Existen casos, aunque pocos, donde el perro no quiere a su dueño. Especialistas de todo el mundo se ocuparon de analizar el comportamiento del animal, que va directamente relacionado con el del humano
Por Miguel Sola
Publicado en El Confidencial
Si el amor incondicional se pudiese materializar en algo concreto, ese algo tendría forma de perro. La sociedad ha llevado a su extremo más virtuoso el manido dicho de “el mejor amigo del hombre”, concediendo a los canes las cualidades de lealtad, devoción y nobleza por encima del resto de animales, y a veces incluso de los propios humanos. Todo el mundo piensa que cualquier perro adora a sus dueños. Está en su naturaleza, decimos. No obstante, si bien este fervor por el amo puede ser cierto en la mayoría de los casos, a veces parece que, no importa qué hagamos o dejemos de hacer, un perro y su dueño no van a llevarse bien.
Así lo cree Nicholas Dodman, de la Universidad de Tufts, en Massachusetts. El especialista en comportamiento animal lo explica en ‘The Conversation’ con un ejemplo real: Rick y su perro, un terrier irlandés adoptado. El lo adoraba, pero era un amor no correspondido. De hecho, el can, Ruckus, respondía con una agresividad unidireccional: “Comenzó marcando su territorio y de vez en cuando se ponía tan mal la cosa que tenía que recurrir a su mujer para que lo encerrara, por miedo a ser atacado”.
La relación persona-mascota requiere tiempo y atención, sobre todo en los casos en los que el animal ha pasado por experiencias difíciles.
El caso, aunque insólito, describe la situación que viven algunos dueños con sus queridas mascotas. De una forma u otra, terminan siendo personas non gratas en su propias casas. La historia de Ruckus terminó un día con una agresión, mientras Rick cortaba el césped de su jardín, y con la rápida actuación de los agentes de control de animales. Esta violencia unidireccional, señala Dodman, es una cualidad reconocida tanto en humanos como en algunas especies de animales.
El trauma canino
Si bien hay perros como Ruckus que francamente “odian” a su dueño, hay otros que simplemente no obtienen ningún placer de vivir bajo el mismo techo que ellos. “Les toleran porque no tienen otra opción. Tras la adopción, estos animales desgraciados se encuentran en la necesidad de soportar a unos dueños poco interesantes o demasiado estrictos.
Algunos optan por retirarse y vivir en ese temor de forma permanente. Otros aceptan este estado como la norma y lo intentan llevar lo mejor que pueden”, explica Dodman.
En algunos casos el rechazo canino está bien fundamentado. Pueden tener razones suficientes para mostrar desconcierto con su dueño. Sin duda, lo que más debilita la relación entre el humano y el animal son los malos tratos. No obstante, como hemos visto, este no era el caso del propietario de Ruckus. Era el opuesto, pues Rick nunca lo maltrató. Lo más probable, asegura el experto, es que el perro fuese golpeado durante el período crítico de su desarrollo. Es decir, durante los cuatro primeros meses de vida. Algo que, como si se tratase de un trastorno de estrés postraumático en humanos, nunca podría olvidar.
Comenzó marcando su territorio y a veces se ponía tan mal la cosa que tenía que recurrir a otra persona para que lo encerrara, por miedo a ser atacado.
En su libro ‘The Dog Who Loved Too Much’ (‘El perro que amaba demasiado’), Dodman describe el caso de un pastor alemán que, aunque no era agresivo, tenía miedo de su dueño. Lo que, en principio, depende del temperamento propio del animal. Cada vez que llegaba a casa, el perro corría y se escondía. De una forma similar a la situación de Ruckus, no era el dueño quien le había hecho daño, sino sus anteriores propietarios. De esta forma, afirma Dodman, se crea una aversión hacia todos los hombres. Algo que, en principio, no tiene razón de ser, pero cuya explicación se enmarca en el pasado y el subconsciente de los canes.
Superar el miedo
Hasta aquí, la historia del pastor alemán ejemplifica el comportamiento de algunos perros, pero no es nada fuera de lo convencional, al menos no tanto para escribir un libro sobre él. Lo relevante es que este animal pudo vencer su rechazo al hombre por la esposa de éste, quien tenía episodios de hipoglucemia por las noches: “El amor por la mujer le hizo superar su miedo y pedir ayuda cuando era realmente necesario. El valor no se trata de no tener miedo, sino de tener las agallas para luchar a través de él”. Por tanto, para que el perro sea realmente “el mejor amigo del hombre”, la relación persona-mascota requiere tiempo y atención, sobre todo en los casos en los que el animal ha pasado por experiencias difíciles. Largas caminatas, mucha diversión, comidas regulares, comunicación clara, buen liderazgo y afecto, recomienda el experto.
En este sentido, la entrenadora de perros Caroline Habel, explica en ‘Quora’ que el supuesto odio de algunos perros suele ser un sentimiento malinterpretado. Normalmente se justifica como que es muy dominante, pero hay otras razones más comunes. La primera, la adolescencia. Como los humanos, los perros pasan por una etapa rebelde en la que la convivencia se empeora. Pero no es grave, sino pasajera. También puede ser un síntoma de que no se ha entrenado al perro como se debería. “En vez de amenazarlo y obligarlo a hacer las cosas que tú quieras, debes mostrarle lo gratificante que es comportarse así, para que lo haga para su propio disfrute”. Y, por último, quizá sea señal de que no tiene el ejercicio, la estimulación mental y la atención necesarias.