Ixchel Yglesias lucha contra la trata de personas en su país. Comparó la problemática de allá con la de nuestro territorio, destacando diferencias y similitudes, y remarcó que en ambos casos “hay desinterés a nivel social sobre este tema”
Ixchel Yglesias González Báez es una antropóloga forense mexicana de 28 años que está de visita por la ciudad, invitada por la Universidad Nacional de Villa María y la ONG Vínculos en Red, para dictar una serie de diplomados por la región.
La joven profesional se especializa en investigaciones en relación a la trata de personas, trabajando “directamente con mujeres en situación de prostitución” tanto en la ciudad de México como en el estado de Tlaxcala, de donde ella es oriunda.
–¿En qué nivel está la problemática de trata de personas en tu país?
-El fenómeno en México es muy grande, el estado de Tlaxcala, donde vivo, es uno de los estados que de forma amarillista ha sido llamado “tierra de padrotes”.
Es un problema grande que tenemos, hay comunidades que directamente producen padrotes. Hay muchos varones que tienen esta inquietud y lo que hacemos es tratar de investigar y entender qué es lo que lleva a los varones a convertirse en proxenetas, cómo prevenir eso, no mirarlos como monstruos porque lo que se pretende es erradicar, es decir, qué le puedes ofrecer a un niño de 12 años que en el contexto donde crece hay muchos padrotes, pues él quiere ser uno.
La situación que describe genera que haya muchas mujeres que son reclutadas, por lo que Ixchel explicó que “debemos fortalecerlas desde el trabajo educativo”.
–¿Están muy desprotegidas?
-Sí, y con mucha desinformación. Porque los que tienen la posibilidad de generar políticas públicas no tienen quizás la información adecuada. Lo que ha pasado en mi país es como que se han dedicado a importar teorías, importar modelos, entonces en el tema de trata se sigue mucho lo que se ha hecho en Europa o Estados Unidos, pero son leyes que no van de acuerdo a nuestras realidades, no explica lo que se vive, por ejemplo, en una zona rural de México.
Es por esto que “lo que nosotros hacemos es remar contra esa corriente”, con la misión de “generar políticas de prevención de acuerdo a nuestras realidades”.
Además, la antropóloga aclaró que sean víctimas de trata o no, “he encontrado que aunque algunas llegan sin proxenetas, no están libres de explotación sexual”.
Es decir que “el espacio de prostitución implica la misma violencia y riesgos para quien lo tiene y para quien no lo tiene”, y que si bien algunas “dicen que llegan a decidirlo, he encontrado que son otras condiciones de violencia las que las llevan ahí, tal vez no un padrote, pero sí ciertas condiciones de vulnerabilidad”.
–¿Cómo se puede comparar la situación de trata en México con la de nuestro país?
-“Se comparten muchas cosas. En violencia contra las mujeres Argentina y México van a la par. Aquí me contaban que tienen un femicidio cada 24 horas y en México son siete por día, pero el nivel de población es distinto, cuando acá superan los 40 millones, allá somos 120 millones, entonces los números no distan mucho en proporción. Lo real es que acá en Argentina hay una larga historia del fenómeno de trata, de hecho, el contexto argentino es donde se comienza a llamar trata de blancas, con todas las mujeres europeas que se traían a Argentina. Acá tuvieron una de las organizaciones proxenetas más fuertes de la historia, una organización judía, y esto marcó mucho a la sociedad argentina, y mucho del proxenetismo en México durante el siglo pasado adoptó el operar de los proxenetas de Argentina”.
Ixchel diferenció la modalidad o técnicas con las que se opera en cada país: “En México una de las técnicas que utilizan los proxenetas, y que es muy eficaz, es el enamoramiento de las chicas para luego hacer que ellas accedan a la prostitución, mientras que aquí hay casos en donde hasta las familias llegan a actuar como proxenetas o que venden a las chicas, eso no es tan común allá”.
A su vez, contó que “lo que sí comparten los dos países es que frente al fenómeno hay poca visibilización social, salvo en ciertos colectivos o grupos activistas, pero en general hay un desinterés a nivel social por este tema”, y remarcó que “también se comparten ciertos códigos culturales como eso de que ‘las mujeres están ahí porque les gusta o no quieren trabajar’”.