Invitado a participar del Tercer Festival del “Dúo por la Vida Tango”, Roberto Goyeneche hijo pasó por el Teatro Verdi. Habló de su padre, cuya carrera manejó desde 1980 hasta 1994 y también se refirió a la leyenda, la de aquel “cantor de barrio” que se reinventaba en cada show y “dijo” como nadie esas noches llenas “de hastío y de frío”
Nunca olvidaré aquel agosto de 1994. Yo estaba con neumonía, casi agonizando en una pensión cordobesa. Ni siquiera sé cómo llegué a la asistencia pública al otro día ni qué combo de inyecciones me pusieron. Sólo que un amigo me ofreció su casa y ahí me quedé durante dos semanas, tumbado en una cama sin poder respirar. Pero el aire fue pasando por mis bronquios un poco cada día. Recuerdo que tenía una pila de “Gráficos” viejos donde leía las crónicas de San Lorenzo y un walkman con un solo casete. Era el recital en vivo de la orquesta de Piazzolla con Roberto Goyeneche en el Teatro Regina. Año 1982. Y casi como en una transfusión y una paradoja, aquel “hombre de voz cascada” le daba más aire a mis pulmones, destruidos y asmáticos. “Qué noche llena de hastío y de frío/ el viento trae un extraño lamento”, decía el cantor con fondo de bandoneón en una intimidad de confesionario. Y por una inexplicable alquimia, el único “extraño lamento” era el mío. Y pasaba en forma de silbido de mi pecho al casete; como el aire del cantante pasaba del casete a mí. Pocos días después estaba sensiblemente mejor, y mi amigo prendió el televisor. Recuerdo dos noticias horribles. La primera, Independiente acababa de salir campeón. La segunda, acababa de morir Roberto Goyeneche cuando los cabezales del casete aún giraban en mi walkman. Y seguirían girando hasta hoy como una moviola enloquecida. Como un llamado que nunca se apaga porque me ha nombrado del mismo modo que un padre nombra a su hijo.
Roberto después de Roberto
Veintidós años después de aquella tarde, estoy en un bar de calle San Luis y bulevar España con una persona que se llama igual que aquel cantante y que tiene su misma voz. “Y… algo tenía que sacar”, me dice, y sonríe. Lo acompaña su amigo y coequiper radial Osvaldo García Napo. Y mientras pedimos el café para empezar la entrevista, le cuento atropelladamente cómo lo conocí a su viejo. “O sea que sos fanático del Polaco”, me dice con la voz del mismísimo Polaco. Le digo que quizás esa no sea la palabra, que por mi ascendencia rockera no me podría decir tanguero. Pero le confieso que aún hoy los tangos cantados por Roberto Goyeneche me sirven para respirar. “Ah, ya te entendí… Sos fanático del Polaco -me dice otra vez y sonríe-. Lo curioso es que a mucha gente le pasó eso. De sentir esa cercanía inmediata con su forma de cantar…”
-¿Y por qué creés que tu viejo cantaba así?
-¡Porque él vivía cada tango! El no te hacía más de cinco o seis temas por recital, pero terminaba de cantar y transpiraba toda la camisa y a veces hasta el saco ¡Imaginate que yo se los tenía que secar en esos aparatos de vapor que hay en los baños! Si el Polaco hacía “María”, era muy distinta su versión a los 20 que a los 40. Digamos que siempre cantó con toda su edad y con toda su experiencia. Lo demás era un misterio. Una vez “Beto” González en el programa de Larrea dijo “cuando el Polaco canta ‘Garúa’ tenés que ponerte el sobretodo”. Y tenía razón.
-¿Cómo decidiste ser “mánager” de tu viejo?
-Porque hubo mucho manoseo en su carrera, muchas cosas que no me gustaron y que ahora no vienen al caso. Pero se las hice ver y me dijo “¿sabés que tenés razón?”. Y entonces agarré las riendas. Me costó un poco porque, si bien a mí me conocía todo el mundo, había que entrar en el ambiente como “apoderado”. Tuvimos la suerte que al poco tiempo el “Polaco” hizo la película “Sur” con Pino Solanas, que fue decretado ciudadano ilustre y que hicimos una gira por todo el mundo. Y eso facilitó el camino.
-¿En qué cambió la carrera del “Polaco” con vos?
-¡En todo! Para empezar, decidí que sólo trabajaría los fines de semana: jueves, viernes y sábados. Los demás días a descansar. Luego innovamos su imagen, le pusimos smoking y mi vieja le hacía el lazo. Digamos que empecé a cuidar a mi viejo y al cuidar a mi viejo también cuidaba al cantante. Fue la primera vez que hicimos un mango.
