Escribe Juan Manuel Gorno
Uno tiene kilómetros de huellas en el ascenso; el otro recién ahora puede mostrar su real valor en un nivel más arriba del fútbol argentino, como se merece.
Uno es delantero que actuó de volante; el otro es enganche que define como delantero.
Uno es Gastón Moyano, vino de afuera, nació en Totoras, Santa Fe, y cuando llegó a vestir la casaca de Alumni era un pibe que la remaba para llegar, aunque sea, hasta la orilla del éxito.
Ascendió con el Fortinero, siguió en la pelea y se fue, pero Villa María lo atrapó tanto que volvió porque aquí conoció a su mujer, formó una familia y entró a laburar para radicarse, como tantos y tantos que conformaron esta ciudad tan particular.
Su apodo vino con él. Es el Chino, sin dudarlo, un buen chico que hace tiempo se ganó el espacio entre los grandes hasta que hoy, a los 32 años, es la voz de mando de un club que, paradójicamente, no suele tener la voz que corresponde en este ámbito futbolero.
Más arrastrado por Río Cuarto, Las Perdices tiene que sostenerse entre las dos grandes urbes del interior de la provincia, por eso muchos de sus chicos jugaron en una liga y en otra, depende de la edad.
Por escasos kilómetros de una jurisdicción de fútbol nomás, bien pudieron haber sido de la Liga Villamariense los jugadores que surgieron de General Cabrera o de General Deheza, pero todo llegó hasta Las Perdices, con San Lorenzo, un club que dejó de pertenecer a los “ninguneados” cuando en 1984 se alzó con el título de campeón.
Si por entonces quedaba algo lejos para la mayoría de los clubes de la Liga Villamariense, Las Perdices se ocupaba de acortar las distancias en la relación futbolera. Y siempre lo hizo.
Esta vez representa con orgullo a la LVF porque desde allí entendió lo que significa pelearla, muchas veces perjudicado por arbitrajes, complicado para debatirse un refuerzo con otro club o agobiado por los gastos de viajes.
Quizás por ello es que San Lorenzo se curtió tanto que, cuando pudo dar el salto en el plano doméstico, se animó al torneo nacional y tiene estructura para seguir, aunque los resultados no fueron buenos hasta el momento.
Le costó el doble sumar al Santo y, aunque todavía no ganó, dio cuenta que nada hubiese sido igual sin el Chino Moyano.
El domingo vuelve el delantero a Plaza Ocampo, el lugar donde fue feliz con Alumni y donde fue verdugo de Alem en la primera fecha de este campeonato, cuando marcó dos goles. Y vuelve el Chino después de marcar otro gol clave, de visitante, en San Basilio, como para sostener que tenía gol con Pereno y también los tiene con Trullet.
Dirán que a lo mejor ya no tiene la fuerza de antes o el pique corto veloz que lo hacía desnivelar en el área, pero parece intacto y, por el contrario, mejora su cuota de gol con los años. Además, lleva consigo el significado de la experiencia y te tira por la cabeza la camiseta de Gimnasia de Mendoza (allí marcó 8 goles en 22 partidos), Juventud de San Luis, Racing de Córdoba, Villa Dolores de Catamarca, San Martín de San Miguel, Huracán de Comodoro Rivadavia… Impone respeto al rival y al compañero. Es nacional.
El otro, el del frente, no arrastra tantas camisetas en su haber, pero verlo en la cancha rompe el molde.
También tiene un camino inverso. Nació acá, fue crack de pibe, se probó afuera, anduvo por el exterior y se consolidó en la Liga Villamariense.
Coincide en tener consigo un apodo que, en el mundo del fútbol nuestro, vale más que su nombre. Se llama Claudio Díaz, pero es el Lanita, de pura cepa.
Sus rulos inconfundibles cuando luchaba contra el acné antes de los 15 explicaban claramente el mote que le impusieron sus compañeros. Y en esos tiempos donde los clubes de Buenos Aires pugnaban por llevarlo, el chiquito de la Selección juvenil de la liga deslumbaba, la pisaba por acá y por allá en Embalse, ridiculizando rivales y redoblando su valor.
“Tiene la cancha en la cabeza”, supo decir uno de los cazadores de talento en aquellos torneos de la Federación Cordobesa, que no son los mismos y que tampoco tienen la presencia de la LVF.
Inferiores de Lanús, Primera división de Chile… Díaz hizo su camino hasta que decidió volver para retomar impulso desde Villa María.
Sin embargo, el fútbol tiene egoísmos que surgen del vedetismo y que se potencian cuando nadie puede contrarrestar una opinión. Le pasó a Víctor Riggio en Alumni, cuando realizó una prueba de futbolistas y Díaz asomó tímidamente a la misma, pautada en Plaza Ocampo.
“Juega bien, pero es chiquito”, tiró el Tano, que prefirió probar suerte con otros y relegó al crack que no hubiese necesitado siquiera que lo probaran.
Ante la sentencia de uno de los tantos técnicos que vienen de afuera y no conocen siquiera la idiosincrasia del fútbol local, los dirigentes de Alumni simplemente le dieron vía libre al diez.
Argentino, el club que lo vio nacer, le abrió las puertas con entusiasmo y el Lanita no dudó en agradecerlo con lo mejor que sabe hacer: jugar como los dioses.
Pudo haber vuelto a probar suerte en Alumni, pero “pedía mucho”, según la versión de los directivos del club fortinero. Entonces Díaz fue bicampeón, goleador, fuera de serie y mucho más en el Lobo hasta que Alem entendió que le hacía falta.
Con una base armada desde hace años, que levantó a su pueblo en un Provincial peleado hasta el final, el León animó nuevamente a Villa Nueva para desandar este arduo camino del fútbol nacional.
Quizás sin más estructura que la de siempre, pero con ideas para hacer del club un lugar más abarcativo, Alem –en la figura de su dirigencia- convenció a sus jugadores para llevar la bandera del desafío, sabiendo que detrás vienen cientos de leones dispuestos a pintar las tribunas con los tres colores que lo caracterizan.
Nada pareció fuera de órbita, por el contrario. Si hasta pareciera que su gente -envuelta en trapos, haciendo ruido, prolongando su canto- patea desde el cemento y la energía misma de su fuerza marca un gol.
Por lo pronto, el domingo anotó Díaz, con su botín izquierdo, acomodándola lejos del arquero y por el césped, como pide la de cuero en el campo. Todo para llevar al León a la punta.
“Falta más juego”, dijo luego el 10, mientras kilómetros más al sur, Moyano pedía ganar un partido.
En eso andarán Alem y San Lorenzo el domingo. En eso estarán el Lanita y el Chino.