal vez Jorge Briscoe Pilcher nunca supo que estaba sacando las primeras fotos del “lejano sudeste” en un país tan nuevo; que sus negativos de vidrio serían las primeras ventanas por las cuales los habitantes de esta comarca se asomarían, un siglo y medio después, a un pasado fascinante y salvaje.
Quinientas ventanas al pasado
“Pero, ¿cómo es posible que un eximio y prolífico fotógrafo que trabajó entre 1870 y 1890 en Córdoba ofreciendo más de 500 vistas urbanas haya pasado inadvertido, por no decir olvidado, en nuestro patrimonio?”. A la pregunta se la formula a sí misma la propia Cristina Boixadós en un texto sobre la vida y obra del artista. Y es, casi palabra por palabra, la pregunta con la que inicio este reportaje.
“No sé exactamente los motivos, pero sin dudas hubo muchas mezquindades. Y también la nula valoración por la fotografía de autor que, durante más de un siglo, predominó en la ciudad. Lo que sí te puedo decir es que después de 20 años como fotógrafo y con muchas vinculaciones con el poder político, Pilcher presenta la quiebra. Y no sólo cierra su casa de fotos, sino que posteriormente pierde todo lo que había adquirido: propiedades, terrenos y sus preciosos álbumes. Y luego vuelve a trabajar en un banco, que era su profesión primera”.
-¿Cómo te documentaste sobre Pilcher? Me imagino que un “fotógrafo fantasma” carecía de biografía…
-Te imaginaste bien. Nadie había escrito sobre Pilcher. Sólo hay cuatro renglones en un libro de Efraín Bischoff y nada más. Así que todo lo que averigüé lo hice durante 10 años consultando diarios y documentos de archivos; comunicándome con historiadores de Uruguay y charlando con especialistas en fotografía. Y sobre todo, desempolvando viejos álbumes. Así fui armando el rompecabezas de su vida y poco a poco le fui poniendo nombre y presencia a la obra de ese hombre.
-¿Cómo llega Pilcher a Córdoba?
-No se sabe a ciencia cierta; sólo se sabe que había nacido en Liverpool en 1841, que a fines de los 60 trabajaba en un banco uruguayo y que se casó con una mujer cuya hermana vivía en Córdoba. Esta última puede ser una de las razones. Lo que sí se sabe es que en 1870 alquila una casa en la calle 27 de Abril, la remoza e instala su estudio.
-Sin embargo, Pilcher no era fotógrafo todavía…
-No. Y por eso es que firma un contrato por dos años con Alejandro Witcomb, un fotógrafo de Buenos Aires que había conocido en Uruguay con Christiano Junior. Como podés ver, se codeó con los mejores fotógrafos de la época y eso hace más inexplicable aún su olvido. En la casa de fotos, Pilcher pone la plata y Witcomb la mano de obra. Por eso la casa se llamaba Witcomb y Compañía.
-¿Y cuándo empieza Pilcher a sacar sus propias fotos?
-No de manera inmediata, porque cuando se termina el contrato con Witcomb él toma a otros fotógrafos. Lo he visto en los clasificados de la época. Y tal como infirió el especialista Luis Príamo, en las primeras fotos atribuidas a Pilcher hay muchas manos. Pero a partir de determinado momento el estilo se unifica. Te diría que eso pasó en 1873, cuando su estudio pasó a llamarse Fotografía Inglesa. Pero en 1890 Pilcher quiebra, cierra la casa y, como te decía antes, pierde todo. Y ya no vuelve nunca más a la fotografía.
-Contame cómo fueron apareciendo sus álbumes…
-Después de mi primer libro sobre los reporteros gráficos de La Voz del Interior, empiezo con el de “Córdoba fotografiada”. Eso fue en 2005. Y llego a una familia que me deja ver un álbum con el sello “J. B. Pilcher”. Fue una emoción grandísima porque a esos trabajos no los conocía en absoluto. A partir de ahí lo empiezo a estudiar a fondo.
-Y aparecen las fotos del dique San Roque…
-Sí, eso fue cuando empecé el libro sobre “La Cañada antigua”. En la sede de DIPAS encuentro dos álbumes que, si bien no tenían firma, decían “Fotografía Inglesa”. Y esos álbumes registraban toda la construcción del dique San Roque de 1880 y también del dique Mal Paso. Y al final veo su firma borroneada, ¡eran todas fotos suyas!
-¿Por qué Pilcher fotografiaba diques y estaciones? ¿Lo contrataban del Gobierno?
-Ese es todo un tema y aún no lo sé con certeza. Pero no me extraña que alguien como él, tan cercano al poder político, hubiese conseguido un contrato para fotografiar obras públicas. Y no sólo de la provincia, sino del país. Porque también anduvo por Santiago del Estero y San Luis. Pilcher tuvo una vida muy desordenada y escabrosa. Lo veo en la cantidad de propiedades que adquirió y perdió y también en los juicios que le hicieron. Así que todo es posible en el “mundo Pilcher”. Incluso las coincidencias. Porque cuando yo era chica conocí a una de sus hijas, Estela, que era amiga de mi abuela…
-Contame de tu libro que saldrá publicado en marzo por Ediciones de la Antorcha.
-Se trata del tomo 15 de una colección dedicada íntegramente a la fotografía argentina. De momento, el título que le pusieron es “Jorge Pilcher. Fotografías de Córdoba y su región. 1870-1890” y es el primero de un autor de nuestra provincia. Tuve que seleccionar sólo 90 fotos de las 500 que tengo. Fue una tragedia para mí dejar tantas maravillas afuera. Pero el libro se está haciendo con la curaduría de Luis Príamo. Y se ha priorizado el valor artístico sobre el meramente testimonial. Según Luis, hay fotos impagables y de mucha originalidad.
-¿Cuál es la importancia de la obra de Pilcher para una historiadora?
-Que además de su calidad estética, sus fotos tienen un valor documental incalculable. Pensá que él está registrando no sólo las principales obras realizadas en Córdoba a fines del siglo XIX, sino que también da cuenta de una ciudad en permanente cambio; ese momento preciso en que las casas pasan de lo italianizante a lo afrancesado y preparan a Córdoba para el siglo XX. Y es él quien registra esa transformación como nadie.
-Digamos que mirar sus fotos es como asomarse a una ventana al pasado…
-¡A quinientas ventanas al pasado! Es muy probable que haya más álbumes suyos dando vueltas por la ciudad o el exterior y que abran más ventanas a esa Córdoba misteriosa.
-Me hablaste de una hija de Pilcher que conociste de niña, ¿no volviste a saber de ella?
– Estela murió en 1980, pero de alguna manera volvió a aparecer en mi vida. Hace 10 años, alguien me dijo de una familia que tenía más álbumes donde podría haber fotos de Pilcher. Entonces, tras muchas llamadas y entrevistas, me mostraron unos álbumes. Y lo primero que vi es el retrato de un hombre igual a Estela. ¡Encima era pelirrojo y todo! ¡Es Pilcher!, me dije. Y tenía razón, era él. Fue gracias al parecido con su hija, la amiga de mi abuela, que pude reconocer a ese hombre al cual le dediqué tantos años de mi vida.
Iván Wielikosielek