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Adiós a un maestro

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Adiós a un maestro

A los 82 años dejó el mundo terrenal el autor de “Crónica de un iniciado” y director de revistas emblemáticas como “El escarabajo de oro”

En 2016, Castillo publicó “Del mundo que conocimos”, una selección de sus cuentos

Abelardo Castillo, uno de los escritores más relevantes de la literatura argentina del siglo XX, que abordó todos los géneros literarios y dejó la huella de su compromiso social y político, murió el lunes por la noche a los 82 años de una infección posoperatoria en la Ciudad de Buenos Aires, donde había nacido en 1935.

Maestro de escritores y eximio cuentista (digno sucesor de la dinastía de apellidos como Roberto Arlt, Jorge Luis Borges y Julio Cortázar), pero también autor de novelas como «El que tiene sed» y «Crónica de un iniciado» y de obras de teatro, fue un autor fundamental de la segunda mitad del siglo XX, que consideraba que el escritor es ante todo «un inmoderado por naturaleza, un rebelde».

A los 11 años, Castillo se trasladó con su familia a la ciudad bonaerense de San Pedro, que para él fue su «lugar afectivo» y donde vivió hasta los 17 años. En 1952 regresó a Buenos Aires.

 

Primer premio a los 24

Abelardo descubrió en San Pedro y muy tempranamente su vocación de escritor y de hecho obtuvo reconocimientos tempranos, por ejemplo, a los 24 años, el primer premio del concurso de la revista «Vea y Lea», cuyos jurados fueron Borges, Adolfo Bioy Casares y Manuel Peyrou.

La crueldad, el desafío, la competencia, la traición, la culpa típicas de la adolescencia son marcas recurrentes en sus cuentos, que comenzó a escribir en 1961 y reunió bajo los títulos «Las otras puertas», «Cuentos crueles», «Las panteras y el templo» y «El espejo que tiembla», entre otros.

En sus historias, los personajes transitan por arrabales, casas, boliches, cuarteles, las calles de la ciudad o de pequeños pueblos de provincia, donde llegan, por lo general, a situaciones límite, y muchas veces parecen concurrir a una cita para dirimir un pleito con su propio destino.

«Siempre me han subyugado los tipos extremos, hablando estrictamente de la literatura. Pienso que a través de un personaje extremo, de una situación límite, uno encuentra una gran libertad para expresar lo que no piensa. Haciendo hablar a un tipo de personaje límite incluso se puede decir hasta lo que no se piensa, aquello que está en contra de las propias ideas», dijo Castillo en una entrevista.

Otro tópico que aparecerá tanto en su obra de teatro «Israfel» (basada en la biografía de Edgar Allan Poe, uno de sus autores fetiche) como en el cuento «El cruce del Aqueronte», y sobre todo en la novela «El que tiene sed», será el alcoholismo, una adicción que lo aquejó muchos años de su vida y de la cual logró recuperarse.

 

Trabajos y revistas

«Durante años tomé mucho y en forma bastante consecuente como para saber, desde mí, que es el alcoholismo como locura o como impulso de muerte. Hace ocho o nueve años que no tomo una gota, pero he tomado en cantidad suficiente como para ahogar una ciudad más o menos del tamaño de San Pedro», confesó en un reportaje.

Tan decisivas para Castillo como las obras del autor de «Ficciones» resultaron también las producciones de Poe, Marcel Schwob, Fiodor Dostoievski, Malcom Lowry, Roberto Arlt, León Tolstoi, Henry Miller, Jean Paul-Sartre y su admirado Leopoldo Marechal. En su faceta como dramaturgo obtuvo por la pieza «El otro Judas» el primer premio en el Festival de Teatro de Nancy, Francia.

Su sólido compromiso con la realidad y la política, característico de la generación del 60, de la que fue uno de los nombres centrales, lo llevó a crear junto a otros escritores las revistas literarias “El grillo de papel” (1959-1960), que fue prohibida en 1960 por el gobierno de Arturo Frondizi; “El escarabajo de oro” (1961-1974), considerada por la crítica especializada como la más prestigiosa publicación literaria de la década; y “El Ornitorrinco” (1977-1986).

Esta última revista, que publicó junto a Liliana Heker y Sylvia Iparraguirre -quien fue su esposa y lo acompañó hasta sus últimos días-, fue considerada una de las publicaciones más importantes de la resistencia cultural contra la dictadura militar instaurada el 24 de marzo de 1976.

En el primer volumen de sus «Diarios», obra que publicó en junio de 2014, el escritor narró sesgada y literariamente hechos de su vida ocurridos desde 1954 hasta 1991, como la temprana decisión de convertirse en escritor.

A fines de 2016, Castillo publicó «Del mundo que conocimos», una selección personal de sus cuentos que funciona como una suerte de mapa íntimo.

 

Galardonado

Entre muchísimos premios, recibió en 1986 el Municipal de Literatura por «El que tiene sed», en 1993 el Nacional de Literatura por el conjunto de su obra y en 1994 el Konex de Platino. En 2007 fue galardonado con el premio Casa de las Américas de Narrativa José María Arguedas por «El espejo que tiembla».

Su obra fue traducida a 14 idiomas, entre ellos el inglés, francés, italiano, alemán, ruso y polaco.

 

Fuente: Télam