-¿Cómo es eso?
-Sí, porque antes mi viejo trabajaba de lunes a lunes y andaba con lo justo. Para que te des una idea, el “Polaco” muere en el ´94 y teníamos contrato hasta el año dos mil con la discográfica, ¿sabés por qué? ¡Porque teníamos todo vendido! ¡El “Polaco” llenaba cualquier lugar, siendo que en los años ´50 tenía que hacer 15 boliches por noche para poder comer!
-¿Y cómo se llevaba él con la fama?
-El “Polaco” nunca supo quién era, nunca lo dimensionó. Y te digo más, nosotros tampoco. Sabíamos que era un grande, porque vos veías las caras de la gente cuando lo escuchaban y te decías “acá pasa algo serio”. Pero recién entendí quién era unos días antes de morir.
-¿Por qué?
-Te cuento. El 10 de julio del ´94 cuando lo internamos en el Sanatorio Anchorena, llegamos a casa a las 12 de la noche. Y a las 2 nos llaman de terapia. Con mamá pensamos lo peor. Pero nos pidieron sangre urgente y entonces llamé a cinco radios. Cuando volvimos al sanatorio, el jefe de hemoterapia me dice “¡Basta, Roberto! ¡Te pedí 20 dadores y vinieron más de 500 personas!” Tuvieron que cortar la calle Pueyrredón los dos meses de la cantidad de gente que había, y el domingo venía un cura y daba misa en el medio de la calle. Ahí empecé a tomar dimensión de lo que era este hombre…
-Y esa dimensión se acrecienta día a día…
-Ni hablar. Hace poco, en un programa de tango, de la radio pasó un tema del “Polaco” y el locutor dijo “este hombre ya es como Gardel”. Y sé que no exageró. Una vez, al final de un recital, se le acercó un actor. Era Marcello Mastroianni. Y abrazándolo al Polaco le dijo “gracias, gracias…”. Estaba súper emocionado…
-Hubo un antes y un después en la carrera de tu padre y fue la orquesta de Aníbal Troilo.
-Sí, el Gordo era mi padrino y fue el ser más bueno del mundo. Un día lo llamó a mi viejo y le dijo “Polaco, te vas de la orquesta”. Y él le dijo “¿Por qué, Gordo? ¿Hay algo que no anda bien?” Y él le dijo “No, no es eso. Es que vos estás llamado a ganar una plata que yo nunca te voy a poder pagar”. Cuando se fue, anduvo un año galgueando hasta que grabó como artista invitado en un disco de Armando Pontier. Y fue un “boom”. Con decirte que RCA Víctor le hizo firmar un contrato. Y ahí empieza el verdadero “Polaco”.
-¿Por qué “el verdadero”?
-A la explicación me la dio papá. Una vez le pregunté “¿por qué hiciste ese tema con Troilo de una forma y ahora que estás solo lo hacés distinto?” Y él me dijo “porque cuando yo estaba con el Gordo, el director era él. Y si a mí me parecía que un pasaje era ‘piano’ y él me decía ‘forte’, yo lo tenía que hacer ‘forte’. Pero ahora yo soy mi propio director y hago cada tango como lo siento”. Y creo que no estaba muy equivocado porque la gente le dijo que sí inmediatamente…
-A tal punto que fue el primer cantante de tango que pisó el Colón…
-Sí, eso fue en el año 72. Y no sólo mi viejo sino que todo el tango pisó por primera vez el Colón. Había dos cantantes en escena, Edmundo Rivero y Roberto Goyeneche. En el primer tema, el “Polaco” estaba un poco tenso; pero en el segundo ya era él y la gente se rompía para aplaudirlo. Fueron sus años más esplendoroso. Había grabado tres longplays con Atilio Estampone que para mí fueron el sumun en su carrera. Y ojo que antes había grabado con Garello, con Salgán, con Berlingeri, con Pichuco…
-Y había ganado el Martín Fierro…
-Sí, se lo dieron en el año 66 como mejor actuación masculina en un show. Hasta el día de hoy no lo tiene ningún otro cantante de tango. Le ganó a Sandro y a Rafael. Cuando vi la terna dije “chau, salimos terceros cómodos”. Y mi viejo me dijo “andá vos a la ceremonia porque yo tengo que cantar”. Cuando estaba ahí, les dije a los de la organización, “por favor, muchachos, avísenme si hay chances porque si no me voy”. Y ellos me dijeron “Quedate, Robertito”. Cuando salí con la estatuilla no lo podía creer. Me dijeron que mi viejo había ganado por 98 votos contra uno y uno. Así que a la salida me fui a verlo a Caño 14. Cuando termina de cantar un tema lo miro al “Gordo” y le muestro la estatuilla. Y mi padrino me hace señas para que suba. Y entonces le digo al viejo “tomá, Polaco, y… Perdoname… Perdoname…
Algo se ha cortado en el aliento de Roberto Goyeneche hijo y le ha venido un hipo repentino. Los ojos se le han llenado de lágrimas y se ha quedado sin voz, sin esa voz igual a la de su padre. Acaso quiere darle 50 años después el Martín Fierro a su viejo. Acaso lo vuelve a ver. Acaso lo vuelve a abrazar en un escenario. “Perdoname -vuelve a decirme- pero cómo lo extraño al Polaco…” Cuando se ha secado las lágrimas, le hago la última pregunta.
