Soy uno más de tantos que vive la pasión del fútbol. Desde chico me escapaba de casa para ver un partido de fútbol. Sabía mi vieja que podía irme a Córdoba porque seguía a Alumni, pero no viene al caso, sé que mi vieja sufría porque yo me iba nomás y tenía 8 años.
Alguien allá te pegaba un reto porque así era antes y todo el mundo te cuidaba, entonces llamaban a mi vieja para que se quedara tranquila, que yo estaba bien y a tal hora estaría de nuevo en casa.
Crecí entonces sabiendo que nadie me detendría otra vez, sin importarme lo lejos que quedase el próximo partido, iba igual, a dedo o como sea. Y si había que tener plata sólo para la entrada, se iba igual. Y bueno, hoy es diferente. Voy cuando puedo, no estoy solo y no es fácil teniendo una familia. Son gastos bastante significativos y uno no está para trotes de otra época… Entonces uno se conforma con verlo en la tele, con algún amigo, quizás rival.
Hacía años que no iba al Chateau Carreras. Era todo un acontecimiento para mí, histórico. Mi Belgrano querido, era verte otra vez… y otra vez volver en un clásico. Y además conocer el nuevo Kempes. Ansiaba mucho ese momento.
Juro que a dos cuadras del estadio se podía sentir como si estuviese allí dentro y casi me pongo a llorar de la emoción. Varios fueron testigos de esto, gente de la Filial villamariense de Belgrano (por cierto, fue una experiencia muy lindo haber viajado con ellos, gente muy piola). Todo era perfecto, el olor a choripán, los que vendían, gorros, banderas, algunos por ahí, en adyacencias al ingreso, tocando trompetas y yo grabando lo que podía…
Hoy, ya hace cuatro días, y no he podido ver ninguna imagen de esa fiesta. Podría haber compartido vídeos por Facebook y WhatsApp; no lo hice.
Sentí que en algún momento, sin noción de lo que sucedía, escuché decir en la cancha que tiraron a un hincha infiltrado de Talleres, entonces dije: ¿para qué se fue a meter ahí? ¿Con un tatuaje de la T?, no pude ver lo que pasó porque estaba al lado de la Willington, en la parte debajo de la Gasparini, y de ahí no se ve el centro de la popular norte, después, cuando empieza el segundo tiempo, me fui al centro de la Gasparini, bien arriba de todo, y hasta ahí no sabía nada de lo que pasó hasta que, entre la gente empieza a comentar… Todas eran opiniones equivocadas; se decían muchas cosas distintas… Y nadie tenía conciencia de la gravedad en que se encontraba ese chico… Creo que mucha gente, incluido yo, ese día aprendimos una gran lección y nos cambió a muchos la forma de pensar.
Dios quiera ahora que esto no vuelva a ocurrir más, y que muchos dejemos el egoísmo de lado, que seamos más solidarios, que repudiemos a los que nos amargaron esta fiesta… Que otros Emanueles vuelvan a sus hogares donde los espera ese abrazo de tu vieja-viejo, de los amigos. Quiero a esa gente que va con sus hijos, pienso en miles de hinchas de otros equipos que, por igual, aman sus colores y el fútbol, que nunca pero nunca olvidemos lo que pasó esa tarde en el Kempes. Nadie le devolverá la vida a Emanuel. Solo vivirá en los corazones de muchos que después de analizar todo esto pueden pensar como yo, que me equivoqué y pido perdón… Hoy pienso diferente. Emanuel pude haber sido yo.
Mariano Molina
DNI 23.835.182