
Conocida en toda la ciudad por sus tradicionales e inigualables locros, es para muchos -más allá de sus propios nietos- una abuela y, sin dudas, una gran referente en uno de los barrios más populosos de Villa María: el San Martín

Doña Hortensia es una persona luminosa; tanto, que en la nublada mañana de ayer, bajo la llovizna persistente, la claridad que más resalta es la de su sonrisa a través de la ventana de su casa, en la esquina de Corrientes y 17 de Agosto, en el barrio San Martín.
Mañana cumple 100 años. Lúcida, pícara, tierna, paciente: “Soy una persona agradecida; he tenido una vida muy linda, y muchos reconocimientos de la gente”. Así se define la cocinera, la abuela de sus propios nietos y de tantos nietos postizos que ha ido cosechando a lo largo de su vida, una vida dedicada al trabajo, a la generosidad y a la cocina.
Son míticos los locros de Doña Hortensia. Casi todos los clubes de baby fútbol de esta ciudad han gozado de la magia de sus manos y de su corazón generoso.
“Durante 33 años le cociné gratis a los chicos de Los Campeadores. Hace poco inauguraron un saloncito y le pusieron una placa con mi nombre al salón”.
-Usted tiene magia en las manos. ¿Qué es lo que hace que su locro sea tan especial?
Sonríe.
-Debe ser el amor que le tengo a la cocina. Y que el padre Hugo me bendijo las manos. Un día, en un locro que hice para el barrio Villa Carlos, en aquella época se llamaba así, quiso conocer a quien había cocinado ese locro que le había gustado tanto y me presentaron. Me bendijo las manos. Y yo soy una persona muy creyente.
Hortensia Valdez nació hace 100 años en Coronel Moldes. “Mi papá era policía y mi mamá una Tulián, de San Marcos Sierra. Así que yo vengo de la indiada por parte de mi mamá”.
Siempre ligada a la cocina, ha preparado su locro para escuelas y clubes de fútbol: “He viajado mucho con el baby, incluso a campamentos donde he cocinado con leña. A muchos lugares del país e incluso a Uruguay fui con el fútbol”, afirma y comienza a desgranar una de las tantas anécdotas:
“La mayor vergüenza la pasé en Mendoza. Habíamos ido con Marcelo Alamo a un campeonato de chicos que incluso participaban clubes de Chile. Y vino alguien de la comitiva y me dijo que me vistiera con la mejor ropa ese día. Pero yo no le hice caso porque mi cábala, para que ganaran los chicos era vestirme siempre con la misma ropa y ponerme mi delantal. Ya habían terminado los partidos y vienen y me dice que Marcelo quería que lo fuera a ver a la cancha. Yo le respondí que le dijeran que viniera él a donde estaba yo. Pero ellos insistieron así que fui a verlo. Y cuando entré a la cancha, estaban todos los equipos formados, diez en una mitad y otros diez en otra mitad. Había un palco, donde se iban a entregar los premios y una silla en el medio de la cancha. Ahí me hicieron sentar para hacerme un reconocimiento. Fue una gran emoción”, recuerda Hortensia, con modestia y orgullo; ese mismo que le hace decir “soy una persona muy conocida acá; el que no me conoce es ciego”, y vuelve a sonreír.
En cien años, una persona ha visto y vivido mucho. Para Doña Hortensia, dos cosas marcaron su vida a fuego: “Una mala y una buena”, dice: “La mala, fue que perdí a mi hijo”, músico y deportista conocido por todos como El Cordobés López.
“La buena, es que no puedo creer que tanta gente me siga. Es un orgullo para mí”.
Mañana, Rally Barrionuevo, “unos de mis favoritos”, dice ella, vendrá a la ciudad a festejarle el cumpleaños número 100. “Claro que voy a ir, pero le he dicho que toque medio temprano porque me quiero volver a casa a más tardar a la 1.30 de la mañana”.