Todo empezó a ir mal para Linus Pauling cuando cambió su rutina de desayuno. En 1964, a los 65 años, comenzó a añadir vitamina C a su jugo de naranja matutino.
Este brillante científico obtuvo el Premio Nobel de Química en la década de 1950.
Pero luego vinieron los días de la vitamina C. En su libro más vendido, («Cómo vivir más tiempo y sentirse mejor»), de 1970, Pauling argumentó que ese suplemento podía curar el resfrío común.
El científico consumía 18 gramos diarios, 50 veces la cantidad diaria recomendada.
En la segunda edición del libro, agregó la gripe a la lista de curas. Cuando el VIH se propagó en EE.UU. durante la década de 1980, afirmó que la vitamina C podría curarlo también.
En 1992, sus ideas fueron presentadas en la portada de la revista Time bajo el título: «El verdadero poder de las vitaminas». Se promocionaron como tratamiento para enfermedades cardiovasculares, cataratas e incluso cáncer.
Las ventas de suplementos multivitamínicos y otros suplementos dietéticos aumentaron, al igual que la fama de Pauling.
Pero su reputación académica sufrió.¿Realmente es bueno tomar vitaminas? ¿Qué vitaminas sirven y en qué casos?
Contraproducente
Con el paso de los años, el poder de la vitamina C y muchos otros suplementos dietéticos ha encontrado poco respaldo científico.
De hecho, con cada cucharada de suplemento que añadía a su jugo de naranja, Pauling probablemente perjudicaba su salud en lugar de beneficiarla.
Sus ideas no sólo han demostrado ser erróneas, sino que incluso pueden ser peligrosas.
Pauling basaba sus teorías en el hecho de que la vitamina C es un antioxidante, un grupo de moléculas que incluye vitamina E, el betacaroteno y el ácido fólico.
Se cree que sus beneficios surgen del hecho de que neutralizan moléculas altamente reactivas llamadas radicales libres.
En 1954, Rebeca Gerschman identificó por primera vez estas moléculas como un posible peligro.
Se argumentó que los radicales libres pueden conducir al deterioro celular, a la enfermedad y, en última instancia, al envejecimiento prematuro.
Cómo operan
El proceso comienza con las mitocondrias, esos pequeños motores de combustión que se encuentran en nuestras células.
Dentro de sus membranas internas, el alimento y el oxígeno se convierten en agua, dióxido de carbono y energía. Es la respiración, un mecanismo que alimenta toda la vida compleja.
Además de los alimentos y el oxígeno, también se requiere un flujo continuo de partículas cargadas negativamente, llamadas electrones.
Como si fuera un flujo por debajo de las células que alimenta una serie de molinos de agua, éste se mantiene a través de cuatro proteínas, cada una incrustada en la membrana interna de la mitocondria, impulsando la producción del producto final: energía.
Esta reacción es un proceso imperfecto. Hay una fuga de electrones de tres de los «molinos de agua» celular, cada uno capaz de reaccionar con moléculas de oxígeno cerca. El resultado es un radical libre, una molécula radicalmente reactiva con un electrón libre.
Para recuperar la estabilidad, los radicales libres causan estragos en las estructuras que los rodean, extrayendo electrones de moléculas vitales como el ADN y las proteínas para equilibrar su propia carga.
A pesar de ocurrir a pequeña escala, la producción de radicales libres -dicen Harman y muchos otros- gradualmente afecta a nuestro cuerpo, al causar mutaciones que pueden conducir al envejecimiento y enfermedades relacionadas con la edad como el cáncer.
Pocas pruebas
A partir de estas investigaciones, los radicales libres comenzaron a ser vistos como enemigos que debían ser purgados de nuestros cuerpos.
Lejos de protegernos de enfermedades, un estudio encontró que los suplementos vitamínicos incrementaron la incidencia de cáncer de pulmón entre fumadores.
En 1994, por ejemplo, un ensayo siguió la vida de 29.133 finlandeses en sus cincuentenas. Todos fumaban, pero sólo algunos recibieron suplementos de betacaroteno. Dentro de este grupo, la incidencia de cáncer de pulmón aumentó en un 16%.
