Los artistas se conforman en contextos sociohistóricos y culturales determinados. Si bien parte de sus actividades pueden estar orientadas a generar posibilidad de exponer las limitantes de la época ayudándonos a ver más allá, no pueden desembarazarse de la cultura que los contiene. Desde este punto de vista la producción artística no es neutra, siempre está atravesada por lo ideológico, el género, la pertenencia a una subcultura, a pretensiones hegemónicas, etc. La expresión de esas variables en la obra influirá en su aceptación y circulación, pues al ser considerada arte, ingresa a un campo donde se desarrollan disputas que pretenden legitimar diferentes posiciones y sectores. Si bien estas luchas se desarrollan con dinámicas propias del campo artístico, quienes quedan mejores posicionados luego pueden hacer uso, ante la sociedad toda, del capital simbólico logrado. Entonces las instancias de legitimación de lo «artístico», como las académicas, museos y otras expresiones del Estado, juegan dentro de las reglas de ese campo a la vez que, de cara a la sociedad todas, ejercen mecanismos de diferenciación en lo social al establecer qué es merecedor del título de arte. Esto influye, incluso, en quienes producen criticando esta dinámica, pero a la vez aspiran a que un día les llegue la consagración desde esos centros de control de lo que merece ser expuesto.
Sin lugar a dudas que la cuestión de género atraviesa todas estas dinámicas y las postergaciones que sufre la mujer en la sociedad, también ha tenido su reflejo en el mundo del arte. Aquí pretendemos asomarnos, brevemente, a qué pasaba en los 50 en Villa María.
Una década con avances
A partir de los programas de los salones municipales de «Artes Plásticas» durante los años 50, puede iniciarse el análisis del lugar que entonces se le otorgaba a la mujer en ese ámbito del quehacer de la comunidad villamariense. El período elegido posee el interés de corresponder al tiempo en que la mujer comenzó a ejercer el derecho político al voto. Recordemos que luego de veintidós iniciativas legislativas a nivel nacional, la primera en 1911, el 9 de setiembre de 1947 finalmente pudo sancionarse la Ley 13.010 que en su primer artículo establecía que «Las mujeres argentinas tendrán los mismos derechos políticos y estarán sujetas a las mismas obligaciones que les acuerdan o imponen las leyes a los varones argentinos». Esta norma legal permitió que, el 11 de noviembre de 1951, por primera vez votaran en una elección nacional. De esa manera se concretó un avance en el reconocimiento de sus derechos políticos. Un paso enorme en la construcción de una real igualdad.
Recordemos que según el Código Civil de 1871 habían sido consideradas «incapaces» hasta que, recién en 1926, bajo la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear, fue sancionada la Ley 11.357 mediante la cual se les reconoció la igualdad legal con los varones. Aunque tenemos que dejar en claro que una cosa era lo escrito en la norma legal y otra muy distinta el lugar que la sociedad continuaba dándole a la mujer. Incluso debe tenerse en cuenta que esa igualdad no incluía la patria potestad compartida como tampoco el derecho al voto que recién sería legislado a finales de los 40.
Por lo señalado, es importante tratar de ver qué lugar ocupaban las mujeres en el escenario artístico-cultural de la ciudad, durante la década en la cual, luego de una lucha que se extendió por varios años, comenzaron a ejercer el derecho al voto.
Pocas mujeres en el poder
De los años ´50 pudimos encontrar programas de salones municipales de «artes plásticas» realizado en siete años de esa década. Todos fueron organizados por la Comisión Municipal de Cultura de la ciudad y tuvieron lugar en la sede la Biblioteca Mariano Moreno. Según reza en los mismos programas, estos eventos estaban dirigidos a «artistas radicados en la provincia de Córdoba», salvo uno de ellos, del año 1958, realizado para adherir a los festejos por el aniversario de la ciudad, en el cual sólo pudieron participar artistas que vivían en Villa María.
