Escribe: Ricardo Adolfo Pereyra (*)
Especial para EL DIARIO
Una fecha como la de ayer, señalada en el calendario como Día Mundial contra el Trabajo Infantil, se presenta, a mi humilde entender, como una oportunidad para promover la toma de conciencia y la adopción de acciones para la lucha contra el trabajo infantil, la magnitud de este problema y aunar esfuerzos para erradicar esta cruda realidad.
Se considera “trabajo infantil” a las estrategias de supervivencia o actividades productivas de comercialización o prestación de servicios remuneradas o no, realizadas por niños y niñas por debajo de la edad mínima de admisión al empleo o trabajo establecida en nuestro país, que atentan contra la integridad física, mental, espiritual, moral y social del menor y que interrumpa o disminuya sus posibilidades de desarrollo y ejercicio integral de sus derechos.
Los municipios tienen que ser los principales receptores del problema y por ende generar soluciones. Y qué mejor oportunidad que la que da esta fecha, para convocar a todos los actores sociales, para converger en la erradicación de esta práctica permanente que vivimos y somos parte día a día, para empezar por algo quizás pequeño, pero que ya es un paisaje cotidiano en nuestra ciudad.
Que desde el advenimiento de la democracia con el Gobierno de Horacio Cabezas, pasando por los distintos períodos sucesivos de distintos intendentes, hasta esta Ciudad del Saber y del Aprendizaje del intendente Martín Gill, no se ha podido encontrar una solución a los limpiavidrios y malabaristas de las esquinas en nuestra ciudad.
Creo que se debería hacer un relevamiento con la participación de todas las fuerzas para dar ya una solución entre todos a esta problemática; no podemos mirar los problemas de otras latitudes, si no somos capaces de solucionar problemas locales, tan a la vista y de tanta magnitud, que cada día no solo que se multiplican en la explotación, si no que afectan la sana convivencia entre vecinos.
Se debe dar a esta problemática el lugar que se merece, para que los niños y niñas que trabajan no migren a la ilegalidad. Para que esto no suceda, se debe recuperar la historia de vida, la historia cultural y las experiencias por la que vienen transitando estos chicos. No es mi intención la crítica por la crítica misma, sino por el contrario ponerme a disposición desde lo personal e institucional, como también con un importante grupo de amigas y amigos que integramos el Espacio “Acción Para Crecer”, dispuestos, sin mezquindades, a darle un tratamiento al problema.
A modo de recordación y en función de esta fecha, me tomo el atrevimiento de hacerles conocer un poema del amigo Mario Alessandrini…
Yo soy el que pide limosnas
de sueños,
hijo de la calle es mi realidad;
pasé a ser paisaje
algo más del pueblo,
aunque algunos miran ya no
me ven más.
Como algo corriente
estoy en la esquina
y estiro la mano
para chirolear….
Muy pocos preguntan,
muy pocos contestan,
y otros su conciencia
se quieren lavar.
No tengo la culpa
de ser la pobreza,
la imagen que a veces
se quiere ocultar.
Siembro mis limosnas
cosecho tristezas,
pasé a ser paisaje
ya no me ven más.
Yo soy también parte
de esta ciudad hermosa,
también soy futuro
soy el que no sufre,
no tengo derecho,
mastico impotencias
en la soledad.
Me espera en la noche
un techo de estrellas.
Y el sol de la siesta
quemará mi andar;
Cuando algún semáforo
ataje su apuro,
estaré a su lado
sobre el boulevard.
(*) Exconcejal de Villa María