Padecimiento de un jubilado
El día 26 de febrero tuve un malestar intenso que afectó mi pierna derecha, de tal manera que no podía caminar. Mi señora, sin dudarlo, llama al Servicio de Emergencias Corpus para ser trasladado a la Clínica de la Familia III.
Al llegar al lugar en camilla comienza el padecimiento.
El médico de guardia me pregunta: «¿Qué te duele?» Y yo de manera doliente le respondo: «La pierna derecha, precisamente la ingle».
A esto, dicho profesional, con tono certero responde: «Es apendicitis».
Mi señora, entre la aflicción y angustia, piden que le den una explicación porque en ningún momento tuvo la postura de revisarlo, sólo fue una respuesta tajante y segura: «¡Va a cirugía!».
Otra persona que se encontraba junto al profesional, sin ninguna identificación, expone un formulario sugiriendo y apuntando a firmar y pagar 5 mil pesos, que dice corresponder al cobro de los anestesistas porque los afiliados de Apross no cuentan con esa prestación.
Mi señora ante la situación planteada decide llevarme al Hospital Pasteur, a lo que estas personas de guardia manifiestan: «No lo van a atender por el Apross».
¡Mentirosos!
De inmediato el Servicio de Corpus me traslada al Hospital Pasteur en el cual me atienden en la Guardia y me realizan los estudios correspondientes.
Para mayor asombro, «no era apendicitis» sino que el diagnóstico detallado expresa: shock hipovolémico secundario a hematoma psoas derecho.
Esa gente que se encontraba de guardia en la Clínica de la Familia III, entre las 7.30 a 8 del día 26 de febrero, por ética tendrían que desistir a su profesión, dudando si realmente ocupan ese lugar como tales profesionales de la salud.
Al Hospital Pasteur sólo cabe la palabra agradecimiento:
1) Al equipo del Servicio de Guardia, por la amabilidad, el calor humano y la atención impecable.
2) A la Unidad de Terapia Intensiva (UTI), que desde el domingo 26 de febrero al domingo 5 de marzo me asistieron de manera aplicada y atenta en cada momento.
3) Al sector de Internación que desde mi presencia en la sala, la atención fue excelente.
¡Dios los bendiga a todos por la admirable tarea que realizan!
Y a la comunidad de Villa María y zona, solicito cuidemos nuestro Hospital ¡Colaboremos!
Gracias… gracias… gracias.
- Valdemarín – DNI: 6.598.711
¿Dónde deben estar los veterinarios?
Las Ciencias Veterinarias se han constituido en un pilar de alta significancia en los estados, por ello están ubicadas en el artículo 43 de la Ley de Educación Superior en Argentina. En ese aditamento se dictaminan las profesiones que se consideran fundamentales para el Estado; o sea aquellas con las cuales el país no podría funcionar.
En Córdoba y en todas las provincias tenemos veterinarios en cuantía y de profunda formación; no hace falta que otros actores lleven adelante las tareas que les competen. Es el momento para cumplir con esta premisa a nivel nacional, provincial y en cada localidad y en su zona rural.
En la leche los veterinarios inciden tanto para que su producción sea adecuada en cantidad y calidad, como para que, en el camino de su procesado a quesos, yogures, dulce de leche, etcétera su resultado sea libre de agentes microbianos perniciosos.
En la ingesta de productos cárnicos, condujo a su mayor producción con la sanidad necesaria más todo el proceso de manufactura y manutención posterior para que desde el campo llegue al plato. A la hora de consumir huevos, miel o cualquier tipo de embutidos cuando las ciencias veterinarias no están presentes muchas veces lo lamentamos con algún brote de salmonelosis, de botulismo o de triquinosis.
Entonces las Ciencias Veterinarias no sólo son las abanderadas de la producción de proteínas de origen animal para saciar el hambre, sino también deben ocuparse para que esas proteínas nos lleguen inocuas a la mesa; existe un nuevo desafío actual: producir tratando de conservar la mayor superficie posible de ambientes naturales, o sea haciendo cada día más eficiente y eficaz la producción. Si a todo esto le sumamos que las Ciencias Veterinarias deben ser “Efectoras universales de salud” convertimos su acción social en una triada difícil de competir: generación de proteínas, inocuidad de las mismas y generación de Salud.
Hoy, epidemiológicamente, hay cuadros nuevos de nuevas y viejas enfermedades. El cambio climático ha hecho presagiar un avance agigantado de las enfermedades vectoriales ya que los mosquitos y los nuevos virus llegan para quedarse. Veinte años atrás nadie hablaba de dengue, de zika e incluso creíamos que ya no íbamos a hablar más de fiebre amarilla. La leptospirosis sigue apareciendo en zonas húmedas y la tuberculosis en lugar de ir reduciendo su ocurrencia, agazapada por muchos años, volvió a tomar envión para hacerse de una casuística que merece la atención. En todas estas enfermedades, como en tantísimas otras, las Ciencias Veterinarias aportan, y deben hacerlo en mucho mayor grado, su cognitiva experticia.
Ya comienzan a existir Areas de Zoonosis o similares, de incorporación de veterinarios en planteles de salud en los distintos estamentos, pero, por ahora, con un número exiguo de profesionales. La profesión en la atención de animales de compañía creció de una manera exigente y superlativa. Resulta que, el inconsciente colectivo, cree que esta profesión existe solo para eso. El problema no es ese; el gran problema es que muchas veces los decisores políticos, sin valores cognoscentes necesarios, ignoran las potencialidades de los veterinarios.
Ha llegado el momento que los grandes Formadores de Políticas Públicas comiencen a instalar en forma magnánima esta maquinaria fundamental llamada Ciencias Veterinarias para la existencia plena de nuestro Estado. De esta manera podremos tener más y mejores proteínas que lleguen inocuas del campo a la mesa y un instrumento indefectible para generar “Salud”.
Fidel Baschetto, médico veterinario, docente UNVM