
ESPECIAL PARA EL DIARIO
“Yo, la viuda”, tal es el título con que Triny Galera nombra a su último libro publicado. Poemas y relatos dedicados a la memoria de su amado compañero.
La ausencia de su esposo desató en ella estos escritos, como homenaje permanente al que fuera «el hombre de su vida», al decir de la poeta Mary Amaya en el prólogo.
Son versos escritos con ese dolor cruel de la separación, llorando todo lo llorado. Poemas y meditaciones que Triny escribe con sensibles pero resueltas palabras, que resultan más que suficientes para dejar traslucir su talento.
Triny Galera (foto) desgrana notas, habla de momentos compartidos en un mensaje conmovedor que deja huellas, mientras la poeta espera que un día amarillo de otoño, con la ayuda de Diosito, él golpee la puerta diciendo su nombre.
En síntesis, un hermoso libro que dice cosas de su autora, vividas con la sangre y el alma.
Ella fue docente, maestra de frontera, participante activa de acontecimientos literarios. Asociada a la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), exdirectora de la revista cultural «La vidriera de la villa», subdirectora del periódico «Punto y coma» y ganadora de los concursos organizados por la SADE, la Universidad Nacional de Villa María y la Junta Municipal de Historia. Ha publicado tres libros: «Mis tres jardines», «Mi abuela Mecha» y «Yo, la viuda». Tiene en preparación su cuarto libro «Lo que queda».
Otra dimensión
Si morir es no existir
he vencido a la muerte, manteniendo su presencia
viva, existiendo, entre vahos de nubes y neblinas.
Estando cuando te evoco.
Sintiendo tu cuerpo en la alta noche
cuando todo es quietud,
cuando sólo lo etéreo y fantasmagórico,
se hacen presencia, para los que lo evocan
Los llaman sin temor
Si morir es no existir
Tu no estás muerto sólo estás ausente.
En una ausencia para otros eterna.
Sin retorno, sin espera, sin tiempo.
Para mí, no existe tu ausencia,
mucho menos tu muerte.
Incorpóreo, invisible, esotérico
te siento conmigo, a mi lado.
Sin traumas y sin locuras, sólo con amor y con fe.
Fe cuando juraste que nunca me dejarías.
Que aunque no estuvieras
supiera buscarte, hablarte, sentirte.
Si morir es no existir
Tu no estas muerto, solo estás ausente.
Yo no espero de este después que alguien
desentierre la espada, que como la de Excalibur
está enterrada en mi pecho.
Nadie podrá hacerlo.
Sólo tú conocías el conjuro, y tú te fuiste una
mañana de otoño, dejando esta espada clavada en
mi pecho.