Jorge Chávez recibió una pena unificada de dos años y cinco meses de prisión. A Daniel Molina se le impuso una sanción -también unificada- de cuatro años. Y Marcos Chávez (quien no es pariente del anterior) fue sentenciado a cinco años de cárcel
Tres villamarienses fueron condenados ayer en sendos juicios de trámite abreviado realizados en la Cámara del Crimen local. Se trata de Jorge Daniel Chávez (33), Daniel Alberto Molina (20) y Marcos Jorge Chávez (35), quienes recibieron penas de dos años y cinco meses, cuatro años y cinco años de prisión, respectivamente.
En todas las audiencias intervinieron los mismos actores judiciales: René Gandarillas (juez), Francisco Márquez (fiscal), Jorge Bustos (defensor) y Gabriela Sanz (secretaria).
Pena unificada I
El primer debate oral y público tuvo sentado en el banquillo a Jorge Chávez, un convicto reincidente que fue declarado coautor responsable del delito de “robo” y autor de “robo” y “violación de domicilio”, hechos por los que se le impuso una sanción de cuatro meses de prisión efectiva.
Sin embargo, como estaba debiendo parte de una condena aplicada hace casi siete años, se unificaron ambas sentencias y recibió una pena única de dos años y cinco meses de cumplimiento efectivo.
En efecto, el 17 de marzo de 2010, Chávez recibió una sanción penal de seis años de cárcel luego de ser hallado culpable de un hecho de “abuso sexual con acceso carnal” que tuvo como víctima a un indigente que estaba durmiendo en una obra en construcción.
Amenazándolo con un cuchillo, lo obligó a practicarle sexo oral y después le sustrajo un monedero con 20 pesos.
Como aquella fue su primera condena, Chávez pudo obtener la “libertad condicional” luego de pasar casi cuatro años “a la sombra”, por lo que quedó debiendo un tercio de la pena. Fue así que en la víspera se le impuso una sanción menor por los nuevos hechos, pero la misma se unificó con los dos años y un mes que estaba adeudando, por lo que recibió una única sanción de dos años y cinco meses, que deberá cumplir íntegramente.
Pena unificada II
A segundo turno, el que se sentó en el banquillo de los acusados fue Daniel Molina, alias “Palermito” (de chico se había teñido un mechón del flequillo de rubio y así se ganó ese particular apodo), quien fue declarado autor responsable de “encubrimiento calificado” (por haber vendido un objeto robado), “encubrimiento reiterado” (dos hechos) y “tenencia ilegal de arma de fuego de uso civil”, delitos por los que se lo condenó a un año de prisión efectiva, dos mil pesos de multa y declaración de reincidencia.
Molina tenía pendiente una condena de tres años de prisión en suspenso que le aplicó la misma Cámara del Crimen de Villa María el 11 de mayo de 2016 (hace apenas 10 meses), luego de ser hallado culpable de “robo calificado por escalamiento y efracción en grado de tentativa”, “encubrimiento reiterado” (cuatro hechos), “tenencia de arma de guerra reiterada” (dos hechos) y “resistencia a la autoridad”.
El joven convicto recuperó la libertad cuando concluyó aquel juicio y volvió a ser detenido hace cuatro meses.
Al ser declarado reincidente, la Justicia unificó las dos condenas y le impuso una única sanción de cuatro años de cárcel de cumplimiento efectivo.
Primera condena
Finalmente, durante las primeras horas de la tarde de la víspera, fue juzgado Marcos Chávez (sin relación de parentesco con el anterior), quien recibió una pena de cinco años de prisión efectiva por un hecho de “robo calificado por uso de arma impropia” y “lesiones leves”.
Este convicto primario admitió haber asaltado en noviembre de 2014 la despensa Stella, ubicada en Villa Nueva, a la cual ingresó con el rostro cubierto con una máscara y de donde se llevó 1.500 pesos luego de amenazar y golpear al dueño del negocio, un policía jubilado.
El propio abogado defensor informó a los medios que su cliente “gatilló dos veces” cuando el propietario del negocio intentó resistir el robo. “Como los disparos no salieron -agregó Bustos-, el almacenero forcejeó con Chávez y hasta le sacó la máscara, pero mi defendido logró darse a la fuga después de golpearlo en la cabeza con la culata del revólver”, que en ese caso fue usado como arma impropia.