La propietaria narró cómo sucedieron los hechos del pasado martes, que terminaron con su vivienda incendiada
El martes pasado, el fuego consumió por completo una habitación de una vivienda ubicada en Comercio 320. Fue alrededor de las 8.30.
Hoy, con las paredes aún negras, el olor a humo impregnado y la bronca e impotencia intactas, la propietaria del inmueble eligió contar cómo sucedieron los hechos, para “concientizar” -afirmó- sobre el uso de los celulares.
Romina Rapaccioni relató que “todo comenzó cuando a las 8.10 aproximadamente suena la alarma de mi celular, un Samsung Grand Neo Plus; lo desenchufo del cargador, ya que había estado cargando toda la noche, y lo coloco sobre la cama”, y añadió que “en solo minutos empezó mi horror y lo que desearía que hoy sea solo una pesadilla”.
Lo que desencadenó el incendio fue que “mi celular explotó en mi cama”. “Lo tomé con la mano y lo tiré al piso cuando sentí la explosión, cayó al piso pegando contra la pared del vestidor”, contó y agregó que “el teléfono se desarmó y la batería salió despedida prendida fuego, cayendo bajo el sommier”.
“Lo primero que hice fue agarrar a mi hija de 2 años y 3 meses y bajarla de la cama. Subí con la pava con agua a tratar de apagar el fuego y me di cuenta de que era imposible”, recordó sobre sus intentos en vano de contener el fuego, porque “fueron segundos para que el colchón empezara a arder”.
Ante la desesperación, la joven bajó a la parte inferior de la casa para llamar a la Policía, “y abrí una ventana para pedir ayuda, porque “de los nervios no encontraba las llaves para poder salir de mi casa junto a mi hija”.
“Volví a subir a la planta alta para buscar las llaves y ya era imposible entrar por el humo que había. Gracias a Dios, sin poder respirar, las encontré y bajé corriendo, agarré a mi hija, que estaba parada al lado de la escalera, y salimos a la calle”, describió.
Rapaccioni hizo un alto en su relato para reflexionar: “Gracias a Dios puedo contar lo sucedido, porque podríamos haber muerto cuando la batería del celular explotó o en el mismo incendio”.
“De pronto me encontré afuera, rodeada de gente tratando de ayudarme, yo en estado de shock, con un dolor en el alma y la impotencia de ver cómo mi casa se incendiaba y sin poder hacer nada”, prosiguió.
La joven, quien habla en nombre de la familia Chialvo, su pareja, pidió concientización sobre el uso de los celulares y el peligro que esto implica: “Mi hija solía jugar con el celular o ver videos, el cual podría haberle explotado en la cara o mientras uno habla por teléfono”.
“Solo sé que hoy nos encontramos con mi familia sin poder estar en nuestra casa por los daños ocasionados. Perdimos todo lo que nos costó sacrificio y trabajo. Recuerdos, sentimientos perdidos en ese incendio que duele”, lamentó.
“Mi hija llora y pide por su casa, por su cuna, por su almohada de apego, que desde que nació la acompañaba. Cómo hago para explicarle lo que sucedió”, se preguntó y confió que “da dolor, bronca e impotencia” lo sucedido, por lo que “solo agradezco haber salido viva de ahí”.
Finalmente, agradeció a “la gente que nos ayudó y a la que con un llamado o mensaje estuvo presente”.
Siempre bomberos
Apenas segundos después de haber extinguido el incendio por completo, uno de los bomberos del Cuerpo de Villa Nueva resumió: “Tardamos seis minutos en llegar porque somos pocos y muchos trabajamos en Villa María”.
Otra vez, el esfuerzo silencioso de un grupo de personas que deciden dedicar su tiempo y poner en riesgo su cuerpo voluntariamente hizo que un incendio no se convierta en una tragedia.
Agitados, transpirados y con el cansancio a cuestas luego de su labor, muchas veces se conforman con un “gracias”. Otras, incluso, con mucho menos que eso.
Damián Stupenengo