Escribe: Pablo Carrizo – REDACCION UNCIENCIA
En la Feria del Libro Córdoba 2015, la agencia de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) presentará su primera publicación gráfica, una edición que reúne una selección de los artículos difundidos desde su creación. Será el jueves, a las 17.30, en el patio mayor del Cabildo, con entrada libre y gratuita.
En el evento, Andrés Rieznik, físico e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), brindará una charla sobre neuromagia. Dialogamos con él sobre los aportes que la magia y el ilusionismo pueden ofrecer a los estudios sobre el cerebro
El asombro es una cualidad necesaria, vital para quienes buscan ampliar los límites del conocimiento. Es un principio que activa nuevos interrogantes para viejas verdades y porfía las nuevas. Es lo que moviliza la capacidad de interrogar lo que nos rodea, de buscar, de equivocarse, de aprender y de dudar. El asombro es un elemento que atraviesa dos campos etiquetados como opuestos y que pueden fortalecerse mutuamente: el de la magia y el de la ciencia.
En esa zona de mixturas y tensiones se mueve una disciplina que hace casi una década crece y genera nuevas preguntas: la neuromagia.
Andrés Rieznik, doctor en Física, investigador del Conicet y mago, es uno de sus principales referentes en el país. En el marco de su próxima visita a Córdoba para participar en la presentación del primer libro de la agencia de comunicación pública de la ciencia de la UNC, Rieznik dialogó con UNCiencia.
¿Qué es la neuromagia? ¿Qué campos disciplinarios confluyen en esta disciplina?
Hace unos 10 años atrás comenzó a florecer en diferentes partes del mundo la colaboración entre magos profesionales y científicos cognitivos para el entendimiento de la mente y el cerebro. Al conjunto de conocimientos fruto de esta colaboración la llamamos “Neuromagia”. Aparte de ilusionistas y neurocientíficos, participan en estas investigaciones profesionales de muchas otras áreas, dado el amplio espectro de fenómenos que se están estudiando. Desde médicos y terapeutas que utilizan la magia para entender mejor el autismo, hasta politólogos que utilizan conceptos del mentalismo, como el de sugestión, para estudiar decisiones políticas.
En la Argentina, ya somos varios los magos y científicos trabajando juntos y cada vez seremos más. Y eso está buenísimo porque hay mucho por descubrir, mucho por entender, muchos frutos por recoger al alcance de la mano.
Más allá de ofrecer conocimientos sobre la percepción visual y la atención, ¿qué otros aportes puede hacer la magia a los estudios sobre el cerebro?
Contemplar la magia y su historia nos conduce lenta pero sistemáticamente hacia el entendimiento de nuestra propia naturaleza. La figura arquetípica del mago, la de Hermes, está presente en todas las culturas desde los orígenes de nuestra existencia. La comprensión de los circuitos neuronales que mediante la interacción con el ambiente generan nuestras creencias y convicciones siempre fue el objetivo de los artistas del engaño: comprender a la mente para poder hackearla… y engañarla. El mentalismo, en particular, tiene muchísimo para aportar al florecimiento de la neurociencia.
En varias oportunidades has afirmado que la relación entre ciencia y magia tiene que ver con la toma de decisiones, ¿en qué se basa esa idea?
Con la toma de decisiones entendida en su acepción más amplia: como entendimiento de lo que nos hace libres, lo que nos transforma en agentes morales, lo que, a su vez, nos hace humanos. ¿Qué es lo más importante que tengo en la vida, sino mis decisiones? El asunto de la toma de decisiones está íntimamente relacionado al del libre albedrío y este último, a su vez, al de la conciencia. ¿Es posible concebir una conciencia sin albedrío? ¿O acaso son dos conceptos indisociables? Y aquí cuando hablo de conciencia me refiero a lo mismo que en muchos textos religiosos se llama alma. Es mi pequeño fuego interior, eso sobre lo que quiero entender cuándo nace, cuándo muere y cómo funciona. ¿Qué condiciones tiene que cumplir un pedazo del universo para poder decir que tiene alma o conciencia y, por lo tanto, sea pasible de consideraciones morales? Si la toma de decisiones es tan importante para entendimiento de nuestra naturaleza, ¿cómo no consultar entonces a los mentalistas e ilusionistas, mentirosos con permiso, adivinadores del pensamiento, a la hora de entenderla?
¿Qué es el fenómeno llamado “ceguera a la elección”? ¿Hasta qué punto es posible forzar elecciones y convicciones personales?
Imaginá que estás en un laboratorio científico. Yo te digo que estamos estudiando la atracción entre seres humanos y te pido que elijas, entre dos fotos de dos mujeres, cuál de ellas te parece la más atractiva de acuerdo al criterio que quieras. Vos elegís y en ese momento te alcanzo la foto para que la veas nuevamente y te pregunto por qué tomaste esa decisión. Pero en realidad, sin que te des cuenta, al alcanzarte la foto, hago un pase de magia muy sutil a través del cual te cambio la foto. ¿Y sabés que pasa en ese momento? ¡Más de la mitad de las personas no sólo no se da cuenta que le cambiaron la foto, sino que además justifica por qué eligió a la chica que no eligió! A este fenómeno se lo llama ceguera a la elección, al hecho de que seamos muchas veces ciegos a estos cambios, a cambios en los resultados esperados de nuestras decisiones.
En Suecia se utilizó un experimento similar para mostrar que las personas también eran ciegas a cambios en sus decisiones morales: se les hizo preguntas sobre política y moral y luego se manipuló su cuestionario haciéndolas creer que habían emitido opiniones que no habían emitido. Muchas no sólo no notaron los cambios y justificaron por qué tomaron posiciones que en realidad no tomaron, sino que además se mostraron dispuestas a defender esas decisiones no tomadas, incluso luego de que se les revelara la verdadera naturaleza del experimento. Habían cambiado de opinión.
Estamos lejos aún de entender los alcances y límites de este fenómeno. ¿Hasta qué punto podemos manipular las convicciones de alguien? Estamos en este momento montando un experimento para replicar estos resultados en Argentina. Somos muy diferentes a los suecos en varios aspectos, entonces no estamos muy seguros de poder lograrlo. Veremos.
En tu libro “Neuromagia”, expresás que una disciplina que cruce conocimientos del ilusionismo y la neurociencia puede ayudar a comprender mejor el origen de la conciencia…¿por qué?
Es que la magia estudia la naturaleza de la conciencia para poder engañarla. Te comenté, por ejemplo, el asunto de la toma de decisiones, que está íntimamente relacionado al del libre albedrío y a su vez al de la conciencia. Otro ejemplo son los juegos de mentalismo basados en el mismo principio en el que se basa el juego de la copa: la realización de movimientos musculares inconscientes. Los mentalistas conocen esos estados alterados de la conciencia y los explotan. Un último ejemplo: Harry Houdini, más que ningún científico, nos mostró, desenmascarando a innumerables charlatanes y médiums, eso que aún nos cuesta digerir: que no es posible hablar con los muertos. O mejor dicho, que se puede hablar con los muertos, pero lo difícil que contesten. El ilusionista más famoso de la historia es entonces el principal responsable de que tengamos que asumir la finitud de nuestra conciencia.