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Interventores municipales como héroes

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Interventores municipales como héroes
Adolfo Jaca, interventor de la Municipalidad de Villa María durante la dictadura

En la lectura de los diarios del tiempo de la última dictadura cívico-militar puede notarse ciertas concepciones del poder político, ejercido por los golpistas y sus colaboradores, en las cuales se destaca lo individual y la ausencia del pueblo como origen de ese poder. Aquí nos asomamos a la puesta en escena de este aspecto en un artículo de la prensa local de entonces.  

 

Colaboradores de la dictadura

Resulta innegable que la dictadura desaparecedora de personas, iniciada en 1976, no habría podido sostenerse tanto tiempo sin la colaboración activa de miles de ciudadanos civiles que, por diferentes razones, aceptaron ser parte de la misma asumiendo responsabilidades en los primeras, segundas y terceras líneas de las administraciones municipales. De no conseguir hacer funcionar los gobiernos municipales con civiles, muy difícilmente podrían haber sostenido tantos años el Gobierno de facto.

Aunque debe reconocerse que no todos los actores políticos ofrecieron algún apoyo al gobierno dictatorial. Los documentos relevados durante años de trabajo, reflejados en notas en este mismo espacio, muestran que se ejercieron diferentes resistencias. Incluso pueden verse distintos posicionamiento críticos a medidas que apelaron a cuestiones profundas y enraizadas en el sentir de nuestra sociedad como lo fue la recuperación de las Islas Malvinas. Hubo quienes se apresuraron a liderar el apoyo, sin reservas, otros hablaron de la diferencia entre soldados y las cúpulas militares. Incluso estuvieron aquellos que sin dejar de lado el reclamo por la soberanía de las islas, se animaron a señalar la necesidad de que las decisiones regresaran a ser consecuencias del poder soberano del pueblo. Sin lugar a dudas que entre las colaboraciones claves estuvieron las de aquellos que aceptaron ser administradores de las intendencias municipales.

 

¿Los súper interventores?

El 29 de marzo de 1981 Roberto Eduardo Viola remplazó a Videla en la Presidencia de facto. Al poco tiempo confirmó al general Adolfo Sigwald como interventor, llamado gobernador, de la provincia de Córdoba. Este último produjo cambios en el gabinete que le acompañaba y frente al Ministerio de Gobierno provincial designó al conservador Arturo Uanini a quien le tocó, desde esa función, soportar el rechazo de la Unión Cívica radical al intento de formar un partido político oficial. Idea defendida por algunos sectores civiles y militares. Poco tiempo después, en junio de ese año, a instancias de la UCR, se lanzaría la convocatoria a la conformación de la Multipartidaria exigiendo el retorno al estado de derecho, normalización de las actividades políticas, gremiales y empresariales. En Córdoba Eduardo César Angeloz decía que esa organización trataba de «impedir la prolongación de este agotado proceso». En un escenario donde ya se oían, con bastante fuerza, voces que no eran las militares o afines a ellos, algunos partidos políticos intentaban apurar la salida de la dictadura.  

La designación de Uanini, y otro cambios en el gabinete de gobierno, produjo una crisis en las intendencias dado que los colaboradores de la dictadura en las diferentes localidades de la provincia no sabían si serían confirmados en sus cargos. Más allá de la resolución de esa crisis, resulta interesante ver cómo la prensa la reflejó. Un buen ejemplo del tratamiento periodístico que se le dio es la edición del 30 de abril de 1981 en el diario Noticias. Bajo el título, a toda página, «la incertidumbre de los intendentes» se dio cuenta de la situación diciendo que el primer semestre de ese año era una «etapa de cambios: de hombres, por un lado, y de políticas, por el otro» pero, aclaran, eso aún no llegó a Villa María y su zona. Igual inician una suerte de defensa de quienes estaban a cargo de las intervenciones en los municipios. Se habla de la «incertidumbre» de «los hombres y mujeres que han venido administrando los dineros comunales. Y solamente eso: administrando los dineros aunque la forma cómo lo han administrado, si bien algunos opinan lo contrario, se ha convertido en el principal rasgo político de los jefes municipales». Es decir que se deja en claro el limitado poder de estos delegados del poder central, puestos en los municipios, a la vez de los cuestionamientos que se filtraban por distintas vías. Igual se los rescata como agentes del avance de «las poblaciones» pues, dicen, han podido hacer obras en un contexto económico poco favorable. Se los destaca como «los más importantes propulsores» de cada obra. En el artículo se agrega que si bien «en alguno que otro lugar existieron o existen consejos colaboradores (de ninguna manera asesores), pero prácticamente no incidieron en las determinaciones… los hombres de peso ante las autoridades superiores fueron, sin duda, los intendentes». A éstos describe como «hombres y mujeres que desde 1973, en muchos casos, vienen bregando por el bienestar y el progreso de sus comunidades». En ningún momento se habla de otra cosa que no sea de la actividad individual de esos jefes comunales, no se hace alusión alguna a nada colectivo ni mucho menos a la opinión de los ciudadanos.

En una parte del artículo se dice los intendentes «no pueden comprender cómo, siendo los grandes propulsores del crecimiento de las comunidades del interior, a la hora de las definiciones ven pasar las jornadas esperando, más que una confirmación o un pedido de renuncia, una sentencia». Es decir que notan la arbitrariedad del poder dictatorial, que resulta impredecible. Pareciera que sólo pueden notarlo en relación a ellos mismos, pero no hacia el pueblo. Tampoco surge que ellos ejercen de la misma manera el poder en sus localidades, donde se cuidan de consultar a la comunidad. A la vez se construye la figura de los interventores, que llaman intendentes, como una especie de súper hombres pues son ellos los responsables de todo avance en las comunidades. Por lo cual no deberían ser sometidos a la espera de decisiones que no están en sus manos. Esta idea de que aquellos que ejercen el poder político son los únicos responsables de lo positivo que puede darse en una sociedad, lamentablemente, suele tener continuidad en tiempos democráticos.