Estos salones de exposiciones de pinturas, grabados y dibujos tuvieron una duración de entre 8 y 20 días, durante los meses de setiembre, octubre o noviembre. En primer lugar debemos decir que entre los integrantes de los jurados que evaluaron las obras presentadas no figura ninguna mujer. También podemos señalar que esos jurados fueron integrados por nombres que serían prestigiosos en el mundo de la plástica. Es así que encontramos al catalán Eugenio Fornells, los rosarinos Ambrosio Gatti y Gustavo Cochet, el cordobés por adopción José R. Cárrega Núñez, los locales Antonio Arborio y Fernando Bonfiglioli, los cordobeses Miguel Angel Budini, José Malanca y Ernesto Fariña, el tucumano Manuel Coutaret, el porteño Julián Pedro Althabe, entre otros. Sin lugar a dudas que es un lugar de prestigio el de aquellos que juzgan lo que podrán ser expuesto y premiado. Remarcamos que entre todos esos nombres no figura el de ninguna mujer.
A la hora de pensar en la circulación y exposición de las obras, otro espacio que reviste importancia es el ocupado por los organizadores de eventos como los que estamos analizando. Como dijimos, en estos casos, organizaba la Comisión Municipal de Cultura. Allí encontramos que, en la entidad oficial relacionada con la actividad artística en lo local, la presencia de mujeres está lejos de ser masiva. Esto se repite en las composiciones de esa organización que se sucedieron durante todos esos años. En esas comisiones de doce integrantes sólo aparecen, como vocales, Rosa Buconic de Caronni y Marina González de Lucchini, en tanto que Elena S. de Montagner en dos casos figura como protesorera.
Mucho trabajo de mujeres artistas
Estos salones, prestigiados por los importantes nombres que integraban los jurados, recibían significativas cantidades de obras. Es así que las diferentes ediciones de las muestras, luego de rechazar los trabajos considerados no adecuados, tuvieron entre 102 y 46 pinturas en exposición. Resulta interesante observar que las mujeres contribuyeron con numerosas trabajos para poder organizar esos salones. Así lo señalan las cantidades de piezas efectivamente expuestas en cada exposición. Si lo medimos en porcentajes tenemos que, en una de esas muestras, las obras de artistas mujeres llegan a cubrir el 63%. En los otros casos el porcentaje de creaciones artísticas realizadas por mujeres ronda el 30%. Esto revela que la producción femenina era de un volumen significativo, máxime si tenemos en cuenta que la mayoría de los expositores son hombres que individualmente aportaban menos obras.
En cuanto a la calidad de los trabajos producidos por las artistas, siempre según la visión de quienes integraron los distintos jurados, podemos decir que era significativa pues son varios las que aparecen premiados. Incluso, en algún caso son mujeres quienes se llevan el primer lugar en una de las disciplinas.
Artistas de toda la provincia de Córdoba respondían a estas convocatorias, en tanto que la presencia de villamarienses no siempre fue de gran volumen. Sí puede decirse que generalmente las mujeres de la ciudad aportaron la mitad de las creaciones villamarienses, porcentaje que también se ha repetido en relación a la cantidad de artistas locales participantes de los salones. Es decir que más allá del lugar que se les asignara en el ente organizador y la nula participación en los jurados, las artistas locales tenían muy buena producción tanto por su cantidad como su calidad (varias fueron premiadas).
Parece interesante rescatar los nombres de las mujeres artistas, residentes en Villa María, que figuran en los programas. Ellas son: Edith Vera de Abner, Rina María Actis, Hna. María Pía de San José, María González de Lucchini, Adela Gómez de Martínez Goletti, Beatriz C. de Rondelli, Dolly B. Pereyra Azcurra, Amalia Blanco, Josefina Battistón, Gladys Lidia Caballero, Elia Inés Faggioli, Cesira E. Hamann, Violeta E. Méndez, Elena Ruiz, Nélida Raquel Zuttión y María Adela Gómez de Martínez.
El hecho de que algunas de estas villamarienses trascendieron en la actividad artística, no debe hacer perder de vista que la cuestión de género influenció de manera importante para que otras no pudieran llegar a la consagración.