Casi medio siglo ininterrumpido en la Academia Mercantil Fossa, que Barbero fundara, lo constituyen en uno de los principales propulsores de la enseñanza comercial en nuestra ciudad. Ha pasado mucho tiempo desde su partida, pero quienes lo conocieron lo siguen honrando
Escribe María Celia Charras
Especial para EL DIARIO
Se cumple hoy un nuevo aniversario del nacimiento a la eternidad del maestro Gaspar Barbero, y como dice Horacio Cabezas, la personalidad de este constructor de ciudadanos merece un nuevo gesto de conmemoración y particular gratitud.
Muchas son las voces que se unen a este recuerdo y expresan su sentimiento de valoración a este hacedor que supo orientar a sus educandos hacia los mejores métodos contables, cumpliendo la misión de ser semillero proveedor de capacidades intelectuales y morales con las que cubrirían los requerimientos de las fuentes de trabajo en una época difícil.
Casi 50 años, y de manera interrumpida
Casi medio siglo ininterrumpido en la Academia Mercantil Fossa, que Barbero fundara, lo constituyen en uno de los principales propulsores de la enseñanza comercial en nuestra ciudad.
El talento que tenía para enseñar, su intenso trabajo, la dedicación entusiasta y su fortuna moral, dejaron la mejor huella de su paso por Villa María y le vale hoy el reconocimiento de los que fueron sus alumnos.
Un grupo de ellos, en un gesto que los honra, ha amurrado una placa recordatoria en la puerta de Alvear 41, donde funcionó su escuela, como homenaje a este maestro.
El texto reza: “En este domicilio funcionaba la Academia Mercantil Fossa, fundada el 2 de enero de 1931 por el profesor Gaspar Barbero. En este lugar impartió conocimientos e inculcó valores durante casi medio siglo de tarea fecunda. En este lugar hizo camino al andar con su propio librito, un pizarrón y una tiza, ganándose el afecto y el aprecio de todos. Aquí dejó su impronta como educador destacado cuya vocación de enseñanza marcó un sello en su personalidad”.
La poeta Geroma Prado, conocedora de ese mundo profesional al que el maestro Barbero le dedicara gran parte de su vida, enseñando a varias generaciones con verdadera vocación le dedica el poema titulado “Gaspar Barbero, el gran profesor”, con el que cerramos estas palabras de conmemoración y homenaje.
Barbero nació el 6 de enero de 1903 en la ciudad capital de la República Oriental de Uruguay y recibió su título de profesor en el Colegio de los Padres Capuchinos.
Provenía de una familia con tres hijos. El fue el único varón y también el único que eligió la docencia como forma de vida. La academia de Barbero completó 45 ciclo lectivos de funcionamiento.
De manera planificada en 1975 el centro educativo cerró sus puertas una de las experiencias más interesantes de la educación privada en nuestra ciudad.
Gaspar Barbero, el gran profesor
Al pequeño gran hombre
de mirada profunda
de sabiduría inquieta
sin carteles ni renombres.
De mente clara y brillante
que imponía gran respeto,
muy cariñoso respeto,
a todos sus estudiantes.
Quien vivió su contención
no olvida a aquel gran Profe
que imprimió en ecos contables
su saber, con humilde intención.
Maestro de la risa fácil
compartía con sus alumnos
gratos esparcimientos,
luego… marcaba su impronta.
Nos dio un arma de enseñanzas
ya que la ciudad carecía
de grandes casas de estudios.
El cumplió nuestras esperanzas.
Con paternal maestría
nos fue guiando a buen puerto
genial del conocimiento
que agradezco de por vida.
Según explicó la autora del poema, se lo dedicó a Barbero, porque “supo imprimir en mi juventud aquellas reglas y máximas que me formaron. Una de ellas, la que más me acompaña: ‘Hazlo ahora y hazlo bien’”.
“Este homenaje se lo debía, y lo hice y bien. A su querida hija, orgullosa de su padre”, expresó Prado.