El Colegio de Psicólogos de Villa María dio a conocer su mirada profesional frente a las múltiples alternativas que, bajo el disfraz terapéutico, ofrecen “recetas de la felicidad”. Este es el texto de la opinión institucional
“En la actualidad estamos asistiendo como Colegio de Psicólogos a diversos planteos, interrogantes y quejas de colegas profesionales y usuarios del campo de la salud mental sobre diversas prácticas que interpelan nuestra posición frente a las mismas; nos cuestionan frente a ciertos aspectos éticos y nos obligan a abrir un debate plural, objetivo y profundo respecto a nuestro quehacer profesional.
Entendiendo a la salud mental como uno de los derechos humanos fundamentales contemplado constitucionalmente, y el Código de Etica del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Córdoba, el cual tiene como propósito proveer principios generales y normas deontológicas para el ejercicio profesional de la psicología, es que nos proponemos abrir un espacio de discusión que nos permita desde las diversas perspectivas poder polemizar el rol del psicólogo en los ámbitos de desarrollo profesional, problematizando así, si las hubiera, aquellas prácticas que nos exceden y/o que faltan a la ética de nuestro rol.
En este sentido, les compartimos un aporte del colega Néstor Ribotta (MP. 2136) quien reflexiona con nosotros sobre los que podían considerarse los síntomas de la época. Además queremos extender la invitación a todos los colegas interesados en compartir su opinión, punto de vista o posición sobre el tema abordado en esta oportunidad, como así también aprovechamos para manifestar nuestra intención respecto a proponer la sede de la delegación del colegio profesional como un espacio abierto para la discusión de estos temas y otros.
El canto de sirenas
En la Odisea, de Homero, Ulises inventó un dispositivo racional para atravesar la fascinación del canto de las sirenas. Ese dispositivo constaba en hacerse atar al mástil de la nave y taparle los oídos al resto de la tripulación. Una vez leí al Dr. Samaja, enorme epistemólogo, contar esa escena como una metáfora de la experiencia terapéutica, es decir, con un artilugio racional, Ulises se aprestó a atravesar la locura que generaba el canto de sirenas.
Siempre existieron en cada época gurúes que prometen formas de resolver el malestar irreductible que genera la existencia ofreciendo fórmulas y recetas para todos los gustos, casi todas (siempre es casi, nunca nada es todo) tienen en común la oferta de un camino asfaltado, fácil y seguro para atravesar la selva de las innumerables dificultades que genera la vida, incluso algunos llegan a postular que tienen la respuesta para “todo” tipo de malestar y van aún un poco más allá, adornan esos enunciados, en su mayoría esotéricos, con el rótulo de “científico”, propuestas que no pasan un mínimo de rigor epistemológico, en los casos más leves, en otros muchas veces rozan el delito. Mezclan en un cambalache dialéctico conceptos como ontológico, neuro, programación, bio, alma, espiritual, todo en el mismo lodo con una pasmosa liviandad.
Estamos haciendo referencia a todo tipo de ofertas para resolver conflictos, padecimientos emocionales, angustias; dicho de otra manera, ofrecen herramientas y técnicas que no requieren mayor esfuerzo para abordar y en muchos casos “tratar” el padecimiento subjetivo.
Cada quien tiene derecho a pensar, teorizar, escribir y publicar lo que se le venga a sus ganas, puede también -y lo hacen con mucho éxito de convocatoria- dar conferencias con sus extravagancias. Lo que desde aquí se pone en cuestión es que en varios casos la participación en algunas de estas experiencias no es sin consecuencias psíquicas. La disponibilidad con la que se presta el usuario de este tipo de prácticas es el aspecto más complicado de abordar, ya que deposita su confianza, su intimidad, su afecto (relación transferencial); es allí donde ponen en riesgo.
Los modos de padecimientos subjetivos como objeto de estudio requieren de un abordaje muy cuidado, ya que a diferencia de otras epistemologías, aquí se pone en juego el deseo del profesional, cada escuela, cada orientación clínica toma ese aspecto de diversos modos, no es una cuestión menor, es central.
Existen generalidades, regularidades en las formas de presentación clínica, eso que se puede medir y cuantificar, para planificar políticas de Estado, por ejemplo, pero el abordaje para su tratamiento es siempre singular, es decir, sin par. La lógica de mercado que está regulando los lazos sociales impone modos de goce “para todos” del mismo modo que “respuestas” prediseñadas para todos; el ideal de la lógica de mercados es “todos gozamos igual”; una falacia.
La complejidad no puede hacerse simple, no se puede transmitir lo complejo de manera simple, es decir, un problema, un asunto, un fenómeno, está atravesado por diversas variables, mientras más variables interactúan en un problema más complejo resulta su estudio. Un problema nunca es explicado por una variable y mucho menos si nos referimos a las problemáticas de la subjetividad actual.
Es fascinante la idea de resolver lo complejo de manera simple, sencilla y rápida. El fascinante canto de sirenas que promete modos de acceder a la felicidad como si se tratara de una decisión consciente, racional y voluntaria, como si solo se tratara de proponérselo. El siglo XX derribó las ilusiones del dominio racional, sin embargo, estos gurúes vendedores de ilusiones parecen desconocer. Eso es la autoayuda. El que no puede autoayudarse deberá asumir su fracaso en esta lógica.
Asistimos a una época que impone como imperativo categórico “ser felices” y del mismo modo “impone” las recetas de felicidad. Parte del funcionamiento de su estructura es esa: inventa un producto y su necesidad.
Ulises apeló a un dispositivo racional para atravesar el acto irracional de oír el canto de las sirenas. Ese artilugio racional bien puede ser la ayuda de un profesional matriculado, atravesar los diversos e inesperados caminos en lo que se suele derivar el escucharse dentro de un dispositivo apropiado y así sostenido en el marco de una experiencia que está diseñada para ello, con profesionales que se dedican (todo el tiempo) a estudiar, a analizarse y a estudiar de manera sistemática la cada vez más compleja red de variables que interactúan en la vida cotidiana para que alguien, a veces, sufra algún modo de padecimiento subjetivo”.
Texto enviado a la Redacción de EL DIARIO por la Comisión Directiva del Colegio de Psicólogos, Delegación Regional A, Villa María. E-mail: cppcvillamaria@cppc.org.ar