Los cambios bruscos de clima en la llegada del fresco otoñal no sólo afectan a las personas, sino también a los perros y gatos. Veterinarios hacen hincapié en la vacunación y alimentación, entre otras recomendaciones
Aunque pareciera que andan sin problemas ante cualquier adversidad, los gatos (como los perros) pueden padecer patologías por los cambios bruscos de clima y la llegada del frío otoñal.
En nuestro país se estima que las mascotas pasan más de la mitad de su tiempo adentro de sus hogares, en donde predomina una temperatura agradable, diferente a la exterior.
Es por ello que los especialistas dejan algunas recomendaciones cuando llegan estos tiempos.
En principio, siempre solicitan mantener correctamente y al día la profilaxis sanitaria, la vacunación y la desparasitación interna y externa. De igual forma es importante ofrecerle al animal una alimentación equilibrada, adecuada y de calidad.
Somos lo que comemos, y los perros no escapan a esta regla. Una alimentación basada en las demandas del organismo tanto para las bajas temperaturas como para las diferentes etapas de la vida de los perros y gatos hace la diferencia entre un poderoso o débil sistema inmune.
«De proteínas y agua estamos formados y los animales también. Entonces, una ingesta de calidad permite al organismo sintetizar (elaborar) células y anticuerpos que van a defenderlos de microbios en cualquier estación, pero más en el invierno, cuando las primeras barreras de protección del cuerpo suelen debilitarse por el frío», coinciden los médicos veterinarios.
Los cachorros (menos de 1 año), los ancianos (más de 8 años), los adultos con enfermedades (como diabetes o cáncer), los perros y gatos no vacunados, no esterilizados y con hábitos callejeros y los animales mal nutridos (baja condición corporal u obesos): todos estos necesitan más cuidado.
Esos paseos
Durante los paseos diarios, los perros se enfrentan a cambios repentinos de temperatura. En ellos, las enfermedades respiratorias son consecuencia de los enfriamientos y diversas bacterias que se encuentran en el ambiente.
En ese aspecto, remarcan que hay que darle atención a la llamada «tos de la perrera», una enfermedad que se contagia a través del aire, por medio de tos o estornudos, y que afecta principalmente a grupos de varios perros cuando están juntos.
Según los veterinarios, el primer síntoma, que suele ser imperceptible para los humanos, es que los perros comienzan a comer menos porque hay una inflamación en la garganta y eso les provoca dolor.
Luego comienza a evidenciarse la característica tos seca acompañada de fiebre y decaimiento. Cuando el cuadro está más avanzado, el perro empieza a expectorar flema (blanca, espumosa), lo que a veces se confunde con vómitos. Aparece especialmente en perros que quedan en pensionados o salen con paseadores que no exigen la vacuna como requisito.
En este caso, no sólo se recomienda evitar esos paseos antes de consultar al médico, sino también utilizar arnés en lugar de collar para no irritar más la zona laríngea.
Gripe felina
En el caso de los gatos, una de las afecciones que mayormente se presenta con la llegada de las bajas temperaturas es la llamada gripe felina (herpes virus felino, FHV).
Sus síntomas incluyen estornudos, descarga nasal y ocular, conjuntivitis, pérdida de apetito, fiebre y depresión. La recuperación completa puede llevar varias semanas y en algunos casos se mantienen secuelas de la infección, como cuadros de rinitis crónica.
También en otoño suele aumentar el número de casos con complejo respiratorio felino, una afección que afecta el tracto respiratorio superior de los gatos y trae aparejada una serie de enfermedades adicionales, que pueden presentarse en forma conjunta o separada. Los síntomas más comunes son rinitis, conjuntivitis, queratitis, úlceras corneales, estomatitis, gingivitis, hipersalivación, anorexia y el aumento de temperatura, entre otras. Este grupo de enfermedades se previene con la dosis anual de la vacuna triple felina. Los animales alguna vez expuestos a estos agentes tienen grandes posibilidades de permanecer como portadores de por vida y por eso es el especialista quien evaluará qué tipo de tratamiento hay que seguir en cada caso.
Los gatos que viven en casas y departamentos pero que tienen la costumbre de salir a dar paseos y explorar los terrenos linderos son los que mayor riesgo tienen de contagio, ya sea porque se exponen al contraste de temperaturas dentro/fuera de la casa o porque se encuentran con gatos callejeros portadores de alguna enfermedad. El contacto directo con otros, a través de estornudos, salivación, secreciones nasales y oculares son disparadores de un posible contagio, además del hecho de compartir la comida, el agua o espacios comunes con gatos afectados.
Claro que siempre, en todo caso que uno encuentre problemas, vale acudir al veterinario; en el caso de Villa María, hay muchos y muy buenos.