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Carta a Milagro Sala

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Carta a Milagro Sala
Milagro Sala
Milagro Sala

Querida Milagro:

No nos conocemos (aún) aunque sé que saludos míos varios te han llegado hasta el lugar de tu injusta detención.

Con ingenuidad pensaba que para mostrar una magnanimidad de la que carece, y disimular el papelón internacional, el Gobierno casi dictatorial de Jujuy te liberaría para la Navidad. Pero parece que la impunidad de la que goza por el apoyo empresarial, del Gobierno nacional (que es lo mismo) y de la prensa hegemónica (que sigue siendo lo mismo) le permitió sentirse lo suficientemente poderoso como para no necesitar mostrar eso. La ternura es debilidad para estos engendros del autoritarismo. Esa misma ternura que el Che decía que no hay que perder. Me equivoqué en mi ilusa esperanza, ¡perdón!

Pensaba que esa famosa frase “volveré y seré millones”, que le atribuyen a Evita y también a Túpac Amaru, no pierde vigencia, aunque por un tiempo no lo parezca. “Creyeron que nos mataban, pero nos estaban sembrando”, afirma un dicho que hacemos nuestro desde la dictadura cívico-eclesiástico-militar. Es cierto que al sembrar “si el grano de trigo no muere, no da fruto”. O que “la fuerza es el derecho de las bestias” como repetía Perón. Nunca tan evidente como en estos tiempos ¿No? Y como tienen el manejo de los medios de comunicación repiten hasta el hartazgo medias verdades o todas-mentiras; al fin y al cabo está lleno de mentes que “quieren creer” lo que las posverdades les dicen para estar tranquilos. ¿Sabés qué? ¡Molestaste! Con tu estilo propio mostraste al país entero que en Jujuy, y el noroeste especialmente, había una injusticia estructural que era violenta. Y mostraste que “los negros” pueden organizarse, pueden pelear por sus derechos, pueden reclamar su dignidad. ¿Cómo no va a molestar eso en tu provincia y las vecinas? ¿Cómo no va a subvertir en el machismo recalcitrante que una mujer lo grite? ¿Cómo no va a rebelar que una indígena lo haga patente en una “blanca y pura” sociedad que prefiere cerrar los ojos a la injusticia y a desigualdad?

Milagro, hermana, ¿sabés? Eso es lo que les escandaliza y a lo que se niegan… A saber que sos su hermana. ¿Cómo va a ser mi hermana “esa”?, parecen decir y pensar. Perdónanos por la parte que nos toca, por lo menos como blancos, porteños, curas que somos los que también te crucificamos. Muchos no saben lo que hacen, pero otros prefieren a Barrabás. Muchos no entienden mirando el pesebre, pero otros celebran con Herodes el atentado contra los Inocentes. Perdónanos.

Y desde lejos, por ahora, seguiremos haciendo lo que esté a nuestro alcance para que puedas “pisar nuevamente, las calles de lo que fue” Jujuy ensangrentada. Y podamos “brindar por los ausentes”.

Tuvimos una extraña Navidad a medias. Una hermana, varios hermanos y hermanas, están injustamente encarcelados en los primeros presos políticos que nos tocan sufrir en tanto tiempo (porque también nosotros los hemos solidariamente sufrido). Espero pronto poder darte un abrazo; ojalá libre, pero si no será en esa casa extraña que un contador armó para vos desde su impotencia.

Algunos grandes desde la cárcel engendraron sus mejores obras. Pienso en Juan de la Cruz o en Miguel Hernández, por ejemplo. La solidaridad nacional e internacional que se va gestando en torno al reclamo de justicia por tu liberación quizás sea un tumor para este gobierno genocida que se desentiende de tantas y tantos a los que también niega el fascinante título de “hermanos”. De esos mismos a los cuales dedicaste tus tiempos, tus luchas, tus sudores.

Hermana Milagro espero que me sientas de algún modo cerca. Y que no bajes esos brazos que tanto les molestan a los impunes. Seguí levantando el brazo en alto, que miles de brazos se sumarán y, ojalá más temprano que tarde, empezarán a verse los frutos de los millones de Evita y Túpac, y desarmados desarmen la violencia de los mediocres y podamos juntos seguir -o volver- soñando con que otro mundo es posible; un mundo donde crezcan muchos mundos. Mientras tanto, como repiten los hermanos y amigos zapatistas, no olvides que la noche nunca es más oscura como cuando está por amanecer.

Un fuerte abrazo, ¡hermana!

Eduardo de la Serna
Cura en Opción por los Pobres