-¿Siempre le dijiste “Polaco” a tu viejo?
-Siempre. A veces le decía “Pola ¿nos tomamos unos mates?” Pensá que hoy tendría 90 años y yo lo podría tener todavía… No digo cantando, pero podría estar conmigo y con mamá todos los días de mi vida…
Y yo pienso, mirándolo a Roberto Goyeneche hijo, que hubiera querido estar ahí una tarde cualquiera, tomando mate con su viejo en barrio Saavedra y decirle aunque sólo sea una vez “papá”. Decirle “gracias, papá, por haberme sacado de aquella noche de hastío y de frío; gracias por haberme enseñado a respirar”.
Iván Wielikosielek
Polaco en flor
España y el tango. “Fuimos a un festival de tango en Sevilla y unos derrotistas nos dijeron ‘miren que allá el tango no gusta ¿eh? Sólo Gardel’. Así que mi viejo le dijo a Marconi ‘preparemos Gardel, Néstor’. La primera noche fue el jueves. Tocó Salgán con De Lío y Néstor con el trío y pusieron el teatro a la mitad. El viernes se sumó Eladia Blázquez y Néstor y hubo media sala también. El sábado se agregó mi viejo y cerraba el evento. Y el alcalde nos dice ‘les quiero pedir si podrían empezar un poquito más tarde?’. Yo le dije ‘no hay problema, alcalde, pero mire que la gente que no vino a las 7 tampoco va a venir a las 8’. Y nos dijo ‘¡No! ¡El teatro está lleno! ¡Pero estamos esperando 40 micros que vienen de Madrid’”. Así que arrancamos a las 9 con Gardel y al rato todos empezaron a pedir “¡María!”, “La última curda!”, “¡Afiche!”, y el viejo dijo “basta de Gardel, Néstor, hagamos la nuestra”…
Catador de público. “Cuando teníamos función, íbamos una hora antes a los boliches y nos sentábamos en una mesa. El miraba a la gente y ya sabía lo que tenía que cantar por la cara del público. El Polaco se fue con 67 años pero tenía dos millones de años vividos”.
Rock Polaco. “¿Por qué mi viejo tenía tanta onda con el rock? ¡Porque jamás se tiró en contra! Venían los muchachos a verlo; Lito, Fito, Charly, Lerner… Y le decían ‘Polaco, no nos nombres porque si no, se nos tiran encima. Queremos escucharte a vos’. Y se ponían en un rinconcito. Cuando él terminaba decía ‘le agradezco a los muchachos que vinieron’. Los apoyó siempre”.
En casa de cantor… “¡Mi viejo no cantaba en casa ni el arroz con leche! Era un tipo muy especial. Si lo invitaban a comer y le decían ‘¿no vas a cantar nada?’, se iba. Pero si no le decías nada y le hablabas de cualquier otra cosa, siempre terminaba cantando. Una vez fuimos a un restaurante con Yupanqui y apareció una guitarra. Atahualpa la afinó y le dijo a mi viejo: ‘Polaco, ¿vamos a pagar la comida?’”.
Homero Expósito “Al tango ‘Afiche’ lo desempolvó el Polaco. En ese tiempo no lo conocía nadie. Antes había grabado ‘Naranjo en flor’, ‘Maquillaje’… Los hermanos Expósito le decían ‘¡Polaco, no hagás más temas nuestros porque después de vos no los graba nadie más!’”.
Dúo por la Vida. “Conocí a Emil Kandikó y Diego Hernán González y me parecieron dos personas excepcionales. Se vinieron de acá para el homenaje a papá el 25 de agosto y yo les dije ‘muchachos, en octubre estoy en Villa María’. Porque pienso que hacer algo para la inclusión de los más pobres y cantar tango con chicos discapacitados no tiene precio. Y por eso se merecen el apoyo de todo el mundo”.