Opiniones – Cartas – Debate
Señor director:
Agradecemos la oportunidad que su medio nos ofrece para expresar, ejerciendo el derecho constitucional de publicar las ideas, algunos aportes y consideraciones en torno al proyecto de ley que fuera presentado en la Cámara de Diputados de la Nación con el Nº 4161-D-2016, cuyo trámite parlamentario es el Nº 84 y cuya autoría se atribuye la llamada “Campaña por el Derecho al Aborto Libre, Seguro y Gratuito”.
Teniendo en cuenta las exigencias de espacio, nos remitiremos a algunos ítems concretos en forma resumida, quedando a disposición de su medio o de otros interesados para ampliar las apreciaciones. Trataremos de guiarnos por los conceptos vertidos por diferentes invitados a los programas de radio y televisión, que operan como poderosos formadores de opinión, y de quienes he oído tanto informaciones erróneas, superficiales, parciales, como preocupaciones legítimas, que comparto y suscribo. Aunque parezca obvio, deseamos aclarar que no pretendemos agotar un tema tan profundo, doloroso y complejo. Mucho menos, juzgar, menospreciar o agredir a alguien.
Comienzo de la vida humana y entidad personal del embrión
Seguir discutiendo que la vida humana comienza en la concepción es negar las evidencias científicas, aun cuando un científico lo diga. La embriología, toda una disciplina, se ocupa de estos estudios, y ha desarrollado tratamientos y hasta cirugías intraútero en tempranas etapas del embarazo.
La biología molecular ha identificado hasta los genes que intervienen en el desarrollo de los diferentes órganos, y se avanza en la terapia génica para tratar anomalías en la etapa prenatal. Todo el crecimiento y desarrollo lo ejecuta el embrión por sí mismo, tomando de su madre los nutrientes, el espacio y la protección que necesita. Si no es agredido, completará su proceso y desencadenará por sí mismo el trabajo de parto, como también, por sí mismo, segrega las hormonas y depresores de la inmunidad que hacen que el organismo materno no lo rechace y la siquis femenina genere sentimientos y actitudes protectoras.
Alguien lo comparó con el estado de “muerte cerebral” que habilita a la ablación de órganos para trasplante, nada más erróneo. Mientras un caso corresponde a una persona que está visiblemente sin vida, manteniendo su corazón latiendo artificialmente, (proceso aceptable apenas unas horas), el otro está en plena vitalidad, multiplicando el número de sus células a una velocidad que no se repetirá jamás en el resto de su vida y diferenciando velozmente su tejidos hasta conformar órganos especializados, en red unos con otros formando aparatos y sistemas. Si lo examináramos cada hora podríamos verificar estos procesos, y registrarlos tecnológicamente.
Nos preguntamos: si está vivo y es humano (porque todo en él es humano), ¿qué otra cosa que persona puede ser? ¿Podemos, desde afuera y arbitrariamente, asignarle esta categoría cuando nos conviene?
Lamentablemente, la tan nombrada OMS no es ya la palabra rectora en muchos temas científicos, no sólo en éste, por estar sospechada de admitir manipulaciones de grandes intereses supranacionales.
Finalmente: aun admitiendo la duda, los gobiernos no pueden legalizar, mucho menos financiar una práctica que pudiera causar daño o muerte a una persona humana.
La pobreza como argumento
La situación de pobreza, terrible realidad en un país tan rico como el nuestro, no es causal de despenalización de ningún delito en Argentina, si así fuera, las cárceles no estarían llenas de pobres, condenados por delitos mucho menores que causar la muerte a alguien. De manera que a la pobreza, los diputados y senadores deben responder con energía con leyes que verdaderamente ayuden a las personas a salir del encierro y la marginación. Y el Poder Ejecutivo habilitar los mecanismos correspondientes para que esas leyes se cumplan. Las mujeres pobres necesitan educación, trabajo digno, seguridad, acceso a la vivienda…no que les ayuden a deshacerse de sus hijos.
Siendo ilegal, se hace igual
Nuestro país se caracteriza tristemente por la transgresión sistemática de la ley, una marcada impunidad y una justicia ineficaz. Sin embargo, el contrabando, la evasión, el robo, las amenazas, lesiones y homicidio, entre muchos, siguen siendo delitos, y de alguna manera se los persigue y sanciona. Los abortos se hacen porque los encargados de evitarlos no quieren o no pueden hacer su trabajo correctamente. Y todo el trabajo de prevención, es precario o inexistente. La educación sexual como está implementada y la provisión de anticonceptivos, históricamente funcionan como antesala del aborto, porque no logran evitar los embarazos no deseados, y la cultura antinatalista no tolera ese fracaso. Sancionar una legalización porque no se puede combatir el delito es alegar la propia torpeza.
