Rodeado de dos impresionantes cadenas montañosas (la Cordillera de Ansilta y la Sierra del Tontal), el pueblo es dueño de paisajes para atesorar. Las bondades del río, los oasis de álamos y la Pampa del Leoncito
Escribe: Pepo Garay
ESPECIAL PARA EL DIARIO
La seductora aridez de la Sierra del Tontal de un lado y las cumbres nevadas de Los Andes del otro. Viñedos, praderas y oasis hechos de álamos y sauces aquí y allá. Sol radiante la inmensa mayoría de los días del año, y amabilidad y dulce tonada en la gente por todos lados. Es imposible no quedar cautivado con el sanjuanino Departamento Calingasta, y por asociación, con su principal referente: Barreal.
Un pueblo ameno y hermoso. Y no tanto por su trazado urbano, que en realidad no dice más que lo que convidan sus habitantes, siempre bondadosos en los gestos y la palabra, siempre andariegos en sus bicicletas. Lo de hermoso tiene que ver con la cita del principio. Con los paisajes de San Juan en plenitud. Provincia experta en lo de regalar postales, y que en este municipio bonachón encuentra un emblema de fuste.
Ubicado en el suroeste del distrito cuyano, Barreal cumple con creces los anhelos de montaña del viajero. Allí radica su principal virtud. Ya se dijo de la Sierra del Tontal. Una cadena de marrones y pinceladas de tonos traviesos (en varias partes se suma el amarillo, el violeta, el naranja, el bordó…), que marca una frontera inexpugnable entre la aldea y la capital provincial (están aproximadamente a la misma altura) y que en el cerro Pircas, por ejemplo, alcanza los 4.360 metros de altura. Al paseante, le basta con alejarse un par de kilómetros desde la bien parecida plaza central para cabalgar un poco los desniveles rocosos, y obtener fascinantes vistas del valle.
Sin embargo, son los Andes los que verdaderamente se roban los suspiros. Picos descomunales bañan el horizonte con dejos violáceos (el atardecer suele provocarlos) y cumbres blancas, la nieve que baja en forma de torrentes por el resto de los macizos. Es la Cordillera de Ansilta, que presenta al Cerro Mercedario y sus temibles 6.770 metros, a veces dominados por escaladores expertos (la travesía a la cima demanda, en promedio, una semana: los guías se contratan en el pueblo y no son nada baratos).
Maravilla amenazada
El conjunto se aprecia diáfano un kilómetro al oeste de la avenida principal Presidente Roca (“¿No había otro nombre?”, pensarán los ansiltas, los incas y los huarpes, otrora lugareños). Allí pasa el Río de Los Patos (se puede practicar rafting y pesca con devolución), los álamos descubriéndose a los cuatro costados, la seguidilla de picos nevados al frente. Una maravilla con todas las letras.
Eso aún cuando las mineras extranjeras se empeñan en seguir desangrando las venas del portento, y poniendo en jaque al agua, a la población, a la vida. Igual, en las humildes casitas de la localidad, las cabañas y hosterías, ni pían: “las minas nos dan trabajo”, “acá vivimos gracias a la minas” y frases del estilo dominan la opinión pública.
En cuanto a las escapadas, surge la Reserva Los Morrillos, con sus Cerros Colorados y algunas pinturas rupestres de las civilizaciones nativas. Más al norte, por una ruta escénica impactante, vale la pena acercarse hasta el Cerro Alcázar (multicolor y caprichosamente bello en el formato), y dando la vuelta “en U” por la ruta que atraviesa los caseríos, conocer las localidades de Villa Nueva, Calingasta y sobre todo Tamberías.
Con todo, la excursión con más fama vive unos 20 kilómetros al sur. Se llama “Barreal Blanco” o “Pampa del Leoncito”, y consiste en un inmenso terreno de tierra seca y resquebrajada ideal para practicar el carrovelismo (otro emblema de la zona: son vehículos pequeños que se mueven a gran velocidad gracias a sus velas y al viento del lugar). Al otro lado, descansa el parque Nacional El Leoncito, cuya mayor virtud son un par de caminatas, la observación de estrellas (en los centros astronómicos CASLEO y CESCO) y las impresionantes vistas que regala de la Cordillera. Otra vez ella, bellísima. Sanjuanina, cuyana, argentina, sudamericana, mundial… del viajero, en fin.
Cómo llegar
Para llegar a Barreal desde Villa María, la forma más sencilla es dirigirse a San Juan capital vía San Luis capital (670 kilómetros) y desde allí tomar la asfaltada ruta 40 (donde empiezan los majestuosos paisajes), con rumbo norte durante unos 50 kilómetros. En el cruce, hay que doblar hacia el oeste por la ruta 149, y una vez llegados a la localidad de Calingasta, seguir en dirección sur (hay dos alternativas: bordeando la Sierra del Tontal o atravesando los pueblos del valle: ambos circuitos tienen unos 40 kilómetros, y en ambos casos las rutas son un billar). El viaje total es de 880 kilómetros.