Inicio Regionales A los 99 años cumplió el deseo de su vida: subirse a un avión

A los 99 años cumplió el deseo de su vida: subirse a un avión

0
A los 99 años cumplió el deseo de su vida: subirse a un avión
Luisa con Elías Haye, en el biplaza, antes de vivir una experiencia inolvidable

“La nona Luisa” tuvo su vuelo de bautismo el sábado 5 de noviembre en el Aeroclub de Oliva. Cumplió, a los 99 años, el sueño de su vida y así lo relató a EL DIARIO

Luisa con Elías Haye, en el biplaza, antes de vivir una experiencia inolvidable
Luisa con Elías Haye, en el biplaza, antes de vivir una experiencia inolvidable

El sábado a la tarde, Dolly Sandrone y su amiga Norma, decidieron hacer un paseo en el Aeroclub de Oliva para juntar moras. Como siempre, llevaron a Luisa, mamá de Dolly, quien inesperadamente se encontró con la sorpresa de su vida: “Me preguntó Elías (Haye, presidente del Aeroclub y amigo de la familia) si quería dar una vuelta en avión y ahí nomás, sin dudarlo, le dije que sí”, relató Luisa Petrocci, viuda de Sandrone.

Sin dificultad y sólo con ayuda del joven piloto, subió a un biplaza y tuvo su vuelo soñado.

“Me hicieron tan feliz, porque no te imaginás lo lindo que es ver todo desde arriba”, agregó.

Cuenta que no tuvo miedo y que la sensación “fue de tranquilidad. Es como andar en auto, pero en el aire, muy serenito”.

“Elías me preguntaba a cada rato cómo me sentía y yo le decía que bien, que estaba contenta. También me iba mostrando todo desde el aire: el asilo (Hospital Vidal Abal), los clubes, la iglesia. A mi casa no la pude distinguir bien, porque todo se veía muy chiquitito”, dijo.

“Las que cortábamos clavo éramos nosotras”, apuntan Dolly y Norma, que estaban en tierra firme, preocupadas y esperando que concluyera el vuelo de la “nona Luisa”, como todos la llaman en el pueblo.

Sin embargo, cuando la abuela bajó feliz y relatando la experiencia, se dieron cuenta de que todo estaba bien. Y que la nona, había cumplido un sueño: “Yo siempre pensaba que sería lindo ir en avión, pero nunca se había dado”, contó la abuela.

 

El pasado

Luisa nació en el invierno de 1917 en la zona de Pampayasta. El primer gran dolor de su vida fue a los 9 años, cuando quedó huérfana de madre.

Creció con el cariño del padre, de sus hermanos y de la abuela que, al principio, cuidó a los nietos, pero luego quedó ciega y fue cuidada por ellos.

En un campo de la zona, trabajaba quien después fue el esposo de esta vital abuela. “El le decía a mis primos, ‘cómo me gusta la Luisa’ y a mí también me gustó”.

Recuerda a su esposo ya fallecido como un hombre “elegante y muy buen mozo”, que jamás salía de su casa sin que Luisa lo peinara y le acomodara la corbata.

Fue esposa, madre, abuela y bisabuela y trabajadora.

“Teníamos panadería. Todavía extraño el pan rico que hacíamos nosotros. Nos salía muy bien y no lo digo sólo yo, lo dicen todos en el pueblo. El pan que hacen ahora, no me gusta para nada. No tiene ni cáscara”, dijo.

Con una jardinera primero, y luego en vehículos, “un Ford T, después un Ford A, hasta que compramos el Jeep”, repartieron por años el pan por los campos de la región.

Finalmente, el esfuerzo dio sus frutos y se compraron una casa en Oliva, donde pusieron un almacén atendido por Luisa y su marido.

Tras enviudar, ella siguió sola al frente del negocio hasta los 95 años de edad.

Con sus conocimientos de matemática aprendidos en su infancia con una maestra que iba a la casa y la lucidez que hoy sigue intacta, Luisa sumaba las “libretas” sin calculadora, se encargaba de las compras a los mayoristas y hacía todas las tareas detrás del mostrador, tales como acomodar bebidas en el freezer o cortar fiambre.

Menuda, alegre y activa, cuenta a EL DIARIO que si bien tuvo algunos problemas de salud, hoy sigue sana, sólo con alguna dificultad para caminar, por lo que se ayuda con un andador.

En rigor de verdad, esos problemas de salud no fueron pocos. A los 95 años de edad, tuvo una quebradura en la cadera. El año pasado, contrajo neumonía y salió airosa. Pero seguía con dificultades cardíacas, las que superó en febrero de este año, cuando le pusieron un marcapasos. “Yo creí que estiraba la pata, pero acá estoy, volvió a estar bien mi mente como antes”, dice, al expresar como se siente después de la intervención.

 

El presente

Luisa está temporalmente viviendo con su hija, a la que ayuda en algunos quehaceres domésticos.

Toma una pastilla para controlar la tensión arterial por la mañana “y una buscapina o un sertal a la noche”, como todo medicamento.

No tiene ninguna restricción para alimentarse. Come de todo y le gusta acompañar los almuerzos y cenas con un vaso de vino tinto. Eso sí, “del bueno, no del ordinario, porque cae mal”.

Sale a todos los lugares “que me llevan”, tales como cenas, fiestas o peñas. “Hay veces que pido un fernet pero no me dan”, dice, riéndose.

¿Cuál es el secreto? “Ninguno, que Dios me dio la vida, que soy feliz, que vivo contenta, que me quieren los hijos, que los nietos me adoran y que tengo muchas amistades”, dijo a EL DIARIO dando con sencillez la receta de un buen vivir.

 

El futuro

Los proyectos a futuro de Luisa no concluyeron con el vuelo de bautismo: así como guardó el deseo de viajar en avión por 99 años, le preguntamos a Luisa si le queda algún anhelo pendiente.

Piensa un poco y enumera dos: “Nunca viajé en barco, también me gustaría dar una vueltita. Y también, quiero tener una fiesta linda para los 100 años. De ahí en más, que me lleven si quieren”.