Un resultado similar se produjo en las mujeres posmenopáusicas en Estados Unidos. Después de 10 años de tomar ácido fólico (una variedad de vitamina B) cada día su riesgo de cáncer de mama aumentó en un 20% en relación con las que no tomaron el suplemento.
Y el cuadro se puso todavía peor.
Un estudio de más de 1.000 fumadores crónicos publicado en 1996 tuvo que ser interrumpido casi dos años antes. Después de tan sólo cuatro años de suplementos de betacaroteno y vitamina A, hubo un aumento del 28% en las tasas de cáncer de pulmón y un 17% en la cantidad de muertes.
No son números triviales. En comparación con el placebo, 20 personas más morían cada año al tomar estos dos suplementos. Durante los cuatro años del experimento, eso habría representado 80 muertes más.
«Los presentes hallazgos proporcionan amplias bases para desalentar el uso de suplementos de betacaroteno y la combinación de betacaroteno y vitamina A», escribieron los autores de la investigación.
Ideas fatales
Por supuesto, estos notables estudios no cuentan la historia completa.
Hay algunos que muestran los beneficios de tomar antioxidantes, especialmente cuando la población incluida en la muestra no tiene acceso a una dieta saludable.
Pero una revisión a partir de 2012 que tomó nota de las conclusiones de 27 ensayos clínicos que evaluaron la eficacia de una variedad de antioxidantes, el peso de la evidencia no los favorece.
Sólo siete estudios informaron que los suplementos antioxidantes condujeron a algún tipo de beneficio para la salud, incluyendo el riesgo reducido de enfermedad coronaria y cáncer de páncreas. Diez investigaciones no notaron ningún beneficio en absoluto.
Eso deja otros diez estudios que encontraron que muchos pacientes estaban peor después de que les administraran los antioxidantes, incluso con un aumento de la incidencia de enfermedades como el cáncer de pulmón y de mama.
Linus Pauling era en gran medida inconsciente del hecho de que sus propias ideas podían ser fatales. En 1994, antes de la publicación de muchos de los ensayos clínicos a gran escala, murió de cáncer de próstata.
La vitamina C ciertamente no era la cura. Pero, ¿contribuyó a un mayor riesgo?
Nunca lo sabremos con seguridad. Pero dado que múltiples estudios han ligado el exceso de antioxidantes con el cáncer, ciertamente se mantiene el cuestionamiento.
Desde que Harman propuso su gran teoría de los radicales libres y el envejecimiento, la clara separación de los antioxidantes y los radicales libres (oxidantes) se ha deteriorado. Ha envejecido.
El antioxidante es sólo un nombre, no una definición fija de la naturaleza.
Tomemos la vitamina C, el suplemento preferido de Pauling. En la dosis correcta, la vitamina C neutraliza los radicales libres altamente cargados, aceptando su electrón libre.
Pero al aceptar un electrón, la vitamina C se convierte en un radical libre, capaz de dañar las membranas celulares, las proteínas y el ADN.
Como escribió el químico de alimentos William Porter en 1993, «(la vitamina C) es verdaderamente (…) un Dr. Jekyll y Mr. Hyde».
Divide y conquistarás
Ahora sabemos que los radicales libres modulan cuándo una célula crece, cuándo se divide en dos, y cuándo muere. En cada etapa de la vida de una célula, los radicales libres son vitales.
Sin ellos, las células seguirían creciendo y se dividirían incontrolablemente. Una palabra define esto: cáncer.
Dicho de otra manera, liberarnos de los radicales libres con antioxidantes no es una buena idea. «Dejaría al cuerpo desamparado contra algunas infecciones», dice Antonio Enríquez, del Centro Nacional de Investigación Cardiovascular de Madrid.
Nadie negaría que la vitamina C es vital para un estilo de vida saludable, al igual que todos los antioxidantes, pero a menos que estés siguiendo las órdenes del médico, estos suplementos rara vez van a ser la respuesta para una vida más larga, cuando una dieta saludable también es una opción. Fuente: BBC, Londres.