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Acerca de la peligrosa moda de hacer justicia por mano propia

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Acerca de la peligrosa moda de hacer justicia por mano propia

Escribe Daniel Parodi (*)

“Me robaste, te mato”: la pelea por los bienes materiales se ha tornado una cuestión de agenda, y también podríamos decir de Estado. Y entramos en una zona peligrosa, una zona de la que es difícil volver. Una zona que beneficia a pocos y perjudica a muchos. La justicia por mano propia y el nuevo lugar que ocupa en el orden social.

A partir del caso del médico que mató a un ladrón que quiso robarle el auto comenzó en el país una andanada de información vinculada con este tipo de casos, que tiene como eje central el lugar que ocupa en nuestra escala de valores la «justicia por mano propia».

La mayoría se enmarca en episodios de dos tipologías: o se resistieron como pudieron y mataron al delincuente o el delincuente los mató pese a que no se resistieron. No figuran en el imaginario mediático otras opciones que no sean éstas o, mejor dicho, sólo se visualizan estas dos opciones. No existen en el discurso otras formas que sí existen en la realidad. Sólo queda eso de «o matás o te matan”.

Un pequeño repaso por radios, diarios, canales y programas de noticias indica que una importante parte del tiempo que dura cada entrega está dedicada al tema. El médico, el carnicero, el marmolero, el estacionero… en fin, un sinnúmero de oficios y profesiones todas ocupadas con la misma problemática ¿la inseguridad?, no. La problemática pasó a ser si está bien reaccionar o no y de qué manera ante un hecho delictivo en nuestra contra, sin importar las consecuencias que eso traiga.

Evidentemente la inseguridad existe y en momentos de crisis y falta de oportunidades se hace más visible.

 

Visibilizar para invisibilizar

Es muy grave cómo se está transmitiendo esta problemática. La discusión cambió su eje. La discusión ya no es que necesitamos una Justicia más justa, una Policía más formada o una sociedad más segura porque nos están robando, violentando, matando; sino que en este estado de cosas que pareciera irreversible (o al menos ya nadie pone el énfasis en que así no sea), el eje está puesto en si está bien o mal que matemos con armas o a golpes entre muchos a los delincuentes. Mientras ese punto de vista se impone, nadie indaga en los motivos de una sociedad insegura, nadie se pregunta por qué hay tantos robos, muertes y violencia, sino que la pregunta es “Si alguien me hace algo y yo lo mato, ¿está mal o tengo el derecho de hacerlo?”.

Y esto lleva, sin dudas, a una serie de actitudes, en general colectivas, en las que grupos de gente persiguen a los delincuentes y comienzan a golpearlos. Y los medios reproducen y ponen títulos rimbombantes vinculados a los linchamientos. Esto pasó con el carnicero y el ladrón que luego murió, en estos días en un barrio de Córdoba, con un hombre acusado de violación en Villa El Pozo, con un ladrón en Tucumán, y sigue la lista. Pero es fundamental entender que en la medida en que la violencia y la justicia por mano propia se transforme en algo común, se naturalice, la sociedad se irá tornando más insegura, más violenta.

Y cuando el tema es tratado, en muchos casos permanece flotando en el aire que no está tan mal la justicia por mano propia. Nadie lo dice abiertamente. Pero casi ningún comunicador toma una postura firme y clara que deje en claro que este tipo de acciones no están bien, que los linchamientos no están bien, que si nos hacen algo no podemos salir a buscar justicia por nuestra mano. Una vida humana es una vida humana.

 

Interferencias

A todo esto se transmiten y multiplican por millones las interferencias con la justicia, de todo tipo y origen, y a veces de orígenes insospechables como las propias autoridades. Cualquiera podría pensar que desviar el eje del problema sirve para no evidenciar ineptitud, o no destinar presupuestos apropiados para combatir la delincuencia (oportunidades y educación incluida) o mantener bolsones de corrupción que muy buen provecho sacan de esta situación. O simplemente desviar la atención a los problemas más generales que no conviene sean visibilizados. Pero hagamos el ejercicio de no pensar en términos conspirativos y miremos sin preconceptos. ¿Hacia dónde nos lleva una discusión tan tergiversada como ésta? Sin dudas a un lugar que no es bueno, a un lugar donde prevalece el salvajismo, a un lugar donde todos podemos y somos capaces de todo, sin importar las consecuencias. A un retroceso impresionante como actores sociales, como sociedad en conjunto y como seres racionales.

Es imprescindible que los formadores de opinión dejen de plantearse como tibios o dubitativos, y se conviertan en protagonistas fundamentales de un debate peligroso y trágico como la aceptación de la justicia por mano propia. Las autoridades políticas también deben ponerse el tema al hombro. No hacerlo, puede llegar a convertirse en un gravísimo problema con consecuencias impensadas, ya que un principio básico de orden social es que nadie puede hacer justicia por mano propia.

(*) Periodista