Había una vez un perro y un gato que eran vecinos y siempre se peleaban. El perro se llamaba Sol y el gato Luna.
Un día al perro Sol se le ocurrió la idea de irse de campamento. Armó un bolso con su carpa, las estacas, una lona y una linterna. También preparó una canastita con comida para perros mientras movía la cola alegremente.
El gato Luna, al ver al perro tan feliz preparando su bolso, también quiso ir al mismo campamento. En su mochila puso una bolsa de dormir, comida para gatos y un libro para leer a la noche.
El perro llegó primero muy contento y armó su carpa, puso las estacas y se tendió en la lona a descansar.
Cuando más tarde llegó Luna, el perro Sol se puso furioso y se empezaron a pelear. El perro le tiró de la cola al gato, el gato le mordió la oreja al perro y los dos muy enojados se fueron cada uno por su lado.
Luna se acurrucó debajo de un árbol en su bolsa de dormir y Sol se encerró en su carpa. Ninguno de los dos se quería hablar.
Lentamente fue anocheciendo y empezaron a sentir hambre, cada uno sacó su comida y cenó en silencio. El campamento era tan aburrido…
Luna sacó su libro y quiso ponerse a leer, pero como ya era de noche no podía ver nada. ¡Se había olvidado de traer una linterna!
Al ver a Luna tratando de leer un libro en la oscuridad Sol le dijo:
-Yo traje una linterna, si quieres te la presto.
Luna un poco malhumorado aceptó el ofrecimiento, pero cuando quiso sostener el libro y la linterna al mismo tiempo y luego ir pasando las hojas se dio cuenta que era muy difícil.
Entonces le dijo a Sol:
-¿Por qué no te acercas y me iluminas el libro con tu linterna? Yo podría leer en voz alta así nos entretenemos los dos y el campamento no sería tan aburrido.
Sol se acercó a Luna y juntos leyeron muchos cuentos muy entretenidos.
Finalmente, el gato y el perro se hicieron muy amigos y decidieron no pelearse más y pasaron un campamento inolvidable.
Escribe Martha, vecina de la ciudad