Escribe María Celia Charras ESPECIAL PARA EL DIARIO
Los 17 de septiembre se conmemora el Día del Profesor, instituido en memoria de José Manuel Estrada, escritor, publicista, orador y brillante profesor argentino, nacido a la eternidad en 1894.
La fecha es oportuna para volver a pensar en aquellos maestros que acreditaron méritos de prestigio y consideración pública por su valiosa contribución al sistema educativo.
Personalidades destacadas que trascendieron el ámbito de nuestra ciudad. Docentes a quienes no podemos dejar de reconocer y rendir nuestro homenaje. Entre otros, que son muchos, destaco a fundadores y directores de establecimientos educativos que dejaron el rastro de su merecida fama.
Y ya cito a Juan Rocchi, Antonio Sobral, Juan Müller, Bernardino Calvo, Ramiro Suárez, Juana Vives, Angel Diego Márquez y Arsenio Carranza Llanos.
Ellos estuvieron impulsados por nobles y elevados ideales y así ayudaron a forjar la grandeza de nuestra Patria chica.
Una hermosa cadena de educadores que cubrieron casi un siglo de la historia docente local.
Entre estos grandes hacedores traigo a la memoria a Gaspar Barbero el querido profesor que ha sido recordado felizmente en diferentes oportunidades.
Testimonios de cariño de sus exalumnos y amigos, más el agradecimiento de personalidades del medio como Horacio Cabezas, Miguel Angel Veglia, Daniel Farías Vidal, Carlos Alberto Rezzónico, Sonia María Oddino, María Isabel Vionnet, Eduardo Luis Accastello, José Andrés Escamilla, Ramón Jorge Gómez, Pedro Eugenio Bonetto, Luis Rey, Félix Arese, Angel Sainz, Ricardo Domingo Borsato, Julio Nóbrega Lascano, Juan Carlos Seia, María Cámara, Daniel Climaco, Miguel Andreis, Elvio Omar Toscano, Aldo Guizzardi, Julio Alberto Benítez, Carlo Rocco, Jesús Chirino, Ernesto Pfeiffer, María Giorgis, Gladys de Gazzera, Miguel Angel Hurtado, Nelso Degano, Serafín Cabaleiro, Isolda Beatriz Cabezón, Francisco Manera, Ana María Oggero, Nilda Vaccaro de Moreno, Elvio Romani, Enrique Aburrá, y la lista sigue.
Y entre los documentos que le recuerdan aparecen firmantes que adhirieron oportunamente al petitorio elevado a las autoridades para que se le tributara un merecido homenaje.
De todos los nombrados, Barbero recibió hermosas reflexiones.
En septiembre de 2014 el Concejo Deliberante de Villa María reconocía al educador Barbero en una mención especial según Ordenanza 4.840, documento firmado por Escamilla, Mónica Lazos y Georgina Etchegaray.
Con respecto a esta mención especial Carlos Alberto Rezzónico expresaba textualmente el 7 de enero pasado: “Me solidarizo con tan significativo hecho que honra la memoria de un educador con auténtica vocación y compromiso ampliamente reconocidos por sus alumnos”.
A lo expuesto agregamos justicieros homenaje llevados a cabo desde su desaparición física acaecida el 28 de octubre de 1984.
Villa María lloró con inmenso dolor su viaje sin regreso porque comprendía que con la partida de ese educador perdía la ciudad un prestigioso ciudadano.
A todo lo mencionado agregamos su pasaje histórico recordado el 27 de enero de 1985 con la colocación de una placa en el monolito erigido en su honor en la plazoleta que lleva su nombre a la entrada del barrio Santa Ana y la puesta en valor de la misma en abril del año 2011.
Sumamos a esto el libro titulado “La vocación docente con mayúsculas” editado en su memoria y declarado de interés municipal y cultural por el Concejo Deliberante el 19 de diciembre de 2013.
Por último agregamos la adhesión de instituciones oficiales.
Todo en recompensa a su espíritu noble y verdadero, porque su obra perdura a través del tiempo y su presencia espiritual permanece en el alma de todos los que se conocieron.
Gaspar Barbero había nacido en Montevideo el 6 de enero de 1903. A los 15 años se recibió de maestro en la capital uruguaya. Años más tarde egresó con el título de Contabilidad y Matemáticas, carreras cursadas en el Instituto de los Padres Capuchinos.
En el año 1923 inició su actividad docente en un colegio religioso de Concordia, Entre Ríos. Su labor continuó algún tiempo después en la localidad de Villa Diego, Santa Fe, y posteriormente junto al profesor Juan Rocchi en el emblemático Colegio Mariano Moreno.
A fines de 1930, Barbero se alejó del mencionado colegio y es despedido con un caluroso y activo acto.
Años después le hicieron entrega de un pergamino que expresaba textualmente: “A Gaspar Barbero, al maestro de la abnegación y el sacrificio, con agradecido reconocimiento los exalumnos en las Bodas de Oro del Colegio Mariano Moreno, ex-Don Bosco, la comisión de homenaje, Villa María, 11 de noviembre de 1973”.
El 2 de enero de 1933 fundó la Academia Mercantil Fossa, entidad de formación comercial que ganara rápidamente justificado y permanente prestigio.
Allí se desempeñó como profesor y director consagrado a la educación de sus asistentes a los que amó entrañablemente. Esto fue durante 45 ciclos lectivos ininterrumpidos.
Un 24 de octubre de 1984 Gaspar Barbero dejaba este mundo. Su partida fue capaz de destruir lo material, pero resultó impotente para aniquilar el pensamiento, los sentimientos, el trabajo y la obra de este educador.
Porque aunque se extinguiera su vida, de él quedaron sus valores espirituales que tanto amigos como exalumnos le retribuyeron con un sentimiento de profundo agradecimiento expresados en los más bellos con conceptos.
La desaparición del maestro conmovió a Villa María en lo que tiene de agradecida.
“Porque él se dio a la enseñanza con dedicación sin par, dejando el mejor recuerdo (un ejemplo de laboriosidad y bondad)”. Esto dijo de él Julio Nóbrega Lascano.
Hoy, su nombre se aquieta en las páginas de nuestro diario, volviéndose perdurable en su calidad de contribución histórica, que construyó la mejor realidad de nuestra querida Villa María.