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Horacio ya es leyenda

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Horacio ya es leyenda

Se fue el Horacio, y con él un personaje de la ciudad que sin duda quedará en el imaginario colectivo. ¿Quién no lo vio alguna vez caminando por la ciudad? En el invierno con su manta marrón, a la vieja usanza, y en verano con sus impecables camisas blancas.

Horacio fue el intendente de la recuperación democrática, de cuando las 3 boletas 3 colmaron las urnas, y pese a las dificultades o errores de su gestión que alguien pueda señalar, la transparencia en el manejo de la cosa pública fue la condición sine qua non, una política de Estado. Siempre aborreció la corrupción.

Y tal vez inspirado en Sabattini, se fue del gobierno a su casa, pero con la convicción, como dijo para los 25 años de democracia, que la labor del intendente no concluye con la expiración del mandato, sino que se proyecta para siempre siendo un servidor de los vecinos.

Pero para no idealizarlo, porque a veces la muerte genera esas idealizaciones, hay que decir que a Horacio había cosas que no le gustaban. No le gustaba la política concebida como un ejercicio discursivo estéril ni agotada en la tertulia del café.

Quizá no se hubiera aggiornado a esta era de la videopolítica, de Twitter, de la fan page, de los gurúes del marketing, ni mucho menos se hubiera dado algunos abrazos o encuentros ahora al final de su vida solo para las fotos, por obediencia o para quedar bien.

Lo que hacía era porque lo sentía y a la política la concebía al lado de la gente, por y para la gente y, fundamentalmente, de los más humildes.

A Horacio tampoco le gustaba la grieta. Nunca dejó de ser radical, pero por encima de ello, villamariense. Lamentablemente, no podrá estar en el 150º aniversario para el que el ya se estaba preparando. Era un enamorado de la ciudad, de sus barrios, de su historia, pero fundamentalmente de su gente.

Ciudad a la que le brindó grandes aportes, no solo desde la Intendencia, sino desde la cultura, con sus obras sobre historia que quedarán para los tiempos como reaseguro de la memoria colectiva y desde los diversos ámbitos sociales.

Ello fue así porque de la amistad hizo un culto. Ahí se lo veía en la peña del desagüe y entre tantas otras como en el Huracán, en lo de Quinino y también en el Bar Monta.

Cabezas fue amigo de los jóvenes, demostrando que la amistad es un valor sin limitaciones etarias, y quienes fuimos dignatarios de ese valor en el plano de la militancia radical pudimos conocer su auténtica vocación militante, su generosidad al distinguirnos en prologar sus libros, su predisposición permanente para colaborar no solo en la formación política, sino acompañando en cada evento que emprendiéramos.

Siempre con un espíritu constructivo, hasta el último día que nos vimos, el 1 de mayo pasado: “Cuenten conmigo para lo que haga falta”.

Se fue el Horacio. En algún lado lo esperan sus secretarios Veglia, Massel y Julio López. Seguramente hablará de la ciudad con Deiver o don Carlos Pizzorno, Carlitos Zanotti y tantos otros que escribieron la historia grande de nuestra Villa.

Acá nos queda su legado y el ejemplo de un intendente que no buscó el bronce, pero que conquistó el corazón de muchísimos vecinos y que ya forma parte de la leyenda villamariense.

Alfredo M. Nigro