La violación y el aborto
Ante un tema tan sensible y doloroso, solo queremos decir que este proyecto, como el protocolo elaborado por el Ministerio de Salud, legaliza no solo el aborto, sino que favorece al violador, ya que no requiere la denuncia ni tampoco verifica que el embarazo sea efectivamente consecuencia de la violación. Así, los abusadores intrafamiliares o cercanos a la víctima podrán tranquilamente seguir con sus prácticas perversas. No quisiéramos pensar que este argumento fuera esgrimido engañosamente en los servicios de salud por la mujer para obtener un aborto rápido y sin preguntas.
La salud psíquica y social de la mujer
Bajo esta ambigua frase se refugia verdaderamente la intención de este proyecto, no disimulado por sus autoras: que la voluntad de la mujer sea la que prime para decidir el aborto. Verdaderamente, hay innumerables situaciones en la vida de los ciudadanos en que su salud síquica y social está gravemente amenazada, pero ello no engendra derecho, mucho menos el de destruir al causante del conflicto, sea vecino, empleado, patrón, socio, cónyuge, o funcionario del gobierno. ¿Por qué el hijo sí? La responsabilidad del gobierno estriba en ofrecer a las mujeres las mejores condiciones sanitarias y socioeconómicas para que puedan recibir a sus hijos. Quien lea esto con irónica sonrisa debe saber que igual de utópico es pensar que el aborto resuelve los problemas síquicos o sociales, al contrario, los empeora.
El cuerpo, la autonomía, la libertad
Si la vida, como proponen, no es un derecho absoluto, tampoco lo son la autonomía y la libertad; o no sería posible vivir en comunidad. Todos debemos, en algún momento renunciar a algún deseo, aun legítimo, para compartir la existencia con otros. La exaltación sin límite de mi voluntad, la primacía de mis circunstancias, mis proyectos, es contraria a la vocación y necesidad social del hombre, mucho más a la vida en democracia. Aclarado taxativamente, que el embrión o feto no forma parte del cuerpo femenino, sino que lo habita y se nutre de él, (y que no puede elegir crecer en otro sitio, por ahora), es una necesidad antropológica que la mujer acepte esta realidad y que, en condiciones adversas, toda la sociedad, no sólo el gobierno, la valore, acompañe y sostenga en tan insustituible labor. Nadie puede obligar a amar, pero todos tenemos el compromiso de cumplir nuestro rol en la comunidad humana, al menos hasta que surja otra forma de nacer..Se puede reemplazar a la madre en la crianza, pero no gestar por ella.
Los países desarrollados tienen aborto legal
Los países “desarrollados” tienen muchas características que podríamos imitar antes que legalizar el aborto: el orden, el respeto por la ley, la puntualidad, el esfuerzo sostenido que sacrificó generaciones enteras, etc.
También debemos saber que esos países viven un “invierno demográfico” que los sume en el riesgo de desaparecer y ser reemplazados por razas y culturas extranjeras que van llegando con las migraciones.
Asimismo, de esos países vienen las presiones del control natal hacia el “tercer mundo” , en el cual se encuentran las reservas de agua y alimento que configuran el botín de las próximas guerras. De allí la nueva “colonización” cultural, disfrazada de nuevos derechos, y arbitrada a través de los organismos multinacionales, sea de salud, educativos o económicos, que cada vez tienen más injerencia en nuestras decisiones políticas.
No le podemos pedir a una mujer embarazada en conflicto que tenga en cuenta todas estas consideraciones, pero sí a los que tienen la responsabilidad de mirar más allá de las urgencias y legislar para el bien común de todos los ciudadanos.
La financiación
Cuando un gobierno legaliza una práctica y la financia con fondos públicos (hospitales), y obliga a los privados a financiarla (prepagas, obras sociales), claramente la está favoreciendo. Las leyes tienen, también, un innegable valor educativo, ya que la lógica indica que lo legal ha de ser bueno y viceversa. Hemos oído muchas veces estos días que esta ley no nos obliga a nada si no estoy de acuerdo. Déjennos decirles que nos obliga a pagar con nuestros impuestos una práctica que va en contra, no ya de mi opinión sobre la economía o nuestros ideales sociales, sino de nuestros más profundos valores humanos y tenemos derecho a negarnos.
Finalmente, y con la certeza de que queda tanto aún por analizar, quisiéramos expresar que el aborto nos compete a todos, más allá de la edad, el sexo, la condición social o intelectual. No podemos pretender que los gobiernos resuelvan todos los problemas. Difícilmente una mujer que está acompañada y sostenida por su esposo o compañero, su familia de origen, su entorno laboral y de amigos, su iglesia, su comunidad…quiera poner fin a un embarazo. La vida de cada ser humano es valiosa y merece ser vivida y valorada. La mujer lleva dentro de sí el germen del heroísmo, si las presiones no la desesperan, siempre optará por la vida. Es responsabilidad de todos.
Para despedirnos: ¿y el varón? ¿Sus derechos y obligaciones? ¿Y el sistema de salud argentino? ¿Y la objeción de conciencia? ¿Y la adopción? Queda tanto por pensar…
Cecilia Rigalt
María Cristina López