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Beldades en torno al volcán

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Beldades en torno al volcán

Escribe Pepo Garay ESPECIAL PARA EL DIARIO

A los pies del volcán Villarrica, la pequeña urbe ofrece un entorno natural realmente espectacular. Muy diversa resulta su propuesta, entre lagos, montañas, cascadas, aldeas de herencia mapuche, hermosas playas y hasta termas

La cúspide blanca, colosal y a menudo humante del volcán Villarrica todo lo ve, todo lo siente y todo lo inspira. Admirable desde cada rincón, es el alma de Pucón. Una muy agradable, pequeña y bien equipada ciudad que en el sur de Chile (a la altura de Aluminé, Neuquén), despierta sensaciones fuertes de cara a un perfil típico de la Araucanía: montañas, lagos, ríos, aguas termales y un esplendor de bosques valdivianos que se reparten por doquier, potenciando las virtudes con las que la madre Naturaleza bendijo a estos pagos.

Se trata de uno de los destinos más recomendables dentro del de por sí generoso en postales país trasandino, donde la cordillera está presente en cada instante. Más aquí, un rincón experto en danzar con el viajero, en mostrarle beldades, cumpliendo las promesas de la que habla su cercanía con la cadena montañosa más importante del continente.

 

Múltiples paseos

Ciertamente, Pucón, o mejor dicho su entorno majestuoso, es un espectáculo. Ya lo aclaran las canas del volcán, que se aprecian ahí, al lado, en la caminata por las calles repletas de emprendimientos turísticos, bares y estilo en madera. Y el lago Villarrica, que en el sector de la Poza regala el Paseo Costanero y Puerto de Lanchas, y en el sector noroeste, a pasitos de la plaza, la Playa Grande, la arena, el sol candente que en verano no para de invitar a la zambullida, un primor.

Aquello es apenas el comienzo de la propuesta, que de inmediato saca a la luz una lista de múltiples excursiones y paseos. En tal sentido, hay que nombrar al Parque Nacional Huerquehue, con su lago Tinquilco y sus lagunas Verde, Toro y Los Patos. A todas se accede en una caminata que desde la entrada del espacio protegido demanda un par de horas, radiantes ellas de cascadas, de araucarias grandes como el asombro, de contacto directo con el poder de la creación.

Más provocador resulta la vuelta por los bordes del volcán Villarrica (en subida constante, que incluso se puede realizar en bicicleta), que reside dentro del Parque Nacional Villarrica y al que sólo se accede con guía autorizado. Por el área surgen algunas cuevas volcánicas, el centro de esquí (favorito de los chilenos durante los inviernos), y el mismo cráter de la montaña.

Con todo, lo que más cautiva al viajero es el lago Caburgua, también cercano (unos 7 kilómetros desde el centro). Al gigante hay que acariciarle las costas, y llegar hasta Playa Blanca. Entonces, la gloria: un sueño de arenas como azúcar, aguas transparentes y telón de fondo precordillerano. Ni el Caribe ni Brasil ni la Polinesia. La playa más linda está en Pucón.

Después, el Chile más difícil de encontrar en Santiago o Viña del Mar, el de habitantes cariñosos, solidarios y entrañables, aparece en la urbe misma y en aldeas de alrededor, como Catripuli, Curarrehue, Villarrica (con perfil de ciudad), Coñaripe y Lican Ray (estas últimas vecinas del lago Calafquen, otra joya). Todas, o casi, llevan lo mapuche en el nombre, y en la sabia: buenos defensores de las costumbres milenarias resultan los paisanos, orgullosos de la herencia (aunque adaptada al siglo XXI, claro). Admiración es lo que siente el foráneo.

Para el final, el as en la manga viene en forma de circuito por el río Trancura (ideal para la práctica de rafting), el río Plata y los saltos Bellavista, Los Copihues, Ojos del Caburgua y Carilefu. Todo eso, antes de relajar aún más el espíritu y probarle las delicias a los más de doce emprendimientos de aguas termales dispersos por la zona. Entre ellos el famoso “Geométricas”, una perla arquitectónica conocida en el mundo entero.