De marcada impronta vasca, la preciosa ciudad mezcla belleza natural y arquitectónica, gastronomía reconocida mundialmente y el fuerte costumbrismo de sus habitantes. Virtudes de una de las urbes más lindas de Europa
1) Vasquísima: ubicada en el extremo norte de lo que oficialmente se conoce como País Vasco, San Sebastián es, con holgura, una de las ciudades más lindas de Europa. Sin embargo, y más allá del ineludible plano estético, lo que realmente atrapa al viajero es su gente. Una comunidad que enarbola las banderas del vasquismo como en ninguna otra gran metrópoli de la región, defendiendo a rajatabla aquel concepto de que la tierra que pisan es Euskal Herria y no España.
Esa pintura se distingue fácil en el caminar por Donosti, donde sobresalen las banderas rojas, verdes y blancas (las famosas ikurriñas, máximo emblema de la patria no reconocida), la gente que se comunica en euskera (el complejo y enigmático idioma de la zona pirenaica) y hasta las txapelas (boinas) decorando las cabezas de los más ancianos. A ello se le suman tradiciones de larga data y muy arraigadas, como el amor por la pelota (deporte nacional, que se practica en los frontones), las carrera de traineras (o regatas), las danzas nativas y el compromiso político de muchos de sus habitantes.
2) Playas urbanas de primera: la península ibérica propone un sinfín de playas y, en ese sentido, San Sebastián tiene mucho para ofrecer. De cara al mar Cantábrico, la ciudad muestra algunas de las playas urbanas mejor plantadas de esta parte del viejo continente.
Básicamente, las joyas son dos: La Concha y Zurriola. La primera es un lujo de arena fina y agradables chapuzones, en el que los playeros disfrutan de panorámicas de los montes Urgull (a la derecha) e Igeldo (a la izquierda) y de la isla Santa Clara (al frente), custodiados por un muy elegante y extenso paseo costanero a las espaldas. Zurriola, en tanto, tiene un talante más de barrio y es la favorita de los surfistas. Ambos espacios están separados por el río Urumea y sus múltiples y vistosos puentes.
3) Montañas con fuerte presencia: citábamos antes al Urgull y al Igeldo y a ellos volvemos. Son otros de los tantos íconos naturales de Donosti, un municipio que se da el lujo de vivir rodeado de montañas muy pero muy verdes. El Urgull se asienta bien cerquita del casco céntrico, convocando a los caminantes con un paseo por el antiguo puerto primero, y el Castillo de la Mota después. Desde la cima, las vistas del Cantábrico y el mapa urbano son impresionantes.
Por su parte, el Igeldo sienta domicilio en el ala este (en el otro extremo de La Concha) al cual se puede acceder caminando o funicular mediante. A ellos hay que adosarles el Ulía (vecino de Zurriola), con sus peñas y abruptos acantilados.
4) Arquitectura “Belle Epoque”: emplazada a escasos 20 kilómetros de la frontera con Francia, San Sebastián está marcada arquitectónicamente por el estilo traído desde el país galo. La impronta “Belle Epoque” se aprecia clarita en el llamado “Casco Viejo” (preciosa área central donostiarra en la que sobresalen la Catedral del Buen Pastor, el Teatro Victoria Eugenia, el Ayuntamiento, el Hotel María Cristina, el Parque Alderdi Eder, la Iglesia San Vicente y varias plazuelas de fuentes y aires muy europeos) y en el paseo costanero que linda con La Concha.
5) Gastronomía de elite, pero popular: la gastronomía en San Sebastián es casi una cuestión de estado. Aquí, la mundialmente afamada cocina vasca se goza en serio, de la mano de algunos de los restaurantes más prestigiosos del globo.
Con todo, lo mejor es disfrutar del arte culinario local en los muchos, muchísimos bares, restaurantes y tabernas populares que inundan el casco viejo. En este sector de Donosti, o incluso en los barrios de las adyacencias, vale la pena arrimarse a la barra e imitando el modus operandi de los paisanos, atiborrarse de pintxtos (pequeñas delicias celosamente elaboras y servidas sobre trozos de pan), hechos con los ingredientes que uno se imagine (con fuerte protagonismo de pescados, mariscos y embutidos).
Para acompañar, una buena caña (vaso de cerveza), sidra producida en la zona rural y el parloteo de vascos y vascas felices de darle vida a una de sus más enraizadas